Para poder planificar las pequeñas acciones de la vida cotidiana hay que estar conectado a la vida cotidiana. Y eso, por obvio que parezca, no tiene nada de sencillo. Porque como nos ha dicho Kahneman la naturaleza humana está dotada de una serie de automatismos en los que basamos una parte sustancial de nuestra vida. Por eso pararse a pensar en cada momento qué estamos haciendo y para qué, y cómo contribuye eso a lo que en el fondo queremos lograr, no tiene nada de simple.
Así que esa conciencia constante que ahora llamamos mindfulness, y que significa atender y ser conscientes plenamente de lo que sucede cada momento sin valorarlo, es solo la mitad del camino. La otra mitad consiste precisamente en intentar establecer una relación entre lo que percibimos de nosotros y de los demás y analizar si tiene que ver con lo que en realidad esperamos. Y si no es así, obrar en consecuencia.
Si la conciencia no es valorativa es complicado avanzar.