
La economía de China parece encontrarse en una suerte de callejón sin salida. Pese a los arduos intentos de Pekín (solo le falta tirar dinero por un helicóptero a sus ciudadanos), el consumo no termina de despertar, la deflación sigue acechando, la deuda crece, la economía no se expande como en el pasado e incluso ya se empieza a rumorear con la existencia de un cierto descontento dentro del Partido (el Partido Comunista Chino sigue siendo el órdago de poder incontestable en el gigante asiático), algo prácticamente inaudito. El Partido Comunista y Xi Jinping son los cimientos que dan estabilidad y sostienen al 'gigante asiático'. Se teme que China no logre salir de esta trampa o espiral deflacionista que se ha visto acentuada por una crisis inmobiliaria que no tiene fin. En medio de esta incertidumbre, los chinos siguen ahorrando y 'echando leña' a un modelo productivo y de crecimiento (mucho ahorro e inversión) que parece estar casi agotado. Excluyendo el buen comportamiento de las exportaciones que mantiene en forma el PIB, ya hay quien asegura que la sensación que se percibe en la calle es que la economía está en una especie de recesión o plena caída.
Los últimos datos crecimiento del segundo trimestre de China, publicados esta semana, han planteado un dilema para los responsables políticos del país: la expansión económica real fue sólida (aunque presenta algunas debilidades) y constante, situándose en el 5,2%, pero la caída generalizada de los precios significó que el crecimiento nominal fue mucho más débil, situándose en el 3,9%. El crecimiento nominal es clave para mantener la sostenibilidad de la deuda, por ejemplo. Sin ir más lejos, el fenómeno inflacionista que ha vivido España desde 2021 ha permitido rebajar la deuda pública desde casi el 130% del PIB al 100% sin haber tenido que presentar un solo superávit fiscal.
Es cierto que el sólido crecimiento real refleja la expansión de la industria y las exportaciones chinas, pero el crecimiento nominal es lo que los trabajadores chinos perciben en sus salarios y las empresas chinas en sus ingresos. Esto también significa que los tipos de interés, considerando la deflación, son mucho más altos (en términos reales), lo que genera un debate continuo y polémico sobre si China debería seguir el ejemplo de los países occidentales y adoptar un tipo de interés cero. "No creemos que haya consenso entre políticos y responsables políticos sobre la posibilidad de alcanzar tipos de interés cero en China", declara Helen Qiao, economista jefe para la Gran China de BofA Global Research. "Pero la mayoría de los responsables políticos, así como el mercado y los inversores, están aceptando gradualmente que los tipos de interés están bajando bastante".
El debate va tomando forma en Pekín mientras defensores y detractores de esta rebaja de los tipos hasta el suelo del 0% miran a la historia reciente. Para los refractarios a esta idea, la era de tipos de interés cero (ZIRP por sus siglas en inglés) en EEUU y Europa después de la gran crisis financiera en 2008 es un claro ejemplo de derroche, inflamiento de burbujas y desestabilización de los mercados. Para los proclives a esta rebaja, las décadas de estancamiento de Japón (la famosa Década Pérdida, que ya va por más de 30 años) tras el estallido de su burbuja inmobiliaria en 1990 ofrece una valiosa lección como para no actuar en consecuencia.
Estos últimos 'fantasean' con una rápida reducción de los tipos de interés que permitiría a los gobiernos locales fuertemente endeudados refinanciarse e impulsar la inversión pública. "Un tipo de interés cero no debería ser impensable. Incluso si no puede llegar a cero, aún hay margen para recortarla al menos 0,4 puntos porcentuales para alinearse con el plan fiscal", apunta al Financial Times Gene Ma, jefe de investigación sobre China en el Instituto de Finanzas Internacionales. Tras una serie de recortes muy graduales (el último, de una décima, el pasado mayo), el tipo de interés de referencia en China, el de recompra inversa a siete días, se sitúa ahora en el 1,4%.
Sus 'oponentes' miran con preocupación al sector bancario y la dependencia de sus prestamistas del margen neto de intereses, la diferencia entre los tipos de interés de lo que piden y de lo que prestan. El margen de intereses promedio de los seis principales prestamistas estatales de China cayó al 1,48% en el primer trimestre, su nivel más bajo registrado, en comparación con más del 2% en 2021. Unos tipos de interés cero comprimirían aún más los márgenes bancarios en un momento en que muchos ya enfrentan un deterioro de la calidad de los activos y un aumento de los incumplimientos en el sector inmobiliario.
Cuestionamiento interno
Este endiablado debate en torno a la política monetaria complica aún más la maniobrabilidad de un gobierno chino que no acaba de dar con la pócima mágica tras la pandemia. El estímulo desplegado para animar la economía ha sido considerable, pero al final la mayoría de informes de casas de análisis lo valoran como 'timorato' y, en todo caso, ineficaz para 'despertar' a un consumidor chino presa de la incertidumbre y proclive al ahorro. Muchos salen ahora a cuestionar que el esfuerzo en el estímulo de Pekín se volcase masivamente a las industrias y a las infraestructuras, dejando de lado a un consumidor para el que ahora se han desplegado unas medidas que está por ver si no son solo un mero 'parche'.
Este despliegue masivo hacia la industria ha fomentado el muy comentado factor de la sobrecapacidad o exceso de capacidad, catalizador de lujo de la deflación. Las industrias chinas producen tanto y tan barato que entran en guerra de precios ante un consumidor reacio a comprar y motivado, además, a esperar al pensar que los precios seguirán cayendo. Aparte de fomentar la ola de exportaciones a precio de derribo al resto del mundo (ahí están los bonitos y baratos coches chinos), la trampa deflacionaria interna se hace más profunda.
A diferencia de la mayoría de los países, incluso con una política monetaria flexible y recuperándose de la sombra de la covid, China se enfrenta al riesgo de deflación desde 2023. En mayo de 2025, los precios al consumo (IPC) cayeron un 0,1% interanual, marcando el cuarto mes consecutivo de descenso. Los precios de producción (IPP) cayeron un 3,3% interanual, la mayor caída desde mediados de 2023. El deflactor ha sido negativo durante varios trimestres consecutivos, lo que indica que la economía china se encuentra coqueteando con la deflación.
Esta circunstancia y la gran sombra del gigante fantasma de la crisis inmobiliaria se están filtrando a los órganos de poder, con un inusitado para los estándares de China cuestionamiento de las políticas de Xi Jinping, presidente de la República Popular de China y secretario general del Comité Central del Partido Comunista de China. "Xi Jinping se enfrenta a crecientes críticas a puerta cerrada por el desplome inmobiliario, la ralentización económica y el deterioro de las relaciones diplomáticas", expone sin contemplaciones Matt Gertken, estratega jefe de geopolítica de BCA Research en un informe de este mes.
Una confluencia de riesgos
China se ha enfrentado a una confluencia de riesgos nacionales e internacionales, como la deflación de la deuda y la guerra comercial, y, bajo la superficie, al malestar social, sintetiza Gertken. El analista es muy claro sobre quién recae la responsabilidad de 'resucitar' la economía: "Si el sector privado no gasta, el sector público debe asumir la carga". El experto de BCA es también muy explícito a la hora de adherirse a los análisis que hablan del fracaso hasta la fecha del estímulo chino, así como de la pertinencia de su política monetaria: "Los responsables políticos chinos se han quedado por detrás de la curva (expresión para decir que arrastran los pies y actúan más despacio de lo que la situación requiere). La combinación de estímulos monetarios y fiscales que han aplicado hasta ahora no ha reactivado la actividad económica ni la demanda de mano de obra".
"La debilidad de la confianza, la presión para sanear los balances de los hogares y las empresas y el deterioro de la transmisión monetaria han reducido el impacto de las medidas de relajación. Tanto las empresas como los hogares están adoptando una postura de 'esperar y ver', frenando la demanda de financiación. En especial, la prolongada recesión inmobiliaria ha erosionado el valor de las garantías, reduciendo el apetito por el riesgo de los bancos. Así pues, a pesar del amplio crecimiento de la base monetaria, la expansión del crédito y la demanda agregada siguen siendo moderadas, lo que pone de manifiesto la ruptura del mecanismo de transmisión de la política monetaria", profundiza en el análisis Fang Liu, economista Asía en Edmond de Rothschild.
Aunque ambas potencias parecen deseosas de llegar a un acuerdo para impulsar sus economías, EEUU y China aún tienen que cerrar un pacto comercial con la fecha límite del 10 de agosto 'tatuada en la frente' tras la tregua alcanza por ambos países en Ginebra. Si no hay un entendimiento, los aranceles a China volverán a subir a partir de ese día, comprometiendo aún más su actividad económica.
El día a día de los chinos
El mejor reflejo de toda esta situación, sobre todo la espiral deflacionaria, está en los testimonios ciudadanos. La agencia Reuters publicaba hace unos días varias historias individuales, pero que en su conjunto revelan el problema real de China. A Mandy Li, trabajadora del sector energético chino, le gusta darse el lujo de comprarse un bolso de marca de lujo de vez en cuando. Pero desde que su empresa (una gran empresa pública para la que trabaja) le recortó el salario un 10% y los inmuebles de su familia perdieron la mitad de su valor, solo compra bolsos de segunda mano. "Estoy reduciendo los gastos importantes", asegura Li, de 28 años, mientras buscaba artículos en la tienda de artículos de lujo de segunda mano Super Zhuanzhuan de Pekín, inaugurada en mayo.
"La economía está definitivamente en recesión", asegura, y añade: "El patrimonio de mi familia se ha reducido mucho" debido a la crisis inmobiliaria que China enfrenta desde 2021. A medida que aumentan las presiones deflacionarias en la segunda economía más grande del mundo, el comportamiento del consumidor está cambiando de maneras que podrían generar una mayor presión a la baja sobre los precios, lo que genera preocupación por la posibilidad de que la deflación se consolide y genere más problemas para los responsables políticos chinos. "Seguimos creyendo que el persistente exceso de capacidad mantendrá a China en deflación tanto este año como el próximo", afirman desde Capital Economics en una nota para clientes.
"En el entorno económico actual, estamos viendo cómo cada vez más consumidores de lujo se pasan al mercado de segunda mano", afirmó Lisa Zhang, experta de Daxue Consulting, una firma de investigación y estrategia de mercado especializada en China. Sin embargo, los vendedores "tienen más descuentos debido a la mayor competencia".
En Super Zhuanzhuan, un bolso de mano verde Christie, modelo Coach, que su primer propietario compró por 3.260 yuanes (454 dólares), puede recomprarse por 219 yuanes (30 dólares). Un collar Givenchy G Cube de 2.200 yuanes se puede encontrar por 187 yuanes. "Año tras año, el número de vendedores crece un 20%, pero el de compradores se mantiene prácticamente estable", declaró la fundadora de otro negocio de lujo de segunda mano en China, quien pidió el anonimato para hablar con franqueza sobre el estado del sector. "La clase media ha visto como sus salarios se reducían. La economía es la principal razón por la que observamos estas tendencias".