Talento pasional

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Un curioso estudio muestra que las personas que sufren obsesiones tienen niveles parecidos de serotonina a los que muestran las personas que están enamoradas. Así que debido a las complejidades de la mente humana la pasión está extrañamente conectada con la obsesión, quizá porque solo quien tiene una idea fija en su mente es capaz de luchar por ella contra viento y marea.

La perseverancia ha sido un ingrediente a menudo olvidado en las consideraciones sobre el talento. Por motivos difíciles de explicar, la imagen de una persona entregada a un esfuerzo constante durante meses o años no ha gozado de popularidad, y la sociedad se ha dejado cautivar a cambio por prodigios salidos de la nada, por supernovas fulgurantes con base supuestamente genética, talentos de nacimiento capaces de sacar un conejo de una chistera sin pestañear.

Pero incluso la más mínima confrontación con la realidad muestra con claridad que el talento no tiene nada de mágico. Una de las investigaciones más conocidas sobre el éxito muestra que en la mayoría de los casos la maestría en una profesión no está determinada desde el nacimiento, sino que se debe a lo que llamamos práctica deliberada, que significa un esfuerzo paciente y constante durante mucho tiempo. Dicen que durante al menos diez mil horas. Y solo desear algo con pasión puede producir tan entregada dedicación.

Por eso la pasión y el talento son casi casi sinónimos.

Talento dialógico

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La evolución de los mercados y de las tendencias sociales, y la interacción entre ambas, hace que las necesidades que las personas plantean en buena parte del globo sean cada vez más complejas. La economía de los bienes dio paso a la de los servicios y, según el modelo de Pine y Gilmore, la siguiente etapa, en la que ya nos encontramos, es la economía de las experiencias. Para crear valor en esta nueva era los conceptos tradicionales se quedan obsoletos, y ante un cliente que busca una experiencia que tenga sentido para él de poco valen los mensajes del marketing tradicional. De igual modo el aseguramiento de la calidad, que fue tendencia en el pasado, es hoy ya un requisito obligado y no una apuesta estratégica. La eficiencia tecnológica se da también por supuesta y tampoco se entiende ya que una empresa carezca de una atención al cliente impecable. La propuesta de valor debe producirse mucho más allá de estos elementos, para llegar de forma auténtica a un cliente que busca productos y servicios también auténticos que tengan que ver con él, con su vida y con su biografía.

Además de las complejidades del mercado buena parte del motivo por el que esto es así hay que buscarlo en los medios sociales, y en su contundente capacidad para generar información genuina que los clientes absorben y utilizan para tomar decisiones. Los medios sociales están poniendo a prueba el talento dialógico de las organizaciones, y todas aquellas que fracasen en el intento de abrir una comunicación abierta y veraz con sus clientes verán también como sus propuestas se deslucen y pierden valor. Nunca antes una capacidad humana tan antigua como la comunicación ha resultado tan crítica para la empresa.

Y más que saber hablar, nunca ha sido tan importante para la empresa saber escuchar.

Consejos creativos

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Dice un sorprendente estudio que realizar movimientos fluidos con los brazos incrementa la capacidad creativa, en concreto el número de ideas que se generan en una prueba y su originalidad. Como todos nos imaginamos que la creatividad tiene que ver con dejarse llevar, con no poner límites ni frenos y, al fin y al cabo, con fluir, el estudio encuentra un curioso acomodo en nuestro mapa de conceptos.

Hay muchas personas que piensan que no son creativas y a las que les gustaría serlo, quizá porque aprecian sus ventajas, porque otras personas les han dicho que les vendría bien, o simplemente porque quisieran experimentarse de otro modo.

Con independencia de si realizar movimientos fluidos con los brazos aumenta o no la creatividad, una verdad evidente es que para ser creativo hay que abandonar el propio mundo y asomarse a otros. Esto se puede facilitar escogiendo una ruta diferente para ir o volver a la oficina, comprando un periódico o revista que uno nunca haya leído, o probando a usar ropa diferente. Puede ser de ayuda también cambiar la disposición del mobiliario del despacho o de los objetos que hay en la mesa, y en general cualquier cosa que altere nuestra rutina diaria.

Porque mientras escapamos de nuestros patrones y avanzamos hacia otras formas de conceptualizar la realidad de repente una chispa surge en algún lado, una que conecta dos ideas aparentemente alejadas pero que tienen sentido dentro de un contexto: eso es la creatividad.

Por eso lo que casi siempre funciona es aproximar nuestro sistema de ideas a una mente diferente. Decía Johansson que en las fronteras entre las disciplinas y las culturas, en lo que él llama la intersección, es donde surgen con más facilidad esas chispas.

Pero hay un primer paso imprescindible: para ser creativo hay que querer serlo.

Que la fuerza nos acompañe

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Decía Kanazawa que el genio es un arma de seducción. Quizá por eso nos sentimos bien creando, porque en el fondo nuestros genes saben que es algo que puede contribuir a perpetuar nuestra especie. La creatividad nos emociona, nos hace felices. Es lo que Csikszentmihályi llama flow, un estado de conciencia en el que apenas hay sensación de esfuerzo y en el que sin embargo estamos altamente concentrados porque lo que hacemos nos embruja, nos produce felicidad. Por cierto, entre sus consejos para desarrollar la creatividad hay uno particularmente sugerente: intentar sorprender todos los días al menos a una persona.

Todos tenemos una fuerza interior respecto a algo, una tarea que no nos cuesta y que nos mantiene concentrados, que nos hace sonreír. Buscarla y prestarle atención, dedicarle tiempo y cultivarla es importante, pues posiblemente en ella esté nuestra mayor aportación al mundo, y a nosotros mismos como enorme fuente de felicidad.

Porque perseverar en aquello que creamos y en lo que creemos no solo es algo grande, sino absolutamente necesario. Si todos los que han inventado medicinas, máquinas o principios de cualquier índole se hubieran detenido en algún momento de su biografía hoy con seguridad la vida no sería como la conocemos.

Necesitamos la creatividad de todos. Hoy quizá más que nunca.

Fritos y refritos

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Cuando constantemente estamos viendo ejemplos de productos o servicios que se parecen alarmantemente unos a otros es difícil proteger y alimentar la originalidad. Por todas partes se oye hablar de creatividad e innovación y sin embargo vemos una y otra vez como alrededor de los buenos guiones, por poner un ejemplo, surge con frecuencia un ecosistema completo de reverberaciones que evidencian que las buenas ideas son escasas. Estamos más acostumbrados que nunca a segundas partes, trilogías y sus derivados, remakes, secuelas, precuelas y todo tipo de productos satelitales.

Otro ejemplo notable es el mundo de la moda, que constantemente visita y revisita tendencias pasadas, haciendo que estéticas que un día fueron el resultado de procesos creativos sociales y culturales a veces contundentes hoy queden reducidas a poco más que una etiqueta. Ha habido movimientos estéticos cuya reformulación ha durado más que los diez años que duró la década a la que pertenecieron.

No es imposible que estos ejemplos y otros al final acaben creando la conciencia de que copiar es algo que simplemente forma parte de la vida. Hoy día las universidades y las escuelas de negocios sufren alarmadas la aparente indolencia con la que los estudiantes fríen y refríen la información, hasta el punto en que la copia se ha convertido casi en un commodity, un ladrillo más de los que utilizan en su edificio formativo.

Nada funcionará si no apoyamos unánimemente el valor de la creatividad.

Pintar, modelar y el progreso

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Los niños son más felices si están pintando o cantando que si están rellenando fichas o memorizando párrafos, es bastante evidente. Por otro lado, siempre hemos considerado deseable que todo el mundo tenga una afición creativa, como modelar barro o cantar. Pero estos son únicamente ejemplos muy elementales de una capacidad humana que en realidad es el pilar fundamental del progreso. Porque, efectivamente, lo que ha permitido que hayamos llegado hasta aquí es la creatividad de personas que se han planteado lo que a nadie se le había ocurrido, o que han pensado que las cosas se podían hacer de otra manera.

Por eso la defensa de la creatividad dista muchísimo de ser un argumento ñoño en pro del desarrollo personal del individuo. Nada avanza si no hay buenas ideas, si no hay ideas nuevas. Es común asumir que debe haber creativos en los departamentos de marketing, pero la realidad es que ninguna organización se puede sostener ya si la cultura no promueve la aparición constante de nuevas ideas. Entre otras cosas porque las nuevas ideas son imprescindibles ante los vuelcos del mercado, y está claro que el mercado está ahora en un vuelco constante.

Las organizaciones se dividen entre aquellas que tienen la creatividad confinada a un departamento, las que buscan activamente chispas creativas entre sus equipos, y por último aquellas en las que todo el mundo tiene claro que las nuevas ideas siempre son bienvenidas. Son estas últimas las imprescindibles para el progreso.

Ser creativos es lo que nos mueve hacia adelante, como empresas y como personas.

El genio de la lámpara

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Pese a que hay abundante investigación al respecto nadie sabe por qué unas personas consiguen lo que se proponen y otras no. Posiblemente la causa del éxito no sea única y en su formulación haya mezclados factores diferentes, como tener objetivos claros, ser constante, encajar bien los fracasos y, claro, tener la suerte a favor. Es también muy probable que lo que funciona para una persona no funcione para otra, porque los objetivos que cada uno persigue son distintos y porque cada persona es también diferente.

Pocas historias han hecho tan flaco favor al emprendimiento humano como la del genio de la lámpara, porque materializa la tendencia que muchas personas tienen a pensar que las soluciones vienen de fuera.

Hace ya tiempo que Bandura demostró que existe una importante correlación entre la expectativa de logro de un objetivo y la consecución real del mismo. Por tanto creer que las cosas son posibles es determinante. Tanto que, en el otro extremo, el fenómeno conocido como profecía autocumplida hace que en ocasiones acabemos provocando precisamente lo que más tememos.

Hay quien ha escalado montañas, descubierto vacunas, escrito libros y creado ingenios antes imposibles de imaginar. Pensar que hay personas que con una genética similar a la nuestra han logrado lo que nosotros sólo nos hemos atrevido a soñar debería motivarnos lo suficiente como para acometer cualquier desafío.

Pero hay que saber que no hay genios embotellados: el éxito nace en el interior de cada uno.

Castillos de arena

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Casi todas las vacaciones de verano y casi todas las fiestas de navidad nos pasa lo mismo: con la adecuada perspectiva sobre el año o el curso que ha pasado, o que está a punto de comenzar, volvemos a pensar sobre nuestra vida y encontramos que hay cosas que quisiéramos cambiar. Hay quien se promete que va a dejar de fumar, otros piensan que deberían comer menos o mejor, algunos más definitivamente van a comenzar a hacer deporte y otros han decidido que este es el año en que, por fin, van a aprender inglés.

En la empresa nos pasa lo mismo: volvemos de las vacaciones cargados de deseos sobre cosas como dar más importancia a la creatividad y la innovación, centrarnos en los clientes que de verdad generan valor, controlar más los costes en los proyectos o hacer una serie de cambios organizativos que se nos antojan ya imprescindibles.

Durante los meses estivales los niños hacen castillos de arena, pequeñas construcciones que luego la marea engulle. A veces los planes que los adultos hacemos durante estos meses se parecen a los castillos de arena porque desaparecen con el primer frío del otoño. Hay un estudio que revela que durante la primera semana tres cuartas partes de las personas tienen éxito en este tipo de resoluciones, pero resulta que sólo una de cada cinco lo mantiene a los dos años. El mismo estudio recoge que más de la mitad de las personas que fracasan en una de estas decisiones se vuelven a plantear lo mismo al año siguiente.

Así que estos castillos de arena se levantan una y otra vez entre creciente y vaciante, como Sísifo tenía también que empujar su pesada roca cuesta arriba para luego ver con impotencia como rodaba ladera abajo.

Y es que no hay reto más complejo que el de convertir nuestros sueños en realidad.

El liderazgo vidente

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Se debería estudiar más la importancia real que el conocimiento técnico tiene en el liderazgo. Hay una metáfora falsa que hace igual daño a la formación y al liderazgo, y es la del sabio venerable. Por algún extraño motivo cultural a menudo nos situamos en una situación de dependencia frente a aquel que nos enseña y pensamos que el formador, el profesor o el catedrático tienen siempre que saber más que sus alumnos. De igual forma está instalada la peligrosa creencia de que el jefe tiene que saber más que nadie. Pero la verdad es que a ningún maestro honra que sus discípulos permanezcan con él toda la vida.

El liderazgo tiene mucho de resonar, bastante de recombinar y, de vez en cuando, algo de circular. Sin embargo, un jefe que siempre sabe más que sus colaboradores les coloca en una improductiva zona de confort, en la que también él se sitúa. Y si no sabe más, pero quiere aparentar que sí, lo que ocurre entonces es que genera un ambiente de intracompetitividad complicada y absurda. Es bien sabido que aquellas personas que han llegado lejos en la consecución de sus objetivos personales y profesionales es, entre otras cosas, porque se han sabido rodear de personas capaces, a veces mucho más que ellos. Porque la esencia del liderazgo, como la de la formación, no está en el saber, sino en el saber hacer y, sobre todo, en el saber ser.

Ni ser el mejor analista de sistemas, ni ser el mejor banquero o el mejor arquitecto dan un solo punto para ser un buen líder. El liderazgo es una combinación de competencias específicas que son diferentes a las que cada profesión tiene.

Los líderes son personas con visión con las que gusta estar, personas que trazan senderos en los que todos se ven integrados. Los líderes no saben de todo y lo admiten, cometen errores y los contemplan, los de ellos o los de sus colaboradores, como puzzles que hay que resolver y no como disparos que dañan. El conocimiento es una cosa y el liderazgo otra.

Porque la esencia del liderazgo está, por encima de todo, en la visión.

El liderazgo resonante

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Los tiempos están cambiando, quizá hayan cambiado ya para siempre y sea muy cierto eso de que bajo cierta perspectiva nuestra situación no tiene nada de crisis transitoria sino de una profunda redefinición de las claves sobre las que se apoya la evolución de la economía.

Una de las vertientes dentro de estas nuevas formas de concebir el liderazgo es la resonancia, un sorprendente concepto de Boyatzis. Resonancia quiere decir que hay una sintonía entre el líder y la gente que le rodea. Que los mismos ecos resuenan en unos y otros dentro de un estado de ánimo en general positivo. Que el equipo está sincronizado a nivel emocional con quien les guía.

Si recordamos algunas de las personas que a nuestros ojos han sido buenos líderes enseguida encontraremos que por debajo de razonamientos y argumentos hay un impulso que nos une a esas personas, casi una sensación. Es un lazo casi instintivo que está basado en capas de nuestra conciencia que no percibimos. Los líderes resonantes, según parece mostrar la investigación, provocan un patrón de activación y desactivación en las áreas cerebrales de sus colaboradores que es completamente diferente al que producen los líderes disonantes.

Esto no debe sorprender porque el liderazgo no es ni una moda ni un descubrimiento moderno, y ni siquiera pertenece exclusivamente al campo de las organizaciones. Siempre ha habido alguien en quien confiar y a quien seguir. Incluso los monos de los que venimos tenían sus líderes. Por tanto las claves y lecciones sobre el liderazgo están grabadas en nuestra anatomía más profunda.

El liderazgo de verdad conecta con lo que en el fondo somos.