
Las semillas de chía son diminutas, de color marrón, negras o blancas, provienen de la familia de la menta. Destaca por su forma ovalada y su sabor suave, parecida al de la nuez. Originaria del centro México, hasta Guatemala y Nicaragua, la chía ha sido venerada desde tiempos precolombinos en Sudamérica y más tarde en el resto del mundo. Los pueblos mayas y aztecas la usaban para obtener energía.
Este alimento es rico en fibra, ácidos grasos omega-3, vitaminas y minerales como el calcio, el magnesio, fósforo y el boro, estos últimos son beneficiosos para la salud ósea. Analizando uno a uno cada mineral, se puede entender sus efectos positivos para los huesos.
El consumo regular de magnesio mejora la densidad y fortaleza ósea, previniendo enfermedades como la osteoporosis.
- Calcio. Las semillas de chía son ricas en este mineral, que es imprescindible para el desarrollo y el mantenimiento de huesos fuertes. Incluso contiene más calcio por gramo que algunos lácteos.
- Fósforo. Este mineral trabaja junto al calcio para formar y mantener la estructura ósea. Contribuye a la regeneración de los huesos.
- Boro. Ayuda a metabolizar el calcio.
- Magnesio. Equilibra el calcio y es necesario para la correcta mineralización ósea. Ayuda a absorber otros minerales.
Las semillas de chía se comen crudas, añadiéndolas a diversos alimentos como cereales, yogur, batidos o aderezando ensaladas.
Estas semillas son ricas en fibra, grasas saludables y antioxidantes que ayudan a prevenir el daño celular. Son una fuente de fibra insoluble, que contribuyen a mantener deposiciones regulares y a prevenir el estreñimiento. Sus ácidos grasos mejoran la presión arterial, la salud del corazón y el azúcar en la sangre.