
Trump en su primer mandato estimuló fiscalmente la recuperación, con una desregulación selectiva y aranceles moderados. La economía, ya dinámica, se aceleró, lo que permitió a la Reserva Federal normalizar su política monetaria. Por su parte el dólar se fortaleció, conteniendo presiones inflacionarias de los aranceles. Pero en 2025 sus políticas de comercio y migración son estanflacionarias, generadoras de inflación y menor crecimiento. El shock arancelario es diez veces mayor y afecta gravemente a la confianza de hogares y empresas, con una previsible y pronunciada desaceleración económica.
En este contexto, el presupuesto votado por la Cámara de Representantes que debe ser aprobado por el Senado antes del 4 de julio se supone es una oportunidad para corregir tal trayectoria. Implica renovar los grandes recortes fiscales introducidos en 2017 en el primer mandato de Trump, que expiran a finales de este año. Incluyen rebaja del impuesto sobre la renta y aumento del crédito fiscal por hijos, así como eliminación de impuestos sobre propinas y horas extraordinarias. Otras medidas son el aumento de exenciones del impuesto de sucesiones y donaciones y una amplia gama de exenciones fiscales para las empresas. Son buenas noticias para la competitividad. Prevé aumento en gasto en defensa y seguridad. Por su parte los recortes de gasto se dirigen principalmente a seguridad social, incluyendo Medicaid en costes médicos, programa de cupones para alimentos y créditos fiscales para energías limpias. El resultado es un aumento neto del déficit público en unos 300.000 millones de dólares, 1% del PIB. A primera vista implica apoyo al crecimiento.
No incluye ingresos arancelarios -estimados en 250.000 a 300.000 millones de dólares, aunque demasiado inciertos- ni reducción de gastos recomendados por el Departamento de Eficiencia Gubernamental ?para reducir gastos y aumentar la eficiencia, entre 50.000 y 150.000 millones de dólares bajo supuestos muy optimistas. Una vez tenidos en cuenta el déficit público de EEUU puede seguir más o menos estable, entre 6,5 y 7% del PIB, neutral para el crecimiento. Pero este nivel, lejos de temporal, puede persistir la próxima década. Desde 2008 ha sido 6,7% de media y se ha convertido en norma. Supone más del doble del fijado por Scott Bessent, actual secretario del Tesoro de EEUU quien prometió volver al 3% para 2027. De manera que, irónicamente, el "Gran y Hermoso Proyecto de Ley que restaurará la "grandeza estadounidense" puede convertirse en talón de Aquiles fiscal. Supone apostar a un hipotético crecimiento para resolverlo todo, pero expone a EEUU a la implacable realidad de la credibilidad fiscal. De hecho, la incertidumbre sobre aranceles está frenando la inversión, el consumo sigue bajo presión y los incentivos fiscales están mal diseñados para aumentar la productividad o la confianza de los consumidores.
Este presupuesto no permite reducir deuda y coloca a EEUU en una senda fiscal insostenible en un contexto de altos tipos de interés a largo plazo. Incluso hay paralelismos con el "momento Liz Truss" de la primera ministra de Reino Unido, que generó caos en los mercados por sus agresivas rebajas de impuestos en un momento delicado para la economía británica, con caída de la libra y del valor de sus bonos soberanos. EEUU también muestra un déficit masivo, dudosa política fiscal y primas de riesgo crecientes, aunque con notables diferencias, dada la profundidad del mercado de bonos estadounidense, el papel central del dólar como moneda internacional y una Reserva Federal que todavía se percibe creíble. En todo caso el riesgo de subida de tipos de interés a largo plazo en EEUU es muy real. Bessent, quien ha criticado la excesiva emisión de bonos del Tesoro de su predecesora Yellen, propone concentrar el endeudamiento en vencimientos a corto plazo para ganar tiempo. El problema es que el tiempo se acaba.
Más de un tercio de la deuda estadounidense está en manos de inversores extranjeros, que son volátiles y cuya confianza se ha visto afectada por la inestabilidad de la presidencia de Trump y el cuestionamiento de los compromisos internacionales. El estatus de refugio seguro de la deuda del Tesoro de EEUU no está garantizado. A esto se suma un ataque quizás más peligro a uno de los pilares estructurales estadounidense: la innovación. Recortar presupuestos de investigación y atacar frontalmente a las principales universidades debilita uno de los motores de crecimiento a largo plazo de EEUU.