
Durante años los distintos gobiernos que han pasado por la Generalitat Valenciana han justificado las pérdidas y el coste económico para las arcas autonómicas que suponía la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia por lo que denominaban su "rentabilidad social": su impacto como imán turístico y su peso como centro cultural.
La empresa pública de la Generalitat Valenciana que gestiona la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia (Cacsa) tradicionalmente ha tenido que enjugar un volumen de pérdidas a la altura de sus colosales edificios, la mayoría de ellos creados por el polémico y mediático Santiago Calatrava.
Sin embargo, la sociedad dueña del complejo acaba de lograr por primera vez en su historia encadenar dos años de beneficios económicos. Cacsa cerró el ejercicio 2024 con un resultado neto de 8,05 millones de euros, lo que supone duplicar el beneficio obtenido del año anterior y romper con una larga tradición desde que iniciara su actividad en 1998, por la que acumulaba cuantiosas pérdidas año tras año.
De hecho, pese a los buenos resultados cosechados desde 2023 la empresa autonómica arrastra un fondo de maniobra negativo por esos números rojos acumulados que sigue por encima de los 170 millones de euros y sólo es viable gracias al soporte de su dueño, la Generalitat Valenciana, con la que mantiene deudas de más de 200 millones.
Con todo, que un cuarto de siglo después de que abriera las puertas el primero de sus edificios el complejo haya alcanzado cierto equilibrio económico era algo por lo que no apostaban muchos valencianos. Un pequeño milagro económico que se ha logrado debido a varias razones.

Las razones tras el giro
Una de ellas es el fuerte tirón del turismo internacional en Valencia, que permitió a Cacsa lograr unos ingresos de 34,89 millones de euros el año pasado, un 2% más, a pesar del impacto negativo de la DANA. La firma estima que dejó de ingresar 3 millones de euros por la reducción de un 50% tanto de visitantes como en la celebración de eventos durante los meses de noviembre y diciembre.
Igual que en la pandemia el confinamiento y las limitaciones dispararon las pérdidas del complejo, ahora el imparable alza de los visitantes a la ciudad del Turia llena las salas de sus centros. Especialmente del que es el motor económico del complejo cultural y de ocio, el Oceanográfic, que roza los dos millones de visitantes anuales. El acuario está gestionado por un concesionario, Avanqua, controlado por Global Omnium-Aguas de Valencia, que aporta un canon anual que depende de sus visitantes. Ese dinero supuso el 62% de los ingresos totales de Cacsa el año pasado.
El año pasado el Oceanogràfic comercializó 1.952.916 entradas, un 3% más. Aunque el año pasado los otros dos recintos con entradas registraron incrementos, sus volúmenes y precios no son comparables. El Hemisfèric fue el que tuvo una mejora evolución, al vender 479.415 entradas, un 18% más con respecto al 2023, frente al Museo de las Ciencias Príncipe Felipe. Además, la empresa pública logró reducir un 12% sus gastos respecto al año anterior, hasta situarlos en 18,5 millones de euros.
Adelgazar monumentos
Pero lo que verdaderamente ha permitido recortar costes en los últimos años ha sido que Cacsa se ha liberado del elevado coste de mantenimiento de dos de sus cinco joyas arquitectónicas. El Palau de les Arts, que alberga ópera y todo tipo de artes escénicas y musicales, se cedió en 2021 a una fundación de la Generalitat con ese nombre que es la que ahora contabiliza las pérdidas económicas de esa actividad deficitaria. Es decir, sigue costando dinero a la Administración autonómica pero no a Cacsa.
Otro de los quebraderos de cabeza económicos, el Ágora inacabado cuyas piezas gigantescas de la parte superior nunca colocadas siguen en un solar abandonadas cerca del complejo, es desde 2022 la sede del CaixaForum de Valencia. Mediante un acuerdo, la Fundación La Caixa asumió la gestión y el mantenimiento de ese espacio, unos 8 millones de euros anuales que se descuenta Cacsa.
De esa forma, la empresa pública valenciana en la práctica apenas gestiona directamente el Hemisféric y el Museo, ya que Avanqua también corre con buena parte de los gastos del Oceanogràfic.