
Un buen día, IBM decidió dar la vuelta a su negocio y dejar de vender ordenadores. Fue hace casi 15 años, cuando la compañía tecnológica apostó por los servicios y prescindió de los 'cacharros'. Vendió su negocio de ordenadores a la china Lenovo y abordó la transformación digital lustros antes de que el asunto estuviera en las agendas de todas las empresas. Algunos pensaban que aquello sería un suicidio. Sacrificar su legendario hardware por el aire del software y la consultoría supondría la ruina de una compañía con más de un siglo de historia. Pero el tiempo demostró que la clarividencia, la agilidad y la audacia no están reñidas con los gigantes.
Salvando las distancias, algo parecido a ese caso de éxito de IBM se atisba ahora en Apple. La compañía de Cupertino andaba inquieta por la peligrosa dependencia de los dispositivos. Los iPhones, los iPad y los Mac siguen alimentando a la mayor empresa por capitalización del mundo -y lo seguirán haciendo durante muchos años- pero comienza a ganar importancia los negocios relacionados con los servicios. A los anteriores se añaden los relojes inteligentes, Apple Watch, y los recientemente estrenados auriculares Air Pod Pro.
Según las cuentas que la multinacional presentó el pasado miércoles por la noche, la quinta parte de sus ingresos ya tienen su origen en ofertas que no necesitan carcasas. Se trata de un negocio de más de 12.500 millones de dólares, cifra que promete dispararse en el próximo ejercicio al calor del lanzamiento del Apple TV+, con un catálogo de películas, series y documentales en streaming que desde hoy pretenden arañar cuota de mercado a Netflix, HBO y Disney+. Las expectativas invitan al optimismo gracias a un mercado potencial de más de 900 millones de usuarios de iPhone predispuestos a probar las novedades de la marca, y animados con la gratuidad del videoclub online para aquellos compradores de nuevos dispositivos de la manzana.
El giro de Apple hacia los servicios no es nuevo. Ni mucho menos. La tienda de contenidos multimedia iTunes nació con el siglo. Hace ahora 11 años, Apple se inventó AppStore, una tienda de aplicaciones para sus dispositivos inteligentes que reportaba a la compañía el 30% del precio de cada descarga. El iCloud ofrece su almacenamiento digital en la nube desde hace ocho años, iBook desde hace nueve años y Apple Music lleva compitiendo con Spotify desde el 2015. Las compras más celebradas de la compañía que lidera Tim Cook dejan clara sus intenciones: Hace dos años adquirió Shazam Entertainment (aplicación para identificación de música), en 2017 compró inVisage Tecnologies (tecnología para animar y recrear imágenes) y un año después hizo suya a Texture (el Netflix de la prensa). A todo lo anterior se añade la popularidad de los pagos digitales, de la mano de Apple Pay, que ya proporcionan pingües rendimientos al grupo.
Esa apuesta hacia los productos digitales, el software, el conocimiento y los contenidos atenúan la dependencia del grupo a las veleidades de las manufacturas o el suministro de equipos o componentes, generalmente muy relacionadas con China, el enemigo comercial de la administración Trump. Gracias a la contribución creciente de los servicios, con máximos históricos en estas divisiones, Apple ha logrado cerrar su mejor cuarto trimestre de su historia.
El hito resulta especialmente meritorio ya que coincide con tres meses en los que las ventas de iPhones cayeron el 9%, hasta los 33.400 millones, sin que la compañía ofreciera visibilidad sobre la cifra de terminales comercializados. No obstante, los analistas esperan una mejora generalizada de las ventas del móvil de Apple en la próxima temporada navideña. Para mayores males, las ventas se redujeron tibiamente en Europa, China y Japón, cuyo efecto se compensó con creces con el mejor rendimiento en el resto de Asia y, especialmente, en los Estados Unidos.
En total, Apple logró crecer un 2% respecto al año anterior, con ventas trimestrales de 64.800 millones de dólares, y un incremento del beneficio por acción del 4%, que se traduce en 3,03 dólares adicionales por acción.