La hepatitis A es una infección hepática que provoca la inflamación del hígado, producida por el virus de la hepatitis A. Casi todos los pacientes que se contagian del virus suelen recuperarse completamente, adquiriendo inmunidad de por vida. Sin embargo, en algunos casos puede llegar a producir la muerte a causa de una hepatitis fulminante; por ello se considera que tiene una morbilidad de moderada a grave.
El virus se transmite principalmente por vía fecal-oral. Es decir, cuando una persona no infectada ingiere agua o alimentos contaminados por heces de una persona infectada. En el ámbito familiar, esto puede ocurrir si las manos de la persona encargada de cocinar están sucias. También puede transmitirse por contacto físico estrecho con una persona infectada, aunque no se propaga por contactos fortuitos. Y en el ámbito social, aunque es menos frecuente, la transmisión suele estar relacionada con la contaminación por aguas residuales o el abastecimiento de agua insuficientemente tratada. De hecho, esta sería la causa más probable detectado en las fresas procedentes de Marruecos.
El periodo de incubación de la hepatitis A suele ser de entre 14 y 28 días. Una vez incubado, se evidencia con síntomas moderados, y pueden incluir fiebre, malestar, pérdida de apetito, diarrea, náuseas, molestias abdominales, coloración oscura de la orina e ictericia (coloración amarillenta de la piel y los ojos). A medida que transcurre el tiempo pueden ir agravándose, y no todos los contaminados muestran necesariamente todos los síntomas.
A su vez, los adultos presentan signos y síntomas con mayor frecuencia que los niños. De hecho, la gravedad y la mortalidad de la enfermedad aumentan con la edad. Los menores de seis años infectados no suelen experimentar síntomas apreciables, y solo el 10% presentan ictericia.
Tratamiento y prevención
Lamentablemente, no existe ningún tratamiento específico para la hepatitis A. Por lo general, los síntomas remiten lentamente, pudiéndose prolongar la recuperación durante varias semanas o meses. El principal tratamiento consiste en mantener un correcto equilibrio nutricional, prestando especial atención a la rehidratación tras vómitos y diarreas. Y es de vital importancia evitar medicamentos contraindicados, como el acetaminofeno o paracetamol.
Por ello, el mejor remedio es una buena prevención, mediante la vacunación, el acceso a agua potable y su correcto saneamiento.