
La ya conocida como turismofobia no solo está haciendo un flaco favor a la imagen de España como potencia turística internacional, sino que pone en riesgo la buena salud de un sector que ha contribuido de forma relevante a la recuperación de la economía española. Atacar al turismo equivale a poner en riesgo el 11 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) y del 13 por ciento del empleo generado en nuestro país. Esto son más de 2,3 millones de puestos de trabajo en hostelería, transportes, servicios y otras actividades relacionadas.
Basta un dato para hacerse a la idea de la relevancia de esta industria como ariete del crecimiento económico: los más de 36,6 millones de turistas que visitaron España solo en el primer semestre del año gastaron 37.217 millones de euros, un 15 por ciento más que en 2016. Y todo apunta a que el gasto turístico volverá a romper máximos en un año en el que, según las previsiones, se registrará un nuevo récord de llegadas, hasta el punto de superar la barrera de los 80 millones de turistas.
Los ataques sufridos en las últimas semanas se concentran donde el turismo parece estar superando la capacidad de determinadas regiones, como es el caso de Cataluña, Baleres o la Comunidad Valenciana, pero cabe recordar que la actividad relacionada con el sector supone el 12 por ciento del PIB catalán, más del 13 por ciento del valenciano y cerca del 45 por ciento de la riqueza balear, donde aporta hasta el 32 por ciento del empleo.
Un empujón que va a más
La aportación del sector al empleo, además, ha sido ascendente durante los años de crisis. En el caso de Cataluña, donde se han producido la mayoría de actos de turismofobia en las últimas semanas, a 30 de junio 452.300 personas trabajaban en el sector, lo que supone un 13,8 por ciento de la población activa, la proporción más elevada en los últimos años. Dato que le ha llevado este ejercicio a superar la media española, que hasta 2017 era superior.
Esta mayor ocupación es consecuencia de muchos años de crecimiento del número de turistas que se aloja en Barcelona y en Cataluña. De acuerdo con datos del Idescat, desde 2013 han crecido initerrumpidamente el número de visitantes que se alojan en establecimientos hoteleros. En concreto, la ocupación durante el pasado junio creció un 7,8 por ciento en comparación con el mismo periodo del año anterior. En números absolutos significa que durante este junio unos 6,6 millones de personas pernoctaron en hoteles frente a los 5,9 del 2016.
Este incremento, que adelanta una temporada de altas ocupaciones y récord en visitantes, supera incluso el crecimiento medio de los últimos años y pone cifras, de alguna manera, a los argumentos de quienes defienden que el éxito turístico de Barcelona se está transformando en un problema de masificación en ciertas partes de la ciudad. Una reclamación lógica, que, sin embargo, pierde la razón con los ataques de turismofobia que algunos jóvenes radicales están protagnizando en Barcelona.
Estos actos vandálicos, sin embargo, no son nuevos, y las pintadas contra los turistas y los ataques contra hoteles son una tónica que se ha ido imponiendo en los últimos meses, en medio de un ambiente de cierta permisividad, o al menos de poco rechazo público hacia los autores de los ataques.
Un modelo más sostenible
A pesar de que la mayoría de agentes sociales entienden que es necesario buscar un nuevo modelo de turismo sostenible en Barcelona, creen que debería atajarse de raíz estos actos vandálicos que se han producido en la ciudad estos días.
El presidente de la patronal catalana de agencias de viajes (Acave) ve con preocupación que el fenómeno pueda ir en aumento a lo largo del tiempo: "el Ayuntamiento debería erradicar con contundencia este tipo de actos". Asimismo, se quejan de que el Consistorio haya tardado en condenar los ataques y lo haya hecho con la "boca pequeña". El presidente de Acave recuerda que el PIB del turismo sobre el total de la ciudad representa directamente un 13 por ciento, aunque la cifra aumenta a "un 20 si le sumamos todos esos sectores como tiendas u otros servicios que también se benefician del turismo".
La inquietud del sector se ha materializado en un manifiesto firmado por las principales patronales y asociaciones del gremio hostelero y de restauración en el que piden medidas contundentes a Colau para atajar el problema, porque "de no hacerlo, Barcelona y nuestro país tienen mucho a perder". Consideran que estos hechos pueden "producir un mal irreparable con las consecuentes graves afectaciones socioeconómicas que se derivan".
Los actos de Arran, organización vinculada a la CUP, saltaron a la prensa internacional, con un impacto claramente negativo para la imagen de Barcelona y de España.
El Ministrio de Energía, Turismo y Comercio, Álvaro Nadal, aseguró que habrá "contundencia" contra la turismofobia y afirmó que se perseguirán "las actuaciones que se han ido realizando y las que se puedan realizar". La Abogacía del Estado está estudiando personarse en defensa del sector.