En una de sus campañas para ser alcalde de Londres, Boris Johnson explicó el "truco del gato muerto": si las noticias te son negativas, tira un "gato muerto" encima de la mesa -alguna polémica más manejable- para que la gente deje de hablar del escándalo original y se distraiga con este otro tema en su lugar. El problema del actual primer ministro británico es que es difícil saber si es que ha asaltado un cementerio de mascotas, o si simplemente ha perdido el control del Gobierno, inmerso en una cadena de escándalos que amenazan con hundir su carrera.
Este domingo, Johnson anunció la vuelta de restricciones a Inglaterra tras cinco meses de "libertad" ante la creciente ola de contagios provocados por la variante ómicron. La nueva versión del covid ya supone el 40% de los casos nuevos detectados en Londres, y la cifra de contagios de está duplicando cada dos días, según explicó el 'premier'. La solución es acelerar la campaña de vacunas de refuerzo, para lo que ordenó por sorpresa suspender todas las citas sanitarias para los próximos días, de forma que todos los médicos de familia se dediquen a poner vacunas sin parar para poder llegar a enero con toda la población protegida.
A eso se suman varias restricciones más, como la exigencia de pasaporte covid -con el requisito de recibir tres dosis- para entrar en locales nocturnos, espacios cerrados concurridos o espacios abiertos con más de 4.000 personas; la exigencia de llevar mascarillas en logares cerrados o la recomendación de trabajar desde casa. La lista típica de medidas de seguridad que el propio Johnson había derogado de un plumazo el pasado mes de julio.
'Partygate'
Esta nueva crisis sanitaria, sin embargo, llega en un mal momento para el primer ministro. El problema de Johnson es su gran debilidad política por la lista de escándalos que lleva acumulando en los últimos meses. Primero fue el intento de salvar a uno de sus diputados, Owen Paterson, tras una condena por corrupción, cuando ordenó a su partido votar a favor de derogar el comité que sanciona a los parlamentarios que violan la ley. Y esta semana ha sido el 'Partygate', un caso especialmente dañino a la hora de pedir restricciones.
La historia es tan simple como catastrófica. El año pasado, Downing Street organizó varias fiestas navideñas pese a que el país estaba en un confinamiento estricto por la segunda ola y las fiestas estaban prohibidas. Por el momento hay indicios de siete celebraciones, y pruebas de que Johnson participó en una de ellas. Su jefa de prensa, Alegra Stratton, ha dimitido tras filtrarse un vídeo de diciembre de 2020 en el que bromeaba sobre una de las fiestas. Johnson negó rotundamente al principio que se hubiera celebrado ninguna fiesta, para después corregir su alegato a que él no sabía de su existencia. Tras demostrarse que sí sabía de al menos una, su nuevo desmentido es que él no participó directamente en el encuentro, sino que solo intervino por Zoom sin salir de su despacho.
El golpe a su credibilidad se ha sentido de lleno en las encuestas, que muestran números horribles para el mandatario: el Partido Laborista lidera la intención de voto por más de 6 puntos, la aprobación de Johnson está en mínimos históricos, y una mayoría de los ciudadanos piden su dimisión por haber celebrado fiestas mientras que el resto del país estaba confinado. Una situación que hace muy difícil defender ahora las nuevas restricciones.
El resultado ha sido una ruptura en su partido. Por el momento, 71 diputados, una quinta parte de su grupo parlamentario, han anunciado que votarán en contra de las restricciones al considerarlas "draconianas" y "dictatoriales". La aprobación de las medidas queda así en manos de los laboristas, que este martes harán su propio discurso a la nación en la BBC, presentando a su líder, Keir Starmer, como el "primer ministro en la sombra" que tiene la credibilidad que el titular oficial ya ha incinerado.
La combinación de todas estas crisis puede estallar este jueves, en la elección parcial para reemplazar a Paterson tras su dimisión. La circunscripción ha votado a los Conservadores desde hace dos siglos, y Paterson obtuvo más del 60% de los votos en 2019. Una derrota allí, como predicen las casas de apuestas, sería un durísimo golpe para un primer ministro que ganó el liderato de su partido prometiendo ser un ganador.
De rebote, las negociaciones con la UE se han visto afectadas también. El pasado viernes, el Gobierno dio marcha atrás en algunas de sus exigencias más duras sobre Irlanda del Norte, como que el Tribunal de Justicia de la UE dejara de tener competencia sobre la provincia, que siguen en el Mercado Común. La debilidad de Johnson hace muy arriesgado desatar una batalla con Bruselas. La idea que se tenía hasta hace poco era que la batalla volvería en enero. La pregunta ahora es si la tormenta de gatos muertos que sacude Downing Street acabará suponiendo un regalo para la UE.