
Se dice que las campañas apenas tienen influencia en la decisión del votante. E incluso se añade que, en los debates televisados, los políticos se juegan muy poco. Pero no es del todo así. En los anteriores comicios, seis meses atrás, el debate sirvió para reposicionar a un Pablo Iglesias al que todo el mundo daba por perdido. Y en esta ocasión, arañar un punto no será baladí. Los bloques izquierda-derecha están muy parejos y dependerá de un fallo del contrario para que la balanza bascule de un lado a otro. Especial Elecciones Generales.
De ahí la extraordinaria importancia de este único debate televisivo organizado por la Academia de Televisión, y que los españoles podrán ver este lunes a partir de las diez de la noche. Serán 150 minutos intensos en el que los líderes políticos, los cinco que se presentan, se juegan mucho. Puede que hasta su permanencia en política. No en vano, los demóscopos dice que las elecciones se juegan las últimas 72 horas.
En desiguales condiciones
En esta ocasión, el debate será a cinco. Un número inédito en debates de este perfil. Como es sabido, en representación del Partido Socialista acudirá Pedro Sánchez, en nombre del Partido Popular irá Pablo Casado, mientras Albert Rivera hará lo propio como presidente de Ciudadanos. Pablo Iglesias ejercerá el liderazgo de Unidas Podemos y, la gran novedad vendrá de la mano de Santiago Abascal, en nombre de Vox, ausente en el anterior debate, al no tener representación parlamentaria, lo mismo que le ocurre ahora a Iñigo Errejón, con Más País.
En cualquier caso, los líderes que hoy debatirán sus propuestas y rebatirán las del resto no vienen en las mismas condiciones que el 28 de abril. En seis meses han pasado suficientes sucesos como para afrontar esta campaña de otra manera, aunque la mayoría de los sondeos prevén la victoria del PSOE.
Distribuidos de la siguiente manera -de izquierda a derecha, Pablo Casado, Pedro Sánchez, Santiago Abascal, Pablo Iglesias y Albert Rivera, el debate del 4-N plantea una situación económica menos favorable que la de medio año atrás, con la sombra de una desaceleración, enfriamiento o ralentización económica. Además, los datos de creación de empleo no son positivos, aunque se crea empleo, crece el paro; la productividad no está en su mejor momento, las exportaciones dejan de ser la gallina de los huevos de oro y, el turismo empieza a verse afectado por factores externos, pero también por factores internos estructurales.
Los demóscopos dicen que ahora, el resultado de las urnas se decide las últimas 72 horas
Por si fuera poco, el debate tiene tras de sí el hartazgo de los españoles, que en cuatro años han acudido cuatro veces a las urnas, con el consiguiente cansancio hacia sus representantes políticos. La posibilidad de pactos post-electorales, sin duda estará encima de la mesa. Y, la responsabilidad de no haberlos conseguido tras el 28-A, cuando las previsiones de un acuerdo entre las fuerzas políticas de izquierda, parecían más que probables, será otro de los argumentos.
En este apartado, Albert Rivera tendrá que soportar críticas, aunque es cierto que él se presentó con la bandera de un 'no' rotundo a Pedro Sánchez. Pero las presiones económicas fueron muchas, y dentro de su partido, bastantes, lo que dinamitó por dentro a la formación naranja, con perdidas considerables de un número de dirigentes, y con el posterior cambio de discurso en el último minuto, ofreciéndole al candidato socialista un pacto, a cambio de tres importantes actuaciones. Hoy, Rivera vuelve a recuperar los pactos, aunque a tres, con PSOE, PP y Cs.
Acude Pedro Sánchez con menores réditos que el 28-A. Las encuestas -excepto el CIS, que siempre le da unas expectativas increíbles-, auguran, si no una pérdida de votos y escaños, un estancamiento que no alimenta su liderazgo. El socialista jugará con la carta del desastre que supone repetir de nuevo las elecciones. Es muy posible que en eso centre su táctica, en culpar al resto de haber impedido la gobernabilidad del país.
En cuanto a Casado, su liderazgo se ha visto reforzado en estoa seis meses. El dirigente popular ha centrado su discurso, ha limado asperezas con el 'sorayismo', es decir, con la etapa de Rajoy, y en ese camino ha conectado con el votante decepcionado con Rivera. Además, la situación económica, aunque negativa, le ayuda. Los populares presumirán de gestión y advertirán de los peligros que conlleva que un partido de izquierdas esté en estos momentos en el Gobierno, si sus políticas se basan en el gasto.
Iglesias, recuperándose en los sondeos, trae bajo el brazo el pacto progresista con el PSOE, cuyo desgaste podrá valorarse en el debate. Su discurso, frente al de Sánchez, cada día más cerca de postulados de centro-derecha, salvo la recuperación de la plurinacionalidad, apenas ha cambiado desde el 28-A.
En cuanto Abascal, este es su estreno, y acaparará por ello atención, sobre todo para el PSOE que procura sacar rédito al discurso del miedo a la derecha extrema. Abascal sabe que no pierde nada. Es más, le gusta rebuscar votos tanto con sus criticas a la izquierda, como las críticas a la derecha 'marianista'
Con estas cartas, y prácticamente 'todos contra Sánchez', la cuestión estará en saber quién se equivoca menos en sus exposiciones.