La sal es el condimento más antiguo usado por el hombre y su importancia para la vida es tal que ha marcado el desarrollo de la historia en diferentes pasos. Aunque muchos expertos nos advierten de los peligros para nuestra salud de un consumo excesivo, este mineral es indispensable -en su justa medida- para nuestra salud.
En profundidad
Al parecer, es el aditivo más utilizado en la alimentación, y uno de los principales pilares de la cocina en casi cualquier, según el Gobierno de España, cultura. Por lo general, en la dieta común actual globalizada los alimentos ya tienen bastante sal, por lo que es usual abusar de ella ingiriendo en ocasiones más de 15 g diarios.
Sí, cuando lo recomendable es hasta 5 g/día. Solo en momentos de mucha deshidratación debida a la transpiración y a la diuresis, como puede ocurrir en jornadas muy cálidas, se pueden perder muchos catabolitos de socio. Ahí es precisamente aconsejable que una ingesta de sal que sobrepase los 6 g.
En prácticamente todos los casos el consumo de sal está contraindicado para la gente con hipertensión o con deficiencias renales. Lo cual, no ha generado ningún debate en las redes sociales, sobre todo en 'X' donde casi siempre la polémica está más que servida.
Más detalles
Pero esto no es lo peor. A pesar de que, desde hace varios años el consumo excesivo de sal ha sido vinculado a diferentes enfermedades, estudios recientes han planteado que existe un vínculo entre la ingesta del condimento con el desarrollo de cáncer.
"El principal efecto sobre la salud asociado con todas las dietas altas en sodio es el aumento de la tensión arterial (lo que incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares), el cáncer gástrico, la obesidad, la osteoporosis, el síndrome de Ménière y enfermedades renales", refleja la OMS.
A tener en cuenta
En concreto, esta entidad ha clasificado al cloruro de sodio, el componente principal de la sal común, como un cancerígeno del grupo 2A. Esto hace referencia a que existen pruebas suficientes en animales que demuestran que la sal puede causar cáncer. Y, aunque las pruebas en humanos son limitadas, todo apunta hacia esa dirección.