El idioma o la distancia ya no suponen una barrera para viajar. Sin límites, coger un avión, un tren o un barco a cualquier lugar del mundo se ha convertido en un lujo democratizado, con independencia del nivel adquisitivo. Sin embargo, todo tiene sus riesgos, ya que cada vez es más difícil encontrar ciudades que no estén masificadas y abarrotadas de visitantes. Todo el mundo va a los mismos sitios, quiere la misma foto y visitar los lugares que salen en las redes sociales. Un auge de la demanda en los viajes ha provocado un aumento de la oferta hotelera y la aparición de más pisos turísticos, además del fortalecimiento de empresas como Airbnb o Booking. Todo esto hace que el término "saturada turísticamente" sea cada vez más habitual.
No cabe duda de que el turismo es una de las principales fuentes de ingresos de la economía, generador de riqueza y de empleo de las ciudades. De hecho, según las cifras publicadas por Exceltur, la patronal hotelera, en 2023, el turismo aportó casi el 13% del PIB español. Por su parte, desde el Ministerio de Industria y Turismo, apuntan que el número de turistas internacionales que visitaron España el año pasado superó los 85 millones, un 18,7% más en comparación con 2022, y un 2% por encima de los datos pre-pandemia.
Ahora bien, no es oro todo lo que reluce y el turismo también puede tener consecuencias negativas si no se controla. Por ejemplo, puede contribuir a intensificar las tensiones socioculturales, la dependencia económica y la degradación ambiental. En palabras del presidente de Exceltur, Gabriel Escarrer, "el turismo tiene un importante peso en la creación de riqueza y del cada día mayor y mejor empleo, fomentando directa e indirectamente la puesta en marcha de muchas otras actividades, y es uno de los principales motores de la economía española. Sin embargo, el horizonte deseado de un turismo socialmente más sostenible cada día nos obliga a consensuar y avanzar hacia políticas públicas más prioritarias y decididas, junto a prácticas empresariales más innovadoras y respetuosas".
Ante esto la turismofobia, o más conocido como "el odio hacia los turistas", está ganando cada vez más peso, pudiendo llegar a ser un reto para el sector. Este término no es novedoso, es ya casi habitual ver manifestaciones en contra de la masificación turística o movimientos vandálicos contra los pisos turísticos. La turismofobia es un movimiento global, que afecta a todos los países por igual. Pero, ¿por qué surge este sentimiento? Algunas de las principales causas son el auge de los precios de la vivienda para los residentes (tanto de alquiler como de compra), la privatización del espacio público, la congestión de las calles, el deterioro generalizado del entorno, la contaminación acústica e incluso la pérdida de la identidad local.
La turismofobia se puede explicar a partir de tres teorías. Una de ellas es el índice de Irritación Turística, impulsada por el economista George Doxey en 1975. Este alega que con la llegada de los primeros turistas hay euforia por los posibles beneficios que van a aportar. Luego se van familiarizando con ellos. Cuando llegan demasiados, los equilibrios pactados tácitamente se debilitan. Aparece la irritación que, al cabo del tiempo, se puede convertir en rechazo. En esta última fase es cuando surge la turismofobia. Otra forma de medir el turismo es la capacidad de carga turística, defendida por la experta Ainsley O´Reilly. La Organización Mundial del Turismo (OMT) afirma que es "el número máximo de personas que pueden visitar un destino turístico al mismo tiempo, sin causar destrucción del entorno físico, económico, sociocultural ni una disminución inaceptable de la calidad de satisfacción de los visitantes". Y, por último, estaría el ciclo de Vida Turística, que diferencia seis fases: exploración, cuando todavía van pocos turistas porque el destino no se conoce; implicación, empiezan a mejorar las instalaciones para ser más atractivos; desarrollo, empieza a aumentar la oferta turística; consolidación, llegada imparable de viajeros; estancamiento, el destino ya está saturado; y declive, los turistas se van una vez que han sobreexplotado todos los recursos.
Venecia fue una de las primeras víctimas del turismo masivo. Los paseos por sus canales se convirtieron en una de las principales atracciones para los viajeros. Se estima que, de media anual, la ciudad de los canales recibe 30 millones de visitantes, y de estos, dos tercios solo están en la ciudad un día. Estas son cifras muy elevadas si se compara con el número de residentes, que apenas es de 60.000 personas. Por ello, Venecia ha tratado de poner coto y a finales del pasado mes de abril anunció un peaje para turistas. Es decir, quienes quisieran visitar la ciudad tendrían que pagar una tasa de 5 euros, aunque estarán exentos los ciudadanos de la región del Véneto, los que van a trabajar o al médico, los que se alojan en los hoteles del centro o en casas de amigos, además de las personas que vayan sólo a las islas.
Esta iniciativa, que se ha llevado ahora a cabo, se remonta a 2019 cuando el gobierno italiano aprobó la propuesta del gobierno municipal de Venecia. El objetivo de la llamada "tasa contributiva de entrada" es que los turistas se replanteen su viaje y no vayan. Sin embargo, no está tan claro que funcione. "Se trata solo de un modo de monetizar sin resolver el problema porque no se ha puesto un límite a la entrada", explicaba en una rueda de prensa el concejal Marco Gasparinetti.
Japón también está sufriendo los efectos del turismo masivo, pues ha pasado de tres a 25 millones de turistas en solo un año, tal y como apunta la Organización Nacional de Turismo de Japón. Para evitar esto, el país ha empezado a emprender medidas. Por ejemplo, en el pueblo montañoso de Kawaguchi, el Gobierno ha puesto una valla de casi dos metros para evitar que la gente se saque fotos en el borde de la carretera. Además, quien quiera subir a la montaña deberá pagar un impuesto de 2.000 yenes (unos 12 euros al cambio actual).
En el caso de España, según los datos recogidos por el Instituto Nacionalde Estadística (INE), las ciudades que recibieron más viajeros el año pasado fueron:Cataluña (18 millones, un 21,2% más que en 2022), las Islas Baleares (14,4 millones, un 9,1% más) y las Islas Canarias (13,9 millones, un 13,1% más). En Cataluña existe, desde hace casi una década, la Assemblea de Barris pel Decreixement Turístic (ABDT) y alegan que "no se trata de turismofobia, sino de turistificación", entendido como el impacto que tiene en un barrio o ciudad que todos los servicios e instalaciones se enfoquen en el turista. "Trabajamos para conseguir un descenso de la actividad económica del sector turístico y poder desviar ese peso a otros sectores, y dejar de ser tan vulnerables ante las crisis, como ocurrió durante la pandemia. Sin embargo, la comunicación con el Ayuntamiento de Barcelona es escasa. Hemos pedido una reunión, pero aún no nos han atendido. Tampoco nos sentamos ya a hablar con el conglomerado turístico, pues ellos solo miran por su propio beneficio", aseveran a este periódico fuentes de la asamblea. Y agregan que "las instituciones públicas deben dejar de promocionar, con fondos públicos, la ciudad y hay que detener las subvenciones al turismo".
Este verano se celebra en Barcelona la 37.ª Copa América, "se prevé que lleguen más de dos millones de turistas. Esto hace que la vivienda esté desbocada con unos precios elevados, además del impacto en la movilidad y en el medio ambiente. Este evento está generando ya mucha tensión", explican desde la asamblea.
En el caso de las islas el índice de irritabilidad turística se ha disparado en los últimos años. El auge de los hoteles, las aerolíneas de bajo coste y las plataformas tecnológicas pusieron a las islas en el punto de mira de millones de viajeros. El turismo es el pilar de ambas regiones, lo que ha hecho que sectores como la agricultura o la pesca tengan una menor cabida en la economía.
Antes esta situación, ¿qué medidas pueden tomas desde las instituciones? La ministra de Vivienda y Agenda Urbana, Isabel Rodríguez, alegó, en una entrevista para Telecinco el pasado mes de junio, que desde el Gobierno se están planteando una posible modificación de la Ley de Propiedad Horizontal para vetar los apartamentos turísticos en las comunidades de propietarios, pues, según la ministra, el incremento de este tipo de pisos está afectando al acceso de una vivienda digna; sin embargo, en la España despoblada, este tipo de residencias están aportando actividad económica y favorecen el impulso del turismo.
Desde el Gobierno ven necesario encontrar un equilibrio entre ambas realidades. En relación con esto, desde la ABDT afirman que "es cierto que se detuvieron las licencias en un área de la ciudad; pero esto no es suficiente porque otros barrios han crecido mucho más y es una mirada municipal, cuando debería ser una cuestión de todos". Asimismo, explican que otra medida podría ser "reducir la movilidad del avión, porque es el medio de transporte que más contamina. Otro de nuestros objetivos es el cierre anticipado de las terminales de cruceros y en el corto-medio plazo lograr la eliminación total de los cruceros en el puerto de Barcelona".
Además, desde la patronal turística han impulsado un Manifiesto por un turismo responsable, inclusivo y regenerativo. El turismo que todos queremos. Ante esto el presidente de Exceltur confirmaba, en una rueda de prensa a principios de este mes, que "hemos concretado 80 propuestas de actuación en cinco ejes, asociados a la saturación, la gentrificación, el empleo, el medioambiente y la gobernanza. El manifiesto está abierto a cuantos actores del sector y agentes sociales deseen enriquecerlos y ser parte activa del proyecto Turismo Bien".