Las grandes crisis son catalizadores políticos. Si se gestionan bien los apoyos se disparan, pero si se cometen errores hasta la trayectoria más sólida puede venirse abajo en tiempo récord. En cierto modo es de lo que va la política: de gestionar el día a día y saber estar a la altura cuando sucede algo que se sale de lo normal, aunque sea inesperado e incontrolable.
En España ha habido muchos ejemplos definitivos -para bien y para mal- a los que remitirse, desde el papel de la Corona durante el 23F hasta la gestión del 11M, pasando por la crisis económica. Otros ejemplos no fueron tan definitivos pero aún así ayudaron a decantar tendencias: la crisis de las vacas locas, la del jarabe de colza, la de la reconversión industrial, el accidente del Yak-42, el del Metro de Valencia o el hundimiento del Prestige serían otros casos.
En condiciones normales nunca se está preparado para una crisis, por más que cuando estas estallan la ciudadanía critique al Ejecutivo de turno no haberlo previsto. Es verdad que hay problemas más predecibles que otros, y también es verdad que hay elementos que pueden provocar reacciones más airadas de la ciudadanía. Sobre todo si en el origen de la crisis o en su agravamiento intervienen decisiones erróneas de responsables políticos, mensajes restando gravedad a algo que luego sí fue relevante o recortes de inversión previos.
Pero si el papel de los responsables políticos de turno es complicado tampoco es más sencillo el de la oposición. Por una parte son testigos de un momento de debilidad que su propio interés les llama a aprovechar, y cuanto más grave es el problema, mayor presión sobre el Ejecutivo y más tentadora la oportunidad. Por otra, aprovechar el momento para atacar a sus rivales políticos puede percibirse como una muestra de oportunismo que la ciudadanía castigue a medio plazo.
La crisis del coronavirus es de una dimensión desconocida hasta la fecha, pero también guarda algunas similitudes con escenarios ya vividos. Es algo global, como sucedió con la crisis económica, pero como en aquel caso sus efectos a nivel local pueden ser mayores si se lleva a cabo una gestión deficiente. De ahí que algunos miembros de la oposición se hayan dedicado en estas semanas a intentar arrimar el ascua a su sardina política.
En esa tesitura se han colocado los líderes nacionalistas vascos y catalanes poniendo pegas a las medidas tras el estado de alarma -sobre todo en lo referente a su pérdida de competencias-, o muchos de los líderes locales y autonómicos de partidos de la oposición. Tampoco ha faltado tiempo para que cierta 'oposición interna' se pusiera en marcha mirando más por intereses regionales que comunes, como fue el caso del presidente castellanomanchego.
Dos líderes opositores están siendo aplaudidos por propios y ajenos porque han dejado de hacer oposición política para hacer gestión política
Sin embargo, en medio de la tormenta, dos nombres han ido emergiendo sobre el resto. Y son precisamente dos líderes opositores que están siendo aplaudidos por propios y ajenos, fundamentalmente porque su posición se ha adecuado a las circunstancias: han dejado de hacer oposición política para pasar a hacer gestión política.
Un caso significativo ha sido el del presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, que cumple un doble rol de opositor: por una parte es una de las figuras más destacadas dentro del PP contra Pedro Sánchez, pero por otro es el depositario de las esperanzas del sector crítico en su partido contra Pablo Casado.
Feijóo, tomado como moderado en el conjunto del país, se ha afanado en compartir mensajes de integración nacional -cediendo equipos de emergencia a la Comunidad de Madrid-, deslizando críticas a la gestión del Ejecutivo pero haciendo a la vez un llamamiento a que no se pierda tiempo en rendir cuentas ahora mismo o invitando a los líderes de todos los partidos a unir fuerzas en una causa común.
Parece que existe consenso ahora en que se minusvaloró el riesgo y las posibles consecuencias del virus. Pero no es momento ahora de reproches y no los escucharán de mí. No son estos los momentos de ver lo que se podía haber hecho, sino de ver lo que todos podemos hacer juntos
— Alberto Núñez Feijóo (@FeijooGalicia) March 26, 2020
Más por sorpresa ha cogido a muchos la aplaudida postura de José Luis Martínez-Almeida, alcalde de Madrid y tomado por uno de los 'duros' del entorno de Casado en el PP. De hecho, no pocos representantes del entorno ideológico del Gobierno ha sido críticos -cuando no directamente burlescos- con él desde que apeara a la icónica Manuela Carmena del consistorio.
El alcalde, contrario a lo que esperaban de él y en una línea marcadamente diferenciada del resto de líderes de la región -más propensos a visibilizar una gestión que luego no concretan-, ha optado por una comunicación diferenciada: llamadas a la unidad y a la comunicación, mensajes positivos y celebración de las cuestiones comunes compartidas por los ciudadanos más allá de su postura ideológica. Así, incluso ha tenido tiempo para gestionar políticas de protección animal -atípicas en su partido- dando curso a las peticiones del PACMA a vista de todos.
Buenos días a todos. Este domingo sin fútbol jugamos el partido más importante de nuestras vidas en nuestras propias casas. Y aquí no hay colores.
— José Luis Martínez-Almeida (@AlmeidaPP_) March 22, 2020
Aquí ganamos todos. #quédateencasa
Gracias @SergioRamos @Koke6 y @PacoJemez10 @realmadrid @Atleti @RayoVallecano por el apoyo???????? pic.twitter.com/oIQwHaFxQZ
Las crisis, en general, cambian tendencias. Y cuando alcanzan magnitudes como la del coronavirus se vuelven impredecibles. Cada paso, cada decisión puede decantar el devenir de coaliciones, partidos y Gobiernos. Habrá que ver qué queda en pie cuando esta crisis pase. Y algunos ya van tomando posiciones para lo que pueda venir.