Opinión

¿Cómo pasará Trump a la historia, como "Donald Thatcher" o como "Donald Truss"?

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Margaret Thatcher y Ronald Reagan coincidieron en el tiempo y tuvieron un enorme éxito económico. Sus países estaban dominados por el pesimismo, la intervención estatal, los altos impuestos, las regulaciones paralizantes y, como grandes consecuencias, el estancamiento y la recesión económica. La fórmula que aplicaron para salir del agujero fue muy simple: la libertad. Dejar libertad a la gente para que desarrollara su creatividad y sus deseos de progresar. No ver el deseo de hacerse rico como algo negativo, sino como una forma de crecimiento en la que los más capacitados tiraran del resto.

Así que eliminaron barreras burocráticas y redujeron impuestos, para que quien ganara dinero no lo hiciera solo para el Estado (lo cual, obviamente no era muy motivante). Y ambos expresaron abiertamente su opinión de que la prioridad del Estado es ayudar, no molestar. Es de Reagan aquello de que las nueve palabras más terroríficas en lengua inglesa son "soy del Gobierno y aquí estoy para ayudar". Es cierto que al final - y como suele ocurrir con las soluciones extremas - el experimento produjo efectos secundarios muy negativos, sobre todo en forma de desigualdad social y avaricia. Pero ambos políticos serán recordados como grandes dirigentes, incluso por sus críticos.

Donald Trump es admirador de Ronald Reagan y en su programa se incluyen bajadas de impuestos – que ya está poniendo en práctica - y desregulaciones. El problema es que quiere reducir los impuestos en un momento en el que el nivel de deuda es históricamente alto. Además, y con la sana intención de reducir ese nivel de deuda, quiere aplicar unos aranceles que podrían dañar al crecimiento de la economía norteamericana. Pero en la receta de Reagan y Thatcher es fundamental el crecimiento (para que el aumento de tributación por incremento de actividad económica compense la bajada de los tipos impositivos).

Además, la situación de partida es muy diferente. Si Ronald Reagan pudo bajar los impuestos es porque el ratio Deuda / PIB era por aquel entonces del 32 % y pudo permitirse subirlo al 51 %. El problema es que ahora es del 124 %. Y cuando Margaret Thatcher llegó al poder, ese ratio era del 46 % (e incluso consiguió reducirlo). La otra cara de la moneda de Margaret Thatcher la tenemos a su admiradora, Liz Truss. Creyó que podía aplicar el modelo de su admirada Thatcher y no solo no pudo, sino que casi provoca una seria crisis financiera en el Reino Unido. Y esto se debió a que su bajada de impuestos no fue acompañada de las medidas que transmitieran a los mercados que esa bajada no rompería bruscamente el equilibrio fiscal, en un momento en el que he dicho equilibrio, era mucho más precario que cuando gobernó Thatcher.

El riesgo para Norteamérica - y para el mundo - es que Donald Trump acabe pareciéndose más a Truss que a Thatcher. De hecho, es uno de los motivos por los que Trump está tan pesado con la cuestión de los aranceles. Si consigue que el arancel medio que cobra EEUU pase del 2,5 % - el que había con Biden – a, por ejemplo, el 6 %, habría más que duplicado esos ingresos, que podrían ir a reducir el déficit. Además, ese aumento no tendría un gran efecto ni sobre la inflación ni sobre el crecimiento. Por eso pide las cantidades que pide: para que un 6 % parezca un "chollo" y nadie discuta. Es una jugada que, si la acompaña con reducciones de gastos, podría salirle bien. De ahí, por ejemplo, la insistencia en pagar menos a la OTAN.

Hará bien el secretario del tesoro norteamericano Scott Bessent en vigilar cómo evoluciona el déficit fiscal, cuánto consiguen recaudar vía aranceles y si la incertidumbre que han generado no daña definitivamente el crecimiento de la economía norteamericana. Y harán bien los inversores (o sus asesores) en vigilar la evolución de esas variables. Porque si EEUU consigue reducir sus gastos, recaudar una cantidad significativa vía a aranceles y Trump no molesta demasiado - que es bastante pedir – y si las desregulaciones y bajadas de impuestos disparan el crecimiento, la jugada le podría salir redonda. Y se reflejaría en los mercados, tanto en la bolsa como en la valoración de la deuda norteamericana. Por el contrario, si la obsesión de Trump porque todo se fabrique en Norteamérica genera inflación, reduce el crecimiento y no es capaz de reducir gastos - pero baja los impuestos - el resultado podría ser dantesco. Y sería recordado como el Truss norteamericano, en lugar de como el heredero de Thatcher y Reagan.

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