
Las abrochas en la muñeca y sólo tienes que acercarlas a un lector para coger una cerveza cuando pase el camarero. La sencillez y comodidad de las pulseras RFID (identificación por radiofrecuencia, en sus siglas en inglés) las han convertido en imprescindibles en actividades multitudinarias como conciertos o citas deportivas, especialmente desde el año 2015, cuando fueron utilizadas en festivales tan populares como el Sónar de Barcelona.
Estos dispositivos funcionan sin necesidad de batería -cada vez que se acercan a un lector, reciben una onda electromagnética que las alimenta al transformarse en energía- y contienen los datos básicos de identificación de su portador y su cuenta bancaria asociada, con el fin de permitir realizar pagos.
Eso sí, mientras que para el asistente a un festival supone una cuestión de comodidad, para los organizadores se trata de dinero. Mucho. Según las empresas del sector de los brazaletes con radiofrecuencia como Glownet o Front Gate Tickets, cada persona se deja un 15% más de media en consumiciones dentro del recinto. Es decir, sin contar con un monedero virtual, las cervezas hubieran fluido de un modo más limitado.
La tecnología RFID, además de permitir un acceso electrónico al recinto y controlar el aforo, recoge el comportamiento de los asistentes en forma de datos
Más allá de la opción nada desdeñable de engrosar la caja -teniendo en cuenta que el negocio de los festivales de música es cada año más floreciente-, estas pulseras también proveen a la organización de un conocimiento muy concreto y valioso. La tecnología RFID, además de permitir un acceso electrónico al recinto y controlar el aforo con la mayor precisión, recoge el comportamiento de los asistentes en forma de, cómo no, datos.
Las pulseras registran cuánto dinero se ha cargado en su función de monedero, cuánto se ha consumido y el consumo en sí que ha realizado el portador. Este consumo es pormenorizado, porque establece las horas en las que fue más intenso y por qué productos se ha decantado el asistente al evento. Asimismo, las pulseras 'espían' qué camareros han vendido más.
Si sumamos a esto los detalles del movimiento de los usuarios -en qué zonas han estado, a qué conciertos han asistido, si han accedido a espacios exclusivos-, obtenemos una importante ficha del cliente. Toda esta cantidad de información, con el debido análisis, puede redundar en toma de decisiones y estrategias destinadas a seguir engordando los ingresos para adaptar las ventas a las preferencias de los asistentes. También permite a los festivales formular propuestas a los patrocinadores que les garanticen más visibilidad o una mayor interacción con los asistentes.
Explosión de datos entre concierto y concierto
El hecho de conocer en qué espacios del festival ha estado el usuario en un momento determinado, a qué conciertos ha asistido o qué ha consumido permite complementar los datos que los usuarios ceden a los festivales de forma directa. "Ya sea en el momento de comprar la entrada, vincular la pulsera RFID a su usuario y número de cuenta, conectarse al wifi o descargar la aplicación, se dan muchos momentos en los que un cliente de un festival puede que ceda datos personales a la empresa organizadora, al igual que ocurre en la prestación de servicios digitales en otro tipo de actividades", explica el catedrático de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la Universitat Oberta de Catalunya Xavier Vilajosana.
Con esta información, hay festivales que ya ofrecen servicios personalizados, como invitar a pastel y cava a los asistentes que celebran su cumpleaños o aplicar un descuento a los que han asistido en anteriores ediciones.
Sobre esta explosión de datos personales que rodea a estas citas, según Vilajosana, en nuestra sociedad, a diferencia de otros países, la actitud de los usuarios es poco exigente. "Con la digitalización cada vez más exponemos nuestra información, y no somos conscientes ni exigentes a la hora de reclamar que nos amparen las condiciones que aceptamos para disfrutar de un servicio", apunta el catedrático. Para este experto, actualmente "hay poco debate social acerca de si el cliente debe poder decidir si quiere asistir a un acto o disfrutar de unos servicios sin ceder sus datos". Vilajosana considera importante que se abra esta discusión porque "en los próximos años, la sociedad debería evolucionar hacia un desempoderamiento de quienes controlan la tecnología digital", más allá de la comodidad que perciban los ciudadanos con este tipo de sistemas.