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La mayor estafa en la historia de Francia: la falsa herencia de Thérèse Humbert

  • Conseguía créditos respaldados por el testamento de un multimillonario de EEUU que en realidad no existía
  • Llegó a captar 50 millones de francos, equivalentes a más de 200 millones de euros de hoy
  • La caja fuerte donde guardó durante 20 años los supuestos cheques al portador resultó estar vacía
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A finales del siglo XIX, París vivía una época de esplendor burqués, en la que la fe en el crédito era ciega. En ese contexto, una mujer de provincias, con modales refinados y muy persuasiva, fue capaz de poner de rodillas al sistema financiero francés. Thérèse Humbert, con la promesa de una inexistente herencia millonaria, mantuvo en vilo durante dos décadas a banqueros, jueces y políticos.

Su fraude, sostenido con documentos falsos y teatro social, no solo fue capaz de vaciar bolsillos, sino que desnudó la fragilidad de un sistema económico basado en la confianza. Esta es la historia de un gran engaño, de la mayor estafa de la historia de Francia, que sacudió a la Tercera República y que anticipó los fraudes financieros modernos.

Esta mujer nació como Thérèse Daurignac, en 1854, en el seno de una humilde familia campesina, hija de un padre que había sido abandonado, un hecho que le marcó toda la vida. Recibió una modesta herencia, con la que quiso comprar una granja, pero como los fondos no le llegaban, se inventó la historia de que era el hijo secreto de una noble, y que pronto recibiría una nueva herencia, que respaldaba con antiguos pergaminos.

Thérèse fue la tercera de 7 hermanos, y ya desde muy joven demostró interés por el engaño. Por ejemplo, convenció a sus amigas de juntar las joyas de todas, para poder acercarse a pretendientes adinerados, haciéndoles creer que eran ricas.

Víctima y cómplice

Logró casarse con Frédéric Humbert, del que recibiría su apellido. Era hijo del alcalde de Toulouse, profesor de derecho, famoso jurista y estadista, que acabaría convirtiéndose en Ministro de Justicia. Para lograr el consentimiento de sus suegros, para que la aceptasen como nuera... les hizo creer que tenía un primo, anciano y moribundo, del que era su única heredera, y que entre sus posiciones se encontraba hasta el castillo de Marcotte, en Gers.

Su sucia estratagema fue descubierta por su marido, una de las primeras víctimas de sus mentiras, aunque estaba profundamente enamorado de su aplomo y de su encanto, por lo que la relación continuó adelante.

Cobertura en prensa de la estafa de Thérèsa Humbert
La gran estafa de Thérèsa Humbert protagonizó las portadas de toda la prensa.

En 1879, recién casada, Thérèse Humbert aseguró que en un tren había empezado a escuchar gemidos en el departamento contiguo. Y allí descubrió a un hombre que estaba sufriendo un ataque al corazón, al que logró ayudar, evitando su muerte. La víctima resultó ser un millonario estadounidense, un tal Robert Henry Crawdford, que dijo estar profundamente agradecido, y que algún día se lo compensaría.

Y ese día, finalmente llegó. Dos años después, Thérèse recibió una carta indicando que el millonario estadounidense había fallecido, y que la había nombrado beneficiaria de su testamento. El problema es que la carta añadía que los sobrinos de Crawdford había impugnado el testamento, presentando otro en el que se les nombraba únicos herederos.

Una fortuna de 100 millones de francos

Lo que estaba en juego era una auténtica fortuna: unos 100 millones de francos de la época, que equivaldrían a algo menos de 500 millones de euros de hoy. Así que, para resolver el entuerto, Thérèse lleva el caso a los tribunales, donde pelea por esa herencia. El juicio es todo un espectáculo, y es defendida por su propio marido, en una actuación que dicen que fue brillante.

El tema es que no existía ningún multimillonario norteamericano llamado Robert Henry Crawdford, por supuesto no había ninguna herencia y ningún franco. Hasta el juicio fue falso, con los hermanos de la estafadora actuando como sobrinos del falso rico, y su pareja, ya metida en el ajo, siendo consciente del fraude. ¡Todo era mentira!

Thérèse asegura que cuenta con los documentos que la acreditaban como única heredera, y que los bonos al portador que lo probaban estaban a buen recaudo en una caja fuerte. Con esta historia se convierten en la pareja favorita de sus amigos. Disfrutan tanto de su compañía, que les prestan dinero para sus gastos, por amabilidad, o porque quieren ganarse el favor de una futura millonaria.

Y no eran pocos los gastos, porque el matrimonio no ahorra nada. Invierten en casas por toda Francia, y hasta en Túnez; se compran un castillo, un yate, ropa de diseño... Los eventos que organizaban eran los mejores de París, y atraían a todas las figuras públicas, políticos, empresarios, militares y a quien hiciese falta. Todo es poco para consolidar su lugar en la élite.

También se lanzaron a los negocios. Crearon una compañía de ahorros, que prometía enormes ganancias a quién invirtiera con ellos. A pesar de que en Francia aún estaba muy reciente el escándalo de Panamá, en el que miles de pequeños ahorradores fueron estafados durante la excavación del canal, las promesas de enormes rentabilidades eran más poderosas que el miedo.

Estafa piramidal

Cuando los acreedores empezaron a pedir que les devolvieran su dinero, los Humbert recurrían a nuevos prestamistas. Y así sucesivamente, durante 20 años. Era una especie de estafa piramidal, un esquema Ponzi, antes de que el propio Ponzi lo crease.

Llegaron a estafar más de 50 millones de francos, que les permitieron vivir como auténticos millonarios. Pero con el cambio de siglo las sospechas eran cada vez más grandes, a los acreedores no les cuadraban las cifras, y hasta la prensa empezó a señalarles. Así que un juez, presionado por numerosas demandas, ordenó que abriesen la legendaria caja fuerte que respaldaba su tren de vida.

En 1901 llegó el esperado momento. Y al abrir la caja fuerte... no encontraron nada. O casi nada. La leyenda cuenta que había un ladrillo, o periódicos viejos, otros dicen que había un botón, un penique y hasta una moneda italiana. Pero lo que está claro que no había allí dentro es la supuesta fortuna.

Thérèse Humbert durante el juicio
Thérèse Humbert durante el juicio. | Imagen: Wiki

El escándalo sacudió a toda Francia y todo su entramado financiero. Miles de acreedores y de inversores se arruinaron. Los Humbert había huido del país, pero fueron detenidos finalmente un año después, en Madrid. Thérèse Humbert y su marido fueron condenados a cinco años de trabajos forzosos. Sus hermanos, los falsos sobrinos, a dos y tres años. Mientras que el resto de la familia, incluyendo su prestigioso suegro, que siempre les defendió, fueron considerados víctimas de la estafa, y no fueron procesados.

El final de su vida tiene aún más incertidumbres que su fraude. Tras salir de la cárcel, cuentan que se fue a Chicago, donde vivió hasta su muerte, en 1918. Las víctimas de su fraude tampoco quisieron hacer mucho ruido, pues no querían pasar más vergüenza, así que tampoco se le dio más importancia. Pero en 1930 un artículo publicado en prensa aseguraba que Thérèsa Humbert seguía viviendo en París, humildemente.

Lejos quedaba la imagen de 'La gran Thérèse', como se le empezó a llamar en los numerosos artículos dedicados a su estafa, considerada la mayor de la historia de Francia.

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