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Los libros que marcaron mi vida... por José Luis Escrivá

Jos? Luis Escriv?, ministro de Inclusi?n, Seguridad Social y Migraciones. Foto: Nacho Mart?n.

El ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones nos ofrece ahondar en el conocimiento de los alfileres que sirven para tejer la teoría económica.

Dado que soy un gran aficionado a la lectura, algo que trato de cultivar a lo largo de todo el año, pero especialmente en estas fechas estivales, me cuesta elegir entre los libros que he leído. Dentro de lo posible, trato de estar al día de las novedades de ensayo sobre economía y política y en los últimos tiempos he leído varias obras interesantes. No obstante, para esta recomendación he preferido invitar a la lectura de una obra clásica, tanto por su propio interés histórico, como por las enseñanzas que sacamos hoy en día.

Dentro de lo posible, trato de estar al día de las novedades de ensayo sobre economía y política y en los últimos tiempos he leído varias obras interesantes.

La mayor parte de las veces que se trae a colación La ética protestante y el espíritu del capitalismo es para señalar la relación apuntada por Max Weber entre las creencias religiosas de determinadas sectas protestantes y el avance de la economía capitalista. De acuerdo con una lectura popularizada de este clásico que cumple ahora cien años, la creencia en la predestinación, típica de la religión calvinista, hace a las sociedades más adaptables al "espíritu del capitalismo". La razón es que estas sociedades ven el éxito económico terrenal como una señal divina, por lo que orientan su conducta mundana de una forma natural hacia la persecución del lucro material, el fundamento último de las sociedades capitalistas.

Es esta una visión simplificada e incluso distorsionada de tesis de Weber, y que ha llevado a debates poco productivos, como el de tratar de desacreditar el libro a partir de la constatación empírica de que hoy no hay una relación clara entre sociedades protestantes o calvinistas y grado de desarrollo económico. Por ejemplo, muchas veces se señala que las regiones alemanas con mayor porcentaje de población católica son incluso más prósperas que las regiones con más protestantes.

El texto original es mucho más rico que lo que sugiere esta lectura. Déjenme apuntar las principales dos lecciones que extraje de su primera lectura, hace ya años. La primera, sobre la naturaleza del "espíritu capitalista" que permitió el despegue de las economías modernas. Para Weber, el espíritu que permitió el desarrollo del capitalismo no es como a veces se presenta el deseo por la acumulación de capital, la avaricia en los intercambios comerciales, o de forma más genérica el deseo de enriquecerse, elementos que han existido siempre y en todas culturas y tipos de economía. Lo específico del "espíritu capitalista" es la existencia de una ética que pone al trabajo en el centro, en la que el trabajo deja de ser un medio para convertirse en un fin. Es por esto por lo que algunas variantes del protestantismo, que dieron un contenido religioso y trascendental a la participación del individuo en la vida económica, facilitaron la ruptura con normas culturales previas que frenaban el despegue de la economía moderna. Para Weber, el concepto de "profesión", la división del trabajo o el impulso al ahorro tienen una raíz no solo económica sino cultural, fundamentada en un mandato religioso sobre cómo el individuo debe conducir su vida en la tierra.

Un punto importante que señaló Weber es que, una vez que esta nueva forma de desarrollo económico despegó, el capitalismo cobró vida propia y pudo prescindir de los fundamentos que lo vieron nacer. Este proceso de desacoplamiento entre creencias y desarrollo económico ya lo detectó el propio Weber hace más de un siglo, por lo que no tiene mucho sentido tratar de validar o refutar hoy sus tesis con evidencia posterior al del primer capitalismo moderno.

La segunda lección tiene un carácter más general, y es que La ética protestante y el espíritu del capitalismo es ejemplo de cómo la existencia de normas culturales (en el caso de Weber, de origen religioso) condicionan la conducta de todos nosotros, y con ello en última instancia el grado de desarrollo económico. En mi opinión, es una lección que durante demasiado tiempo hemos olvidado o no hemos sabido incorporar con suficiente rigor a nuestros análisis, demasiado centrados en modelos simplificados de comportamiento humano con evidentes limitaciones para entender fenómenos complejos.

La ética protestante y el espíritu del capitalismo es ejemplo de cómo la existencia de normas culturales (en el caso de Weber, de origen religioso) condicionan la conducta de todos nosotros, y con ello en última instancia el grado de desarrollo económico. 

Afortunadamente, la ciencia económica y en general la ciencia social contemporánea de orientación más empírica han hecho recuperar el interés en estas cuestiones. Cada vez tenemos más evidencia de que nuestro comportamiento no siempre y no solo obedece a motivaciones puramente materiales, y que las creencias y las normas culturales son igualmente esenciales para entender las decisiones que tomamos. La relectura de este clásico de Weber nos hace ver las enormes implicaciones que esta sencilla conclusión tiene para comprender el desarrollo histórico de las sociedades.

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