
En España hemos presumido de tener uno de los mejores sistemas de salud del planeta y de ser uno de los países punteros en investigación médica. Sin embargo, la pandemia puso de manifiesto que ni lo uno ni lo otro era cierto. El colapso de los hospitales y, sobre todo, de las unidades de cuidados intensivos (UCI) durante la primera ola demostró que tenemos una sanidad de bolsillo, insuficiente para enfrentarse a contagios masivos de la población.
Nuestro país dispone de varias plantas de producción farmacéutica que fabrican vacunas para toda Europa. Asimismo, tiene un buen nivel de investigación clínica sobre la base de moléculas desarrolladas en el extranjero. Pero la ausencia de una legislación que incentive la investigación provoca que estemos en uno de los niveles más bajos de los 27 en este ámbito.
La investigación en universidades alcanza cotas de excelencia, pero las patentes y los descubrimientos los realizan las empresas, no las universidades. El sector biosanitario creció de manera constante en los últimos años, hasta alcanzar el 6% del PIB. Disponemos de importantes empresas nacionales o multinacionales, con gran solidez financiera, que realizan un esfuerzo de inversión en I+D+i.
No hemos podido crear una gran multinacional con capacidad para generar fármacos innovadores
Pero, a diferencia de otros grandes países europeos como Francia, Alemania, Bélgica o Reino Unido, no hemos podido crear una gran multinacional con capacidad para generar fármacos innovadores.
Las pruebas con humanos de la vacuna española se espera que entren en la tercera fase -la última antes de su aprobación- a comienzos del año que viene. Demasiado tarde.
Tenemos profesionales muy bien preparados, pero carecemos del presupuesto suficiente para competir con las grandes farmacéuticas, que dedican miles de millones a la vacuna.
Los fondos Next Generation EU representan una oportunidad para promover la interconexión y la interoperatividad digital para integrar la información tanto en la sanidad privada como en la pública. Pese a los grandes avances tecnológicos, el sector sanitario se había quedado estancado en el mundo analógico.
Hay que mejorar las fortalezas industriales. España es uno de los grandes productores de medicamentos genéricos para el resto de Europa. Asimismo, se necesita invertir en el ámbito químico-farmacéutico para la producción de materias primas.
La pandemia abrió el debate de fondo sobre si de verdad queremos ser un país industrial para favorecer la empleabilidad de los jóvenes, con tasas de paro superiores al 40%. Si queremos contar con empresas capaces de asegurar el suministro en el sector biomédico es necesario concienciar a la población de que hay que pagar un coste suplementario al de los productos que vienen de los países asiáticos. Hemos de aprovechar los fondos europeos para corregir nuestras deficiencias históricas.