
En plena crisis del euro, el Partido Popular Europeo fijó en 2012 en Bucarest los nuevos contornos de la formación. En el que para algunos fue el último gran congreso ideológico del centro-derecha europeo, el PPE se atrevió a arrancar su nuevo manifiesto defendiendo incluso una unión política europea, un concepto que resulta hoy demasiado corrosivo. E incluso destacaba la importancia no solo de combatir la inmigración ilegal, sino también de integrar a los recién llegados.
Pero el impacto de otra crisis, esta vez la migratoria, ha redibujado el perfil del centro derecha europeo a marchas forzadas desde 2015, al tiempo que les acercó a las posiciones de los euroescépticos y nacionalsoberanistas. El discurso más duro de los nuevos rostros, como el primer ministro austriaco Sebastian Kurz, quien pactó con la extrema derecha para llegar al gobierno, o el español Pablo Casado, quien prometió volver a una derecha "sin complejos", reflejó este endurecimiento de las posiciones.
La tibieza que mostró el PPE durante mucho tiempo, demasiado, con el húngaro Viktor Orban, uno de los suyos a pesar de ser un orgulloso promotor de un régimen iliberal y azote de los inmigrantes, representó una clara señal de estos nuevos tiempos.
Entre el manifiesto de Bucarest y la realidad de los Kurz, los Orban y los Casado, el PPE perdió para algunos sus puntos cardinales. Tras el histórico pinchazo del PP en las elecciones del 28-A, esta familia política ha visto que el coqueteo con la extrema derecha no deja beneficios en las urnas. Porque, como advierte un veterano de la formación, "la gente prefiere el original a la copia".
"El PPE ha mirado con interés los resultados en España para ver si el giro a la derecha te penaliza. Y el resultado es que no les ha salido bien", resume a este diario el director del Consejo Europeo para las Relaciones Exteriores, José Ignacio Torreblanca.
Casado reaccionó a los pésimos resultados con un giro al centro. Vox pasó en cuestión de días de ser un posible socio de gobierno a un partido de "ultraderecha". Pero el golpe de timón no se espera en la familia europea de cara a las elecciones europeas de finales de mayo. Ni siquiera algún cosmético retoque. Porque el juego y las dinámicas van por otro lado en Europa.
Ni siquiera los que más se juegan quieren escuchar la poderosa advertencia que llega desde el Sur de los Pirineos. En Grecia, el líder de Nueva Democracia, Kyriakos Mitsotakis, dijo que la "derrota" del PP se debió a que el centro derecha en España estaba dividido, mientras que en Grecia está "unido y es fuerte". Mitsotakis no solo encara el voto de las europeas, también aspira a arrebatar el poder al Gobierno de izquierdas de Alexis Tsipras en las elecciones nacionales del próximo otoño.
Para otros el PPE ya se posicionó, o reposicionó, con el voto del artículo 7 contra Hungría en el Parlamento Europeo el pasado septiembre, y con la posterior suspensión de Orban en el partido, comenta una fuente del grupo en la Eurocámara.
Desde Bruselas, los populares han mirado el resultado de España para perfilar su estrategia
La misma fuente explica que el baremo que sirve para medir el grado de populismo y nacionalsoberanismo entre los miembros del PPE ha sido el asunto migratorio. Y aunque el debate continúe de alguna manera "latente", considera que la activación del proceso sancionador contra Budapest sirvió para zanjar la discusión ideológica interna. Por lo que las elecciones españolas "para nada" tuvieron impacto en la familia europea.
Para Torreblanca, el giro al centro no se producirá en Europa hasta que los partidos nacionales que forman el PPE no noten la fuga de votos desde centro, desde las posiciones más proeuropeas.
Hasta ahora ese riesgo solo está presente con los Verdes en Alemania, además de en España. "El PPE no va imponer un cordón sanitario (a la extrema derecha) porque esa derecha va a continuar creciendo", explica Torreblanca, por lo que los populares europeos continuarán con este giro hacia posiciones conservadoras.
El próximo noviembre, el PPE celebrará un congreso para elegir un nuevo presidente que suceda al francés Joseph Daul. Sin embargo, la celebración de otro cónclave ideológico como el de Bucarest para fijar la dirección no aparece en el radar, en contra de lo que algunos desearían. El PPE continuará flirteando con la extrema derecha hasta que los votantes digan basta. Con una victoria que parece asegurada en las elecciones europeas, según las encuestas, los europeos parece que no pedirán de momento un golpe de timón a la principal formación política de la UE.