Economía

La crisis política de Boris Johnson aplaza la posible guerra comercial entre Reino Unido y la UE a 2022

  • Los diputados conservadores empiezan a criticar a su líder
  • Las advertencias de Alemania y EEUU han frenado las ganas de romper
Boris Johnson, en su caótico discurso ante los empresarios británicos. Foto: Reuters

Desde hace meses, la espada de Damocles de una guerra comercial sobrevuela las relaciones entre la UE y Reino Unido, que siguen negociando cambios al sistema aduanero impuesto en Irlanda del Norte por el tratado del Brexit, que el primer ministro, Boris Johnson, amenaza con romper. Pero las amenazas parecen haberse ido ya de vacaciones hasta 2022. "No creo que nadie vaya a activar el Artículo 16 antes de Navidad, absolutamente no", dijo el lunes la ministra de Comercio Internacional, Anne-Marie Trevelyan. Un parón provocado por la crisis que vive Johnson estas semanas y las presiones que está recibiendo de fuera.

El mes de noviembre ha sido, de lejos, el más duro de su mandato para el actual primer ministro. A principios de mes se enredó en un escándalo de corrupción, al ordenar a sus diputados votar el cierre del comité que castiga a los diputados que violan las reglas del Parlamento para salvar del castigo a uno de sus compañeros, Owen Patterson, que había sido condenado por recibir 100.000 libras por hacer 'lobby' de forma irregular. El escándalo animó a la prensa a denunciar a todos los diputados que están cobrando dos sueldos, y obligó a Johnson a dejar caer a Patterson y dar un giro de 180 grados la semana siguiente.

Tras el desgaste acumulado en ese tiempo, en el que fue cazado sin mascarilla visitando un hospital, este lunes Johnson volvió a enredarse con un discurso a la patronal británica que fue portada de todos los medios. En cuestión de media hora, el premier se traspapeló al leer su discurso dos veces, hizo el ruido de un coche en marcha, se comparó con Moisés, habló de sí mismo en tercera persona y, en la parte más memorable, dedicó cinco minutos a hablar del parque de atracciones del personaje infantil Peppa Pig, que había visitado el día anterior, ante los estupefactos empresarios. Tal fue la imagen, que un periodista de la BBC se limitó a preguntarle, en una breve entrevista poco después del acto, "¿Está usted bien, primer ministro?". Y el líder de la oposición, Keir Starmer, dedicó una de sus preguntas en la sesión de control de este miércoles a preguntarle lo mismo.

Si bien nadie cree que Johnson esté mal personalmente -hizo su carrera, precisamente, con este tipo de humor y falta de seriedad sobre sí mismo-, la cadena de eventos le ha dejado muy debilitado: en las últimas dos grandes votaciones, su partido ha sufrido las deserciones de medio centenar de diputados y los medios recogen numerosos mensajes anónimos de gente cercana a él -incluidos ministros- preocupados por la incapacidad de Johnson de tomarse en serio el Gobierno y sus numerosos errores no forzados.

El resultado ha sido que su gran bala para movilizar a sus seguidores, la ruptura con la UE por Irlanda del Norte, se ha caído de la mesa por su debilidad interna en el Gabinete: nadie quiere sumar una guerra comercial en plena Navidad a las numerosas crisis internas que ya están tratando de gestionar.

Alemania y EEUU avisan

A eso se unen las crecientes advertencias externas. Después de que la UE insistiera en que la ruptura del acuerdo sobre Irlanda volaría por los aires todo el pacto comercial, el próximo Gobierno alemán ha reafirmado el aviso. En el acuerdo de coalición rubricado hoy por socialdemócratas, verdes y liberales, que abre la puerta a la sesión de investidura del socialista Olaf Scholz en dos semanas, se incluye una cláusula para defender "el pleno cumplimiento del Protocolo de Irlanda del Norte", y apoyando las represalias legales necesarias si Londres incumple su parte.

Y desde el otro lado del Atlántico, por su parte, un grupo bipartidista del Senado de EEUU envió la semana pasada a Johnson la enésima advertencia de que ni demócratas ni republicanos están dispuestos a aceptar una desestabilización de Irlanda. El presidente Joe Biden, de descendencia irlandesa, ya se lo ha dejado claro en sus anteriores reuniones.

El resultado de todos estos factores es que Johnson ahora mismo no tiene el apoyo interno suficiente para pulsar el botón nuclear, y sabe que no va a recibir el apoyo externo para resistir las represalias de Bruselas si lo hiciera. La UE tiene una ventana perfecta ahora para forzar al ministro británico del Brexit, David Frost, a aceptar la oferta europea para reducir los trámites comerciales entre Gran Bretaña e Irlanda del Norte al mínimo y ganarse unos meses de respiro. Pero cualquier paz tiene una fecha límite: el 5 de mayo de 2022 serán las próximas elecciones autonómicas en Irlanda del Norte. Y la campaña va a girar en torno a la posición de la provincia en Reino Unido y al acuerdo del Brexit.

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