El atleta corporativo

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Cuesta creer que el sugerente artículo que con este título Loehr & Schwartz publicaron en HBR tenga ya más de diez años. Porque a pesar de lo acertado de su pensamiento parece que no ha cristalizado en la empresa todo lo que debería. Y cuesta también trabajo creer que no abunden más trabajos de ese tipo. Entre otras cosas porque es ciertamente infrecuente ver en la literatura sobre el éxito reflexiones que contemplen el descanso como una de sus claves.

Utilizando una curiosa metáfora (el crecimiento muscular se produce durante el descanso, no durante el esfuerzo), los autores sostienen que el ciclo trabajo-descanso es crítico, y que lo que mina la capacidad de las personas no es el estrés, sino su linealidad. El problema por tanto no está en el esfuerzo, sino en el esfuerzo constante, que acaba por desgastar a cualquiera.

Todo lo que hemos aprendido en nuestra vida formativa y profesional tiene que ver con hacer cosas: adquirir conocimiento, aplicarlo, generar nuevas ideas, y una larga serie de cosas más. Pero ni en un momento ni en otro hemos aprendido a no hacer: a esperar, a prepararnos, a meditar, a buscar la calma o a renovarnos.

Descansar es una forma de crecer. Y quizá lo segundo no pueda ocurrir sin lo primero.

Desconexión

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Si tuviéramos que hacer una lista de todas las cosas que nos hacen infelices en nuestra vida profesional – y también en la personal- seguramente en los primeros puestos estarían palabras como estrés y ansiedad. Quizá presión, prisa, nervios o agobio. Es posible que por eso sea tan frecuente en nuestro vocabulario la palabra desconectar. Da la impresión de que nos sentimos tan presionados que constantemente tenemos que buscar válvulas de escape.

Puede que gran parte de estos molestos compañeros de camino tengan su explicación en nuestra propia procrastinación, que convierte nuestros pulsos productivos en un acordeón de picos y valles. Pero lo que a menudo nos cuesta creer es que el estado en que vivimos es consecuencia de lo que hacemos o no hacemos: de nuestros hábitos y conductas. Por tanto si nos sentimos inundados por el estrés la primera pregunta que nos deberíamos hacer es qué estamos haciendo nosotros para provocarlo, o qué cosas podemos hacer para disminuirlo. Porque, definitivamente, responsabilizar al trabajo, a la sociedad, a nuestra familia o a cualquier otra cosa no solo no esrealista, sino que sobre todo no es práctico. Y no lo es porque nos deja exactamente en el punto en el que estábamos. Que en la mayoría de los casos elprimer responsable de los estados emocionales que vive una persona es ella misma es una gran verdad, tan cierta como olvidada.

La solución no es desconectar, sino aprender a gestionar la conexión.

Macroplanning

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Uno de los ejemplos más soberbios de la capacidad humana para imaginar cosas y hacerlas realidad es la planificación estratégica de procesos. Cuando las empresas definen su identidad y su misión y fijan sus objetivos estratégicos, han de trasladar luego esos principios al resto de la organización, para que los equipos de trabajo puedan hacerlos realidad. No todas las empresas lo consiguen, pero en las que lo logran es realmente un prodigio ver cómo las acciones de cada departamento, e incluso de cada persona, contribuyen claramente al objetivo global.

A nivel individual, ya sea personal o profesional, resulta también un prodigio ser capaces de alinear las pequeñas acciones de cada día con el plan general que queremos seguir en nuestro desarrollo. Sea cual sea la visión que mantenemos sobre nuestro futuro, nuestra carrera o nuestra marca personal, el reto consiste en capilarizar esa idea en cada una de las cosas que vamos haciendo. De la misma manera que en las empresas todos los procesos tienen que estar alineados con la estrategia, a nivel individual las acciones del día a día deberían contribuir coherentemente con lo que al final pretendemos.

El desarrollo personal es una cuestión de visión, alineamiento y conciencia constante.

Conciencia constante

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Para poder planificar las pequeñas acciones de la vida cotidiana hay que estar conectado a la vida cotidiana. Y eso, por obvio que parezca, no tiene nada de sencillo. Porque como nos ha dicho Kahneman la naturaleza humana está dotada de una serie de automatismos en los que basamos una parte sustancial de nuestra vida. Por eso pararse a pensar en cada momento qué estamos haciendo y para qué, y cómo contribuye eso a lo que en el fondo queremos lograr, no tiene nada de simple.

Así que esa conciencia constante que ahora llamamos mindfulness, y que significa atender y ser conscientes plenamente de lo que sucede cada momento sin valorarlo, es solo la mitad del camino. La otra mitad consiste precisamente en intentar establecer una relación entre lo que percibimos de nosotros y de los demás y analizar si tiene que ver con lo que en realidad esperamos. Y si no es así, obrar en consecuencia.

Si la conciencia no es valorativa es complicado avanzar.

Microplanning

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Una cosa es anticipar lo que previsiblemente ocurrirá, y otra muy diferente es hacer que ocurra lo que queremos. La mayoría de nosotros vivimos en un mundo lleno de objetivos: objetivos de ventas, hitos de proyecto, resultados esperados, y toda suerte de formulaciones que nos proyectan hacia el futuro. Pero con escasa frecuencia pensamos en los pequeños objetivos de cada una de las cosas que hacemos a diario: una conversación, una reunión, un rato de trabajo, un correo electrónico y, en general, todas nuestras tareas, deberían tener un objetivo, una finalidad concreta. Y es bueno planteárnoslo antes de acometerlas.

Hay quien inicia una reunión con el objetivo de llegar a un acuerdo sobre un proyecto y lo que en realidad logra es incomodar a su interlocutor, de la misma manera que hay quien pretendiendo motivar a un colaborador al final logra estresarlo. Preguntarnos qué es lo que perseguimos con cada una de las cosas que hacemos, y buscar ese objetivo y no otro, puede parecer trivial, y sin embargo a menudo las cosas no salen como esperábamos.

Tener claros nuestros objetivos en las pequeñas cosas: imprescindible.

Artes adivinatorias

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Nos hemos pasado siglos cuestionándonos si en realidad el ser humano es capaz de ver el futuro, y ahora resulta que es casi seguro que sí, porque es muy posible que la predicción de los acontecimientos sea una de las funciones esenciales de la mente humana. De todas las mentes humanas. Aunque claro, la cosa no es tan glamurosa como aparece en las películas, y lo que de hecho parece ocurrir es que el cerebro contrasta constantemente los patrones que almacena con la realidad, alertándonos cuando algo no encaja. De esta manera, esperamos que tras un relámpago haya un trueno y que un huevo se rompa al caer al suelo. Esa es la auténtica manera en la que predecimos el futuro, anticipándonos unos segundos o minutos a los acontecimientos.

La cuestión es que esas predicciones se asientan obviamente sobre el registro de lo ya sucedido y son automáticas. Por eso la gran pregunta es si realmente podemos deliberadamente predecir lo que va a ocurrir tomando como punto de partida lo que estamos haciendo para que ocurra. Porque la gracia no está en vaticinar que algo pase, sino precisamente en que las cosas salgan como deseamos. Y lo que tenemos que preguntarnos es en qué medida estamos contribuyendo a que el futuro sea lo que esperamos de él.

Lo realmente asombroso no es ver el futuro, sino hacer que ocurra.

Motivación y objetivos vitales

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En el mejor de los casos hemos intuido qué es lo que estamos llamados a hacer, lo que de verdad conecta con nosotros. Y, también en el mejor de los casos, hemos comprendido que la motivación que nos hace auténticamente independientes es la que somos capaces de producir.

Pero el ser humano es una criatura compleja. Y por mucho que hayamos definido nuestros objetivos, la conciencia se centra y descentra sobre los distintos objetos, personas y
acontecimientos en un constante devenir. Y que tengamos siempre presentes lo que somos y lo que queremos es, con altísima frecuencia, un logro de singulares proporciones. A veces hechos nimios como haber dormido bien o mal, o haber tomado más o menos café de la cuenta, o factores como nuestro perfil hormonal o la cantidad de azúcar en la sangre hace que estemos más o menos predispuestos a seguir enfocados y motivados.

En un original estudio se mostró que es al comienzo y al final de una actividad cuando más motivados estamos, y que es en el centro cuando nos desmotivamos, como resultado de que a nuestra atención le cuesta elaborar el punto de inflexión en los momentos valle.

Pero ¿qué ocurre si el objetivo es de dimensiones vitales? ¿Si resulta que hay un comienzo pero no hay un final, porque la tarea de ser uno mismo nunca se completa? ¿De dónde surge la motivación entonces?

La motivación no es un impulso, es una maratón.

Automotivación e independencia

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Un hecho a menudo olvidado sobre la motivación es que se produce en dos versiones. Desgraciadamente la que más atenciones capta es la motivación externa, que es la que la persona recibe desde fuera. Los padres intentan por todos los medios llamar la atención de sus bebés con inflexiones de voz y gestos exagerados, y poco más tarde en el colegio se pintan las cosas de vivos colores para que parezcan más atractivas a los niños. En la universidad se intenta motivar al estudiante a fuerza de incentivar su trabajo con créditos, y una economía parecida es la que rige nuestro desempeño laboral, que siempre transcurre entre una serie a veces compleja de alicientes, muchos de los cuales no son necesariamente de tipo monetario.

Y así es que entre los padres, los gestores de la educación y los directivos, siempre existe la necesidad de motivar a las personas que están a su cargo. Y todos esos intentos, aún siendo legítimos, acaban en ocasiones por debilitar e incluso anular el otro tipo de motivación, el que nace del interior de la persona. Y, aún más, terminan por desarrollar en algunas las personas la tácita pero firme creencia que son los demás quienes tienen que animarles, quienes tienen que moverles, motivarles. Pero ningún ser humano puede llegar tan lejos como cuando el motor que lo impulsa está integrado en su anatomía y permanece conectado a su biografía y a su conciencia.

Encontrar la motivación en uno mismo es la llave de la auténtica independencia.

Entre Maslow, Pink y Perls

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Desde Maslow hasta Pink la historia de la investigación revela sin ningún lugar a dudas que encontrar lo nuestro es vital para la motivación. Debido a procesos largos de explicar, cada historia humana, cada biografía, está ensamblada de una forma que deja soluciones de continuidad en su lectura de la realidad. Como hubiera dicho Perls, siempre hay figuras que destacan sobre el fondo, representando la necesidad dominante en un momento dado. El impulso de autorregulación se pone en marcha entonces, generando una fuerza que actúa para resolver esa necesidad. Pero, sea como sea, lo más importante es que la forma es diferente para cada persona. Por eso es cada persona quien debe buscar qué es lo que destaca por encima de cualquier otra cosa, qué es lo que en el fondo le motiva.

Habrá quien encuentre un placer inmenso estudiando a los pintores renacentistas, mientras que para otra persona entrar en una tienda de moda es lo que le conecta con la vida. Hay quien no entiende su existencia si no la comparte con un animal, y también quien daría lo que fuera por presentarse a un concurso de baile. Hay que escuchar esos impulsos, porque son los que nos mueven. Y lo importante en la vida es moverse, mucho antes que llegar. Porque la vida no es un movimiento que persigue un resultado.

La vida surge como resultado del movimiento.

A vueltas con la pirámide de colorines

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Hace ya setenta años que Maslow publicó A theory of human motivation, un trabajo que siempre es bueno releer. Debido a que nuestra consideración básica de la Ciencia está fundamentalmente centrada en la producción de resultados, a menudo olvidamos que su difusión forma parte de la receta mágica de la generación de conocimiento, y que por tanto no solo hay que descubrir cosas importantes, sino también saber explicarlas. El artículo de Maslow sorprende por brillante y sencillo, aunque obviamente no tenga nada de simple.

A Maslow le ha pasado como a tantos otros, que su teoría ha sido elaborada y reelaborada tantas veces que para muchas personas la imagen que conservamos de este autor, que dijo cosas tan importantes como que la educación está ahí entre otros motivos para enseñar que la vida es preciosa, ha quedado reducida a una pirámide de colorines.

Pero en aquel trabajo seminal dijo algo trascendente, y es que las personas a menudo no encontramos descanso hasta que estamos haciendo aquello que realmente nos encaja. Una persona debe ser lo que puede ser, escribió.

La génesis de la más potente motivación que existe está en nosotros mismos.