
Entras a cualquier web y ahí aparece. ¿Deseas aceptar las cookies? ¿O solo las necesarias? Aunque el click es hoy instintivo, la llegada del banner de cookies de forma obligatoria a todas las web de la Unión Europea desde finales de 2020 cambió para siempre el paisaje del internet europeo.
En pos de la privacidad y evitar el seguimiento masivo que hasta entonces se hacía de nuestros intereses para mostrarnos publicidad, apareció esta nueva decoración estandarizada para todos los portales que usaran cualquier tipo de estos pequeños fragmentos de códigos llamados cookies.
Ahora bien: ¿Qué efectos colaterales ha tenido? Ahora sabemos, según un informe de la consultora Legiscope que bastante tiempo haciendo clic en 'aceptar' y mucho más dinero.
Los avisos de cookies: buenas intenciones, resultados dudosos
La normativa sobre cookies se originó en un contexto de preocupación creciente por la privacidad online. Durante los últimos años, los usuarios se han vuelto más conscientes del uso y abuso de sus datos personales por parte de grandes empresas tecnológicas. En este contexto, el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) de la Unión Europea introdujo medidas para garantizar transparencia y consentimiento informado todavía más profundas, si bien los banners de aviso procedían ya de normativas anteriores.
Las cookies, esos pequeños fragmentos de datos que los sitios web almacenan en nuestros dispositivos, permiten desde mantenernos conectados en nuestras cuentas hasta personalizar anuncios publicitarios según nuestras preferencias. Aunque algunas son esenciales para el funcionamiento de una página, muchas otras rastrean nuestros hábitos sin que nos demos cuenta. La normativa buscaba cambiar esto, empoderándonos para decidir qué datos queremos compartir.
En total, el informe de Legiscope estima que en la UE empleamos 575 millones de horas anualmente entre todos los ciudadanos en aceptar cookies y que eso nos cuesta más de 14.000 millones de euros. A efectos de España, que es el cuarto país que más horas invierte, esto supone 60 millones de horas y 1.500 millones de euros.
La problemática, lejos de ser anecdótica, tiene implicaciones económicas y legales significativas. A medida que los países europeos intentan competir en un entorno global dominado por Estados Unidos y China, dedicar recursos valiosos a procesos ineficientes podría ser un lujo que no pueden permitirse. El debate de fondo es claro: ¿es momento de repensar las leyes de privacidad digital hacia modelos más eficientes?
Las cifras del tiempo perdido al "aceptar cookies"
El análisis del tiempo que los europeos dedican a los banners de cookies pone en evidencia un problema de eficiencia, según los investigadores. Según los cálculos, el usuario promedio interactúa con 1.020 banners al año, dedicando aproximadamente 1,42 horas anuales solo a aceptar o rechazar términos. A primera vista puede parecer poco, pero al multiplicarlo por los 404 millones de usuarios de internet en Europa, el resultado es abrumador: 575 millones de horas anuales.
Los países más poblados como Alemania y Francia lideran el gasto de tiempo, con 107,35 y 86,85 millones de horas anuales respectivamente. Sin embargo, incluso países más pequeños como los Países Bajos o Austria experimentan pérdidas significativas que, cuando se traducen a términos monetarios, reflejan un coste acumulado de 14.375 millones de euros.
El coste en productividad: ¿Qué podríamos hacer con esas horas?
El tiempo perdido tiene equivalentes impactantes: más de 287.500 empleados a tiempo completo dedicando jornadas laborales completas a hacer clic en estos banners. Esta pérdida de productividad no solo afecta a los usuarios, sino que también repercute en empresas y administraciones públicas que dependen de una interacción ágil con sus usuarios digitales.
El origen de los banners: buenas intenciones, ejecución fallida
El origen de los banners de cookies remonta al ePrivacy Directive 2002/58, una normativa pensada para proteger la privacidad en un internet incipiente. Sin embargo, la realidad actual desvirtúa en gran medida estos objetivos. La mayoría de los banners sirven principalmente para:
- Gestionar analíticas web y la eficiencia de anuncios.
- Permitir el funcionamiento básico de pequeños negocios online.
- Mitigar riesgos legales teóricos más que evitar el rastreo masivo.
Es importante destacar que los mecanismos de rastreo complejos requieren procedimientos legales como órdenes judiciales, lo que hace improbable un seguimiento exhaustivo para la mayoría de usuarios.
La realidad: consentimiento automático y fatiga del usuario
La constante exposición a estos mensajes genera una "fatiga de consentimiento", donde los usuarios, más que leer los términos, aceptan todo por inercia. Esto no solo neutraliza los supuestos beneficios de la regulación, sino que refuerza una relación de desconfianza hacia las plataformas digitales.
¿Qué alternativas se plantean?
Desde Legiscope plantean algunas posibles soluciones a medio plazo, como la exención para negocios pequeños: Otorgar excepciones a webs que utilizan cookies exclusivamente para funciones básicas o analíticas podría liberar a millones de usuarios de interacciones innecesarias. Además, promover tecnologías que gestionen las cookies automáticamente según las preferencias del usuario sería un avance hacia una experiencia digital más fluida.
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