No hace falta ser ningún experto en historia de los videojuegos para haber oído hablar alguna vez de Nintendo, una de las compañías de entretenimiento electrónico más populares de todo el planeta. Lo que quizá no todo el mundo sepa es que dicha empresa, por increíble que nos parezca, fue fundada en Japón a finales del siglo XIX (sí, sí, diecinueve, no nos hemos equivocado), concretamente en el año 1889.
Por aquel entonces, Nintendo se dedicaba a la fabricación y venta de 'hanafuda', unas barajas tradicionales de naipes japoneses que se utilizan en diversos juegos de mesa. Fue Hiroshi Yamauchi, bisnieto del fundador, quien decidiera -allá por la década de los años sesenta- abrir nuevas y sorprendentes líneas de mercado, tales como una filial de taxis, un canal de televisión y hasta una cadena de los allí conocidos como hoteles del amor (habitaciones que se alquilan por horas para novios que buscan algo de intimidad).
Sin embargo, a partir de los años setenta, Nintendo comenzó a tener cierto éxito en el mundo de la juguetería, llegando a lanzar al mercado algunas innovadoras creaciones mecánicas, como el 'Ultra Hand', una especie de brazo robótico -muy primitivo- que permitía atrapar objetos a distancia (se llegaron a vender más de un millón de unidades en Japón).
Shigeru Miyamoto, en una imagen de los años ochenta
Yamauchi fue uno de los primeros empresarios jugueteros del mundo en darse cuenta de la importancia que iban a cobrar en el futuro los videojuegos -sobre todo entre los más jóvenes- y pujó fuerte por ser el distribuidor en su país de Magnavox Oddyssey, la primera consola doméstica.

A partir de esta licencia, la propia Nintendo acabaría desarrollando una consola portátil de formato rectangular (algo parecido a un pequeño estuche que se abría como un libro) que tan sólo disponía de un único juego. Eran las llamadas Game&Watch, una idea revolucionaria que resultó ser todo un bombazo (aunque hoy nos puedan parecer antiguallas piezas de arqueología, en aquellos primeros años ochenta, causaron sensación en los colegios españoles entre los integrantes de lo que hoy se conoce como Generación EGB).
Nintendo controlaba perfectamente los gustos y costumbres del público asiático, pero no tenía experiencia en el occidental mercado norteamericano. Yamauchi decidió que había llegado el momento de dar el salto a los EE UU y exportó miles de máquinas recreativas de 'Radar Scope', un juego de marcianitos extremadamente popular en Japón (sólo le superaba en fama y beneficios el inolvidable 'Comecocos').
Versión junior de la consola Game&Watch del 'Donkey Kong'
Por alguna razón, sin embargo, a los norteamericanos no les gustó nada aquel juego oriental. Fue un fracaso tan estrepitoso que llevó a la casa madre al borde de la ruina. Era el año 1981 y Nintendo corría serio peligro de desaparecer después de casi cien años de historia.

Fue entonces cuando Yamauchi, un tanto desesperado por no encontrar diseñadores profesionales de videojuegos en su compañía, decidió darle una oportunidad a un chaval novato al que acababan de contratar, Shigeru Miyamoto (quien acabaría convirtiéndose en una de las futuras leyendas del sector), a quien encargó crear desde cero un nuevo videojuego en exclusiva para Nintendo
Aquella era una decisión sumamente extraña y arriesgada ya que, dentro del cerrado y muy jerárquico sistema empresarial japonés, un recién llegado tendría que 'hacer mucha mili' (como se dice popularmente) antes de asumir una responsabilidad de este calibre.
Para inspirarse, Miyamoto se dejó caer por aquellos antiguos salones de recreativos de los años ochenta y, durante semanas, observó y estudió los gustos de los chavales. Al final, comprendió que los videojuegos que estaban más de moda por entonces se caracterizaban por tener argumento, esto es, una pequeña historia introductoria (a modo de breve película) que el usuario debía interiorizar.
Se le ocurrió entonces una historia muy sencilla: un gorila enorme (basado levemente en el personaje de King Kong) se escapa de la jaula donde lo tiene encerrado su dueño, un carpintero, y secuestra a la novia de éste. El hombre intenta atraparlo, pero el animal le va lanzando unos barriles desde lo alto que él debe esquivar mientras trepa por unas rampas con escaleras.
Los grafismos eran muy primitivos, casi estáticos, y el nombre elegido 'Donkey Kong' era una traducción chapucera sin demasiado sentido en inglés (al parecer, Miyamoto -sin demasiados conocimientos de la lengua de Shakespeare- utilizó para un diccionario de bolsillo).
A pesar de tan nefastos presagios, 'Donkey Kong' se convirtió en un éxito de ventas sin precedentes en todo el mundo, salvando a Nintendo de la bancarrota (no sólo eso, le hizo ganar cientos de millones) y convirtiendo al gorila de los barriles en un icono de la historia de los videojuegos ('Donkey Kong' protagonizaría numerosas versiones y adaptaciones de todo tipo).
Yamauchi quedó tan encantado con el resultado que le encargó un nuevo videojuego al 'novato'. Miyamoto pensaría esta vez en un fontanero italiano (en vez de en un carpintero) que se llamaba Mario Bros... (quizá les suene, ¿no?). Pero ésa ya es otra historia.
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