Decía Kanazawa que el genio es un arma de seducción. Quizá por eso nos sentimos bien creando, porque en el fondo nuestros genes saben que es algo que puede contribuir a perpetuar nuestra especie. La creatividad nos emociona, nos hace felices. Es lo que Csikszentmihályi llama flow, un estado de conciencia en el que apenas hay sensación de esfuerzo y en el que sin embargo estamos altamente concentrados porque lo que hacemos nos embruja, nos produce felicidad. Por cierto, entre sus consejos para desarrollar la creatividad hay uno particularmente sugerente: intentar sorprender todos los días al menos a una persona.
Todos tenemos una fuerza interior respecto a algo, una tarea que no nos cuesta y que nos mantiene concentrados, que nos hace sonreír. Buscarla y prestarle atención, dedicarle tiempo y cultivarla es importante, pues posiblemente en ella esté nuestra mayor aportación al mundo, y a nosotros mismos como enorme fuente de felicidad.
Porque perseverar en aquello que creamos y en lo que creemos no solo es algo grande, sino absolutamente necesario. Si todos los que han inventado medicinas, máquinas o principios de cualquier índole se hubieran detenido en algún momento de su biografía hoy con seguridad la vida no sería como la conocemos.
Necesitamos la creatividad de todos. Hoy quizá más que nunca.