Economía

Los polacos se van de Alemania para volver a casa: el giro de la economía en Europa es ya imparable

  • Por primera vez, Alemania tiene un saldo negativo de migración con Polonia
  • Entre los costes de la vivienda y los impuestos, Alemania ya no es tan atractiva
  • Mientras que la economía de Polonia es un cohete, Alemania se estanca

Un giro hacia el este total. La economía de Europa está sufriendo una intensa transformación. Más allá de la constante decadencia de la que advertía hace unos días Jamie Dimon, CEO de JP Morgan, dentro de ese estancamiento se está produciendo un cambio de poderes y jerarquías que los pequeños datos empiezan a confirmar poco a poco. Alemania sigue siendo la economía más grande del Viejo Continente; sin embargo, la otrora locomotora del crecimiento se ha convertido en uno de los lastres, mientras que los países del este empiezan a recortar distancia y a generar más oportunidades para los trabajadores. Buena prueba de ello son los flujos migratorios. En 2024 se ha producido un hecho casi inaudito: los polacos han comenzado a abandonar Alemania para volver a casa. El auge económico del este de Europa está generando este curioso fenómeno: los polacos, rumanos, checos... que se marcharon hace años buscando una vida mejor, ahora están volviendo a casa ante el rápido crecimiento de sus economías natales. La transformación de la economía de Europa, el gran giro, ha comenzado.

Por primera vez desde que hay datos fiables, más polacos se han marchado desde Alemania a su país que desde Polonia hacia Alemania. El rápido desarrollo económico de Polonia ha hecho que migrar a 'Occidente' sea cada vez menos atractivo económicamente para los polacos, y que regresar a Polonia sea más tentador para la diáspora. Los datos de la Oficina Federal de Estadística de Alemania, Destatis, muestran que 90.807 extranjeros (es decir, no alemanes) se trasladaron de Alemania a Polonia, mientras que 82.082 emigraron en la dirección opuesta. Esto ha sucedido durante el año 2024. El peso económico y el crecimiento se empiezan a concentrar en el este. Los países del centro como Alemania, Austria o Francia apenas crecen. Los saldos migratorios son el reflejo de este giro de la economía europea, el giro hacia el este. Un giro que se produce a nivel europeo, pero también a nivel global, con Asia (Oriente) como gran motor del crecimiento económico global. Buena prueba de ello es la marcha también de los chinos que poco a poco se marchan de España, por ejemplo, para volver a su país.

La cifra anual arroja una migración neta (es decir, llegadas menos salidas) de -8.725. Es la primera vez desde que Destatis comenzó a publicar estos datos en el año 2000 que la cifra ha sido negativa. Aunque Alemania ha sido durante mucho tiempo un destino principal para los emigrantes polacos, las cifras aumentaron rápidamente después de 2011, cuando Alemania abrió completamente su mercado laboral a los trabajadores de Polonia. La locomotora alemana generaba puestos de trabajo a gran velocidad, con oportunidades de crecimiento y unos salarios mucho más altos que los que ofrecían los países del este. El pico de migración a Alemania desde Polonia se produjo en los años 2012 y 2013, cuando las cifras netas fueron de 68.122 y 70.326, respectivamente. Sin embargo, desde entonces, las cifras han ido disminuyendo a medida que Polonia disfrutaba de un milagro económico sin parangón en Europa en las últimas décadas y la locomotora alemana iba perdiendo gas.

El milagro económico de Polonia

Polonia ha protagonizado una de las transformaciones económicas más impresionantes de Europa (con el permiso de la propia Alemania tras la II Guerra Mundial). Como destaca su ministro de Finanzas, Andrzej Domanski, en un artículo publicado por el FMI, el país ha multiplicado por 3,6 su nivel de vida desde 1990, pasando de una renta per cápita de 13.100 dólares a 47.100 dólares en términos de paridad de poder adquisitivo. Este año, Polonia crecerá casi un 4%, una de las tasas más altas entre las principales economías de la UE. "Nuestro PIB ha crecido un 220% en términos reales desde 1989", afirma Domanski, subrayando el papel clave de las reformas estructurales y la resiliencia de la sociedad polaca.

Uno de los pilares de este progreso ha sido la inversión en capital humano y las reformas aperturistas y promercado realizadas durante los 90. Polonia ha reforzado su sistema educativo con más de 350 universidades y centros de estudios superiores, y hoy supera la media de la UE en las pruebas internacionales PISA. "La educación proporciona especialistas al sector privado y genera una nueva fuerza laboral competente para las instituciones públicas", explica el ministro. Esta base ha permitido al país especializarse en tecnología de nivel medio y convertirse en una potencia exportadora dentro del mercado único europeo.

La entrada en la Unión Europea, la OCDE y la OTAN fue, según Domanski, el "símbolo definitorio de nuestra transformación". La pertenencia a estas organizaciones impulsó la transferencia tecnológica y la llegada masiva de inversión extranjera directa: entre 2004 y 2023, Polonia atrajo más de 310.000 millones de dólares, casi la mitad de todo lo recibido por los países que entraron en la UE ese año. "La integración europea ha aumentado nuestro PIB un 40% respecto a un escenario en el que no nos hubiéramos unido a la UE", señala, citando cálculos del Instituto Económico Polaco.

Además, Polonia ha dado un salto digital destacable. Ha sido pionera en la adopción de tecnologías de red, digitalización de servicios públicos y soluciones financieras modernas. "El Estado polaco lidera en digitalización con identificaciones digitales, declaración automática de impuestos y otros servicios online", destaca Domanski, quien ve en este avance una muestra de cómo las carencias iniciales pueden convertirse en ventajas al evitar las rigideces de sistemas obsoletos.

Hoy, con un papel creciente en la UE, Polonia se enfrenta a nuevos retos: transición energética, desarrollo de mercados de capitales y seguridad. "Europa necesita, ante todo, desregulación y economías de escala", defiende el ministro. Critica que las barreras internas dentro de la UE equivalen a aranceles del 44% en bienes industriales y del 110% en servicios, lo que impide escalar a las empresas. Pero concluye con esperanza: "Una UE competitiva y segura no solo es posible, está al alcance. El modo en que los polacos se adaptaron a los cambios geopolíticos hace 35 años debería inspirarnos a todos".

El fin del modelo alemán

La otra cara de la moneda es precisamente Alemania. Aunque sigue siendo la primera economía de la región y, por supuesto, sigue siendo destino migratoria en busca de oportunidades desde muchos otros países, muestra una parálisis que ya no es un fenómeno pasajero. El rey de las exportaciones de alto valor añadido que daba lecciones de austeridad y eficiencia al resto de Europa en lo peor de la gran crisis está de capa caída. Su PIB apenas se ha movido lateralmente (como se dice en bolsa cuando una cotización languidece en terreno plano) desde el cuarto trimestre de 2019, justo antes de la que la pandemia lo cambiara todo para siempre.

Aunque el desgaste de los materiales empezó en Alemania algo antes que el covid, el 'nuevo mundo' posterior a la pandemia seha encontrado a un país no solo con la economía estancada, sino con el ánimo igualmente decaído. La retahíla ya casi se recita de memoria: el paso de China de fiel cliente a feroz competidor, la pérdida de competitividad de las históricamente punteras empresas germanas, el fin del gas ruso al que el país se hizo 'adicto' en medio de un discutido apagón nuclear, un ciclo de elevados tipos de interés tras una galopante crisis inflacionaria y los factores internos (exceso de burocracia, altos impuestos, invierno demográfico) ha sumido a este centenario polo industrial de referencia en una crisis existencial que se ha extendido a todas las capas de la economía y de la sociedad.

De hecho, el mercado laboral teutón acusa una cada vez más comentada escasez de trabajadores especializados que la diáspora polaca puede empeorar. Alemania sigue necesitando más de 300.000 nuevos trabajadores al año y los analistas advierten de que llenar el vacío con personal de fuera de la UE exigirá nuevas estrategias, ya que las facilidades no son las mismas.

La llegada de un nuevo gobierno de base amplia (la gran coalición entre conservadores y socialdemócratas, los dos partidos sistémicos) y con grandes ambiciones de gasto (muchos hablan de cambio de paradigma en una Alemania poco acostumbrada al derroche fiscal) ha concitado algunas esperanzas de resurrección. Sin embargo, el efecto de esta inversión y las reformas que lleguen no será inmediato y, mientras tanto, riesgos aparte (ya hay alguna pelea entre los dos sectores del Ejecutivo) economías como la de Polonia siguen recogiendo los frutos de su inercia más reciente (solo hay que observar la evolución del PIB per cápita de ambos países en las últimas décadas).

Este telón de fondo envuelve la ecuación de cada trabajador polaco que tiene que tomar una decisión. "El interés por trabajar en el extranjero ha disminuido recientemente entre los polacos", declara Mateusz Zydek, de la agencia de empleo Randstad en Polonia, en la web de noticias Biznes Info. "La emigración de corta duración ha perdido completamente su atractivo porque, teniendo en cuenta el coste de la vida, el alojamiento y los impuestos, resulta que los salarios ya no son tan atractivos como hace unos años", explica. "En su lugar, los trabajadores polacos optan por empleos ocasionales o de verano en nuestro país".

"El potencial migratorio está agotado; los que querían trabajar en Alemania ya lo han hecho", analiza el economista Thomas Liebig en el diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung. El experto subraya que Polonia, Rumanía y Bulgaria se enfrentan a descensos demográficos aún más pronunciados que Alemania, lo que reduce el número de jóvenes dispuestos a cruzar el río Óder, que en parte de su recorrido actúa de frontera entre ambos países. Liebig constata que la mejora de la situación económica y la reducción del desempleo en Polonia erosionando aún más el atractivo de Alemania, a medida que se reduce la brecha económica entre el Este y el Oeste.

Aunque la escasez de trabajadores cualificados es una realidad en Alemania, desde el estallido de la guerra en Ucrania, Berlín ha atraído con éxito a ciudadanos ucranianos, principalmente debido a las generosas prestaciones sociales, lo que ha creado una presión adicional sobre el mercado laboral polaco, señala a su vez Alex Kartsel, de la agencia de colocación EWL Group. Esta dinámica, que revierte en parte el éxodo inicial de trabajadores ucranianos a Polonia al entrar Rusia en su país, provoca una escasez de trabajadores específicos que también puede contribuir a que más polacos opten por volver o quedarse en el mercado laboral patrio.

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