
Warren Buffett, uno de los grandes inversores más conocidos en el mundo de la inversión, siempre se ha declarado contrario a la estrategia de buscar compañías cotizadas que repartan pagos atractivos a sus accionistas. Sin embargo, esas rentas periódicas son un importante reclamo para otro perfil de inversores que prefiere recibir un ingreso extra cada cierto tiempo. Y ahí la bolsa española se ha convertido en todo un referente.
En España, la mayoría de empresas destina una parte considerable de sus beneficios para distribuir dividendos entre los inversores. De media, el porcentaje dedicado a remunerar al accionista se acerca al 60% en los últimos 15 años, sin tener en cuenta el efecto de la pandemia, según Bloomberg. Y la rentabilidad por dividendo de la bolsa española ronda el 4% de media histórica, una de las más altas del mundo.
Desde 2006, las cotizadas han repartido cerca de 440.000 millones de euros como dividendos, según datos de Bolsas y Mercados Españoles (BME). "Desde hace años el mercado español lidera de forma mantenida entre las bolsas desarrolladas en rentabilidad por dividendo, uno de los atractivos del mercado para los inversores extranjeros que son propietarios de algo más del 50% del valor de las acciones españolas cotizadas, 16 puntos porcentuales más que hace 13 años", explicaba en su último informe anual la gestora del parqué.
La pandemia del Covid-19 contrajo un 41% los pagos abonados por las compañías
Conscientes del gancho que supone, muchas compañías no han dejado de abonar dividendos ni siquiera durante las profundas crisis vividas en los últimos 15 años. Otras, en cambio, se han visto obligadas a cancelar o recortar sus pagos en esos periodos complejos en los que la prioridad ha sido retener la mayor caja posible. Hay una última cifra que habla por sí sola. La pandemia del Covid-19 contrajo un 41% la cuantía que repartieron las firmas de la bolsa española en 2020 frente a la del año previo. Parte de este descenso se explica porque el Banco Central Europeo recomendó a las entidades financieras -que en España en 2019 repartieron uno de cada cuatro euros- no retribuir a sus accionistas durante un tiempo limitado para reforzar así su capital.
Levantada ya esa restricción, la banca española ha empezado a pagar dividendos de nuevo. Es cierto que no recuperará de golpe los importes previos a la pandemia, pero sus rentabilidades son atractivas y la mayoría se ha comprometido a destinar la mitad de sus beneficios a ello. La rentabilidad por dividendo de la bolsa española se sitúa en el entorno del 3,9% para 2022, según datos de Bloomberg. Las cotizadas podrían destinar alrededor de un 40% de sus ganancias a retribuir a sus accionistas, un porcentaje que se estabilizará por encima del 50% el próximo año, según las previsiones de FactSet.
Momentos históricos
Los recortes en la retribución al accionista también se vieron claramente en otro momento complicado. El de la crisis de deuda en los países de la periferia europea. Ocurrió en 2010. Era el año en el que Grecia negoció con la Unión Europea (UE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) el primero de sus rescates. Los dividendos pagados en la bolsa española se redujeron un 27% ante el deterioro de los resultados empresariales ese ejercicio (ver gráfico).
Fue precisamente en ese periodo de crisis cuando las cotizadas españolas encontraron una solución al problema que se les venía encima cada vez que sus beneficios menguaban. La presión se hacía palpable ante una bajada o anulación de algún pago, por lo que algunas optaron por entregar acciones nuevas como forma de retribución.
Banco Santander instauró este método, el conocido como scrip dividend, en España en 2009. Y en pocos años se extendió por casi toda la banca y otras grandes compañías como Iberdrola, Telefónica, Repsol o ACS. Tanto que en 2012 el scrip supuso el 42% de los dividendos pagados. Entre estas firmas se creó una diferencia que poco a poco ha ido calando entre los inversores: algunas recompraban acciones posteriormente para amortizarlas y reducir así el capital tras la ampliación que realizaban para remunerar con títulos. De esa forma evitan el efecto dilusivo que supone esta práctica. Hoy aún sobreviven algunos scrips y otros han vuelto por la crisis, aunque la mayoría ha cedido a la corriente de amortizar después acciones.
Desde 2006 no han faltado otros años para recordar, aunque por todo lo contrario. El récord histórico se marcó en 2014, cuando las cotizadas repartieron más de 43.400 millones de euros. Una compañía estuvo detrás de este hito. Endesa abonó un megadividendo extraordinario tras la venta de su negocio de América a Enel de nada más y nada menos que 14.600 millones.