La Lotería de Navidad, conocida como el Gordo, es una tradición en España que marca el comienzo simbólico de estas fiestas. Es un sorteo que mueve miles de millones de euros. Este año repartirá más de 2.700 millones en premios, mientras que para el Estado genera ingresos por valor de 1.300 millones. Unas cifras impulsadas por la ilusión de que pueda tocarte y cambiarte la vida, pero también por la tradición en la que se ha convertido, una de las más arraigadas de estas fechas.
Los orígenes de este sorteo se remontan a principios del siglo XIX, siendo uno de los más antiguos del mundo. En concreto, lo lanzó el Estado en diciembre de 1812, en plena Guerra de la Independencia, como una vía de ingresos que evitase tener que aumentar los impuestos. Se le conoció como Lotería Moderna, para diferenciarla de la Lotería Primitiva, creada 50 años antes por el Marqués de Esquilache. En aquella primera edición, los boletos costaban 40 reales y el premio era de 8.000 pesetas.
Desde el principio es todo un éxito, pero su fama se dispara mucho después, a partir de 1897, ya renombrada como Sorteo de Navidad, y convertida en una tradición más que asentada. Aquel año, el valor del primer premio se disparó, pasando de 150.000 a 300.000 pesetas. Es también en ese momento cuando se le empieza a conocer como 'El Gordo', por su cuantía, y cuando su popularidad alcanzó otro nivel.
Se trataba ya de un premio de una cantidad que despertaba los sueños y las ilusiones de los compradores. Se había convertido en un símbolo navideño, con sus supersticiones, sus manías y sus esperanzas, en el que la aspiración es ganar, pero también compartir la ilusión con los demás.
Un nido de estafas
Es precisamente ese deseo que despierta la Lotería de Navidad lo que convierte a este evento en el escenario perfecto para que los delincuentes y los estafadores actúen. Cada vez hay más fraudes relacionados con El Gordo, más estafas que utilizan los canales digitales para tratar de captar a sus víctimas con falsos premios que abren la puerta a que les roben el dinero o sus datos personales.
Los emails o los SMS se han convertido en la vía más frecuente para tratar de engañar a las víctimas, pero en realidad es una estafa que ya venía de mucho antes, cuando se trataba de estafar a la gente incluso por carta.

Es uno más de los fraudes relacionados con la Lotería, y el más moderno, pero en realidad casi desde su nacimiento ha habido delincuentes tratando de aprovecharse de la fama del sorteo. Desde la venta de décimos falsos, que perdura hasta nuestros días; hasta otros engaños más clásicos, como el tocomocho, en el que el truhan trata de venderte un falso décimo premiado, alegando que no lo puede cobrar por algún motivo. También hemos visto falsos adivinos, que tratan de convencernos de que pueden adivinar el número premiado, o cómo se utiliza para blanquear dinero.
Pero ninguna estafa fue más grave que el conocido como 'Caso Escámez'. Ocurrió en el año 1951,con el franquismo ya consolidado y una situación económica terrible, a pesar de las primeras medidas liberalizadoras introducidas. Un escenario perfecto para que la gente se ilusionase con la posibilidad de que les tocase El Gordo. Un premio que podría salvar su Navidad.
Fraude con participaciones falsas
El protagonista de esta historia, de esta estafa, era Miguel Escámez, un lotero bastante popular y carismático,que tenía dos administraciones en Sevilla: La Europa y Doña Francisquita. Su plan, para el que contó con la colaboración de dos de sus empleados, era sencillo: seleccionó dos números, el 2703 y el 2704, y imprimió un número de participaciones falsas muy superior al que respaldaban los décimos que realmente poseía.
Las vendía a una peseta, y se repartieron por gran parte de España. El riesgo era mínimo, consideraba. ¿Qué opciones tenía de que esos números salieran premiados? Un 0,00001%. Era casi imposible. Casi imposible. ¿Qué número logró el primer premio de la Lotería de Navidad de 1951? El 2704. Lo imposible ocurrió.

Toda la ciudad de Sevilla estaba de celebración. Salvo una persona: el propio Miguel Escámez, que no sabía cómo iba a salir de esta. A cada poseedor de una participación, adquirida por una peseta, le correspondían 7.500 pesetas. Equivaldría a unos 3.000 euros de hoy.
La estafa tardó muy poco en salir a la luz. El tiempo que tardaron los primeros beneficiarios en ir a reclamar su premio. Ante la presión recibida, el lotero empezó a pagar, con los beneficios que había conseguido con la estafa, pero no era suficiente para atender a todas las víctimas. Pronto se produjeron las primeras denuncias, y la investigación policial comenzó pocos días después, cuando se produjeron las primeras detenciones.
Cuenta la leyenda que el propio Escámez, cuando fue arrestado, se preguntaba que "¿quién iba a pensar que el 2704, con lo feo que era el número, iba a estar dentro del bombo?".
¿Cuántos afectados hubo por la estafa?
A pesar de los esfuerzos realizados, los agentes nunca pudieron comprobar el alcance real de la estafa. El propio Escámez aseguró que había vendido unas 60.000 participaciones, pero una imprenta de Triana aseguró que había impreso 120.000. En cuanto al número de afectados, rondarían los 5.000, ubicados por toda España, desde la propia Sevilla hasta Jerez, Algeciras, Huelva, Mérida o Madrid.
A pesar de todo, y de lo claro que estaba que habían sido víctimas de una estafa, poco pudieron hacer las familias afectadas, que no podía recibir un dinero que no existía. Lo único que les entregaron fue lo correspondiente a los únicos décimos que de verdad poseía el lotero, además de los bienes que le habían embargado. Se repartió de forma equitativa entre todas las víctimas, en un proceso lento, que se demoró más de 10 años. Lo que se preguntaban todas estas personas era cuántas veces había llevado a cabo esta estafa el lotero sin que le pillasen, y cuánto dinero habría recaudado de forma fraudulenta.
En un proceso judicial largo, Escámez fue condenado en 1956 a 22 años de cárcel, 12 por un delito continuado de falsedad como medio para cometer estafa y 10 por apropiación indebida. Una sentencia dura, pero insuficiente para los afectados, que se reunían a las puertas de la Audiencia Provincial de Sevilla, donde se le juzgaba, exigiendo la pena de muerte para él. Sus dos empleados, considerados cómplices de la estafa, mientras se lanzaban acusaciones cruzadas, recibieron una condena de 8 años de prisión. Otros implicados, simples encubridores, recibieron penas menores.

Este escándalo también propició que el Estado tomase algunas medidas sobre las loterías, para evitar que estas situaciones se pudieran repetir. Una de las decisiones más relevantes fue prohibir que las Administraciones de Lotería vendiesen participaciones.
Sin embargo, a los particulares se les siguió permitiendo, por lo que estafas como esta se repitieron a lo largo de los años. Poco después del Caso Escámez, en Logroño, un señor llamado Román Vázquez vendió más del doble de participaciones de las que tenía respaldadas, en un número al que también le tocó el gordo, y acabó condenado a 9 años de cárcel.
Un escándalo que se repitió tiempo después en el Hogar del Pensionista de Palencia, donde también fue a parar el Gordo, pero el encargado había vendido el equivalente a 48 décimos... cuando solo había comprado 10. Más de 1.000 millones de pesetas se esfumaron.
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