Un curioso estudio muestra que las personas que sufren obsesiones tienen niveles parecidos de serotonina a los que muestran las personas que están enamoradas. Así que debido a las complejidades de la mente humana la pasión está extrañamente conectada con la obsesión, quizá porque solo quien tiene una idea fija en su mente es capaz de luchar por ella contra viento y marea.
La perseverancia ha sido un ingrediente a menudo olvidado en las consideraciones sobre el talento. Por motivos difíciles de explicar, la imagen de una persona entregada a un esfuerzo constante durante meses o años no ha gozado de popularidad, y la sociedad se ha dejado cautivar a cambio por prodigios salidos de la nada, por supernovas fulgurantes con base supuestamente genética, talentos de nacimiento capaces de sacar un conejo de una chistera sin pestañear.
Pero incluso la más mínima confrontación con la realidad muestra con claridad que el talento no tiene nada de mágico. Una de las investigaciones más conocidas sobre el éxito muestra que en la mayoría de los casos la maestría en una profesión no está determinada desde el nacimiento, sino que se debe a lo que llamamos práctica deliberada, que significa un esfuerzo paciente y constante durante mucho tiempo. Dicen que durante al menos diez mil horas. Y solo desear algo con pasión puede producir tan entregada dedicación.
Por eso la pasión y el talento son casi casi sinónimos.