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El monopolio natural hundido por la ciencia y la campaña publicitaria más larga de la historia

  • Nitrato de Chile fue una operación global de marketing enfocada en el marco rural
  • Era un producto que servía como fertilizante y para la fabricación de explosivos
  • Chile tenía el monopolio absoluto del producto, tras vencer en la Guerra del Pacífico
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El imperio inca contaba en su territorio con nitratos en abundancia, un producto de origen natural que, aplicado al suelo, aportaba numerosos beneficios a las plantas. Los conquistadores españoles, en su llegada al territorio, se dieron cuenta de que además de las ventajas agrícolas, también eran un potente explosivo, muy útil para las voladuras en las minas de plata que estaban abriendo en la zona. Era tan poderoso que el rey Felipe II llegó a regular su uso.

Durante el resto de época colonial fue una industria que siguió expandiéndose, pero no sería hasta principios del siglo XIX que el nitrato, o salitre, empezó a exportarse en grandes cantidades. En una época en los que las guerras y revoluciones se suceden, empieza a ganar gran importancia su uso explosivo. De hecho, es entonces cuando se construyen las primeras oficinas salitreras de la región, para proveer a la fábrica de pólvora de Lima.

También se inician las exportaciones, tanto a Europa como a Estados Unidos. Era un producto aún tan desconocido que, de hecho, cuando el primer barco salitrero llegó a Inglaterra allá por 1820, no encontraron ningún comprador interesado en aquello que pensaban que era simple tierra, así que acabaron tirando la carga al mar. Pero pronto se convirtió en un negocio muy rentable, y las oficinas de explotación, como se conocía a los centros de explotación ubicados en medio del desierto, no paraban de crecer y expandirse. Tras aquel primer viaje tan accidentado, para 1859, Inglaterra ya consumía unas 47.000 toneladas de salitre, convirtiéndose en el principal cliente europeo.

A pesar de que la región por entonces pertenecía a Perú, los dueños de las oficinas salitreras eran de diversas nacionalidades, incluyendo peruanos, pero también bolivianos, alemanes, españoles, ingleses y hasta croatas. Pero los más importantes eran, sin duda, los chilenos. Una amalgama de nacionalidades que provocaron numerosos conflictos en un territorio además con numerosas disputas entre Perú, Chile y Bolivia, que se pasaban el día discutiendo los límites y las fronteras.

La situación económica de los países era muy complicada, a pesar de los ingresos que lograban con la exportación de salitre, que ya era el producto más importante de la región. En busca de soluciones, el Gobierno boliviano, muy influenciado por Perú, decide aplicar nuevos impuestos sobre esta industria, para tratar de aumentar la recaudación. Y estas nuevas tasas afectaban incluso a las empresas chilenas afincadas en la región que, en principio, estaban protegidas ante estas medidas por los acuerdos firmados entre los estados, para tratar de mantener la paz en la zona.

La Guerra del Pacífico

Ajenos a cualquier protesta, el Gobierno de Bolivia ordena en diciembre de 1878 cobrar los nuevos impuestos correspondientes a la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, empresa chilena con capital británico. Y como no pagó, dos meses ordenó el embargo de la salitrera, de sus bienes y de todo su capital.

No se puede decir que este hecho fuera la causa principal, ni mucho menos la única, de la conocida como Guerra del Pacífico o Guerra del Salitre, que enfrentó a Chile con los aliados Perú y Bolivia, pero fue sin duda el desencadenante. Porque cuando las autoridades bolivianas decidieron ejecutar la orden se encontraron con que las tropas chilenas habían tomado la región de Antofagasta, rompiendo los tratados de fronteras anteriores.

Era una zona desértica, de difícil acceso, cuya principal entrada era desde el mar. Así que Chile, la gran fuerza naval de la región, no tuvo problemas para hacerse con su control. Ocupó varias regiones bolivianas en menos de un año, así que Bolivia decidió abandonar militarmente la guerra tan pronto como 1880. Y tras varias victorias en batallas contra el ejército peruano, llegó a ocupar Lima, la capital del país. La guerra se extendió durante dos años más, con las guerrillas y montoneros peruanos tratando de desgastar a las fuerzas chilenas de ocupación, hasta que finalmente, en 1883, se puso fin a la guerra.

Guerra del Pacífico
Guerra del Pacífico, o Guerra del Salitre, durante la campaña de Lima en 1883. | Imagen: Wikipedia

Como parte del acuerdo de paz, Chile extendió sus fronteras hacia el norte, haciéndose con el control las regiones de Tarapacá y Antofagasta, principales zonas salitreras. Y fue una revolución para la industria. Chile, con una democracia mucho más asentada y con un Gobierno de corte liberal, apuesta por liberalizar el sector, dando entrada a inversores particulares, aplicando impuestos sobre las exportaciones.

En un primer momento, fueron empresarios ingleses los que se hicieron con la mayoría de oficinas de explotación de salitre, llegando a poseer el 70% de esta industria para 1890. Los ingleses jugaron un papel clave para iniciar la fiebre salitrera en el mundo, gracias a su inversión en innovación y desarrollo tecnológico, que hizo más eficiente la industria; y al desarrollo de campañas de promoción y marketing por todo el mundo, que mantuvieron altos los niveles de consumo durante décadas.

La precariedad de los obreros

El problema es que la vida en las oficinas salitreras no era fácil. Los dueños eran extranjeros que en la mayoría de ocasiones jamás llegaban a pisar los campamentos. La gestión correspondía a los administradores, provenientes de la clase acomodada chilena. Mientras que los obreros y sus mujeres trabajaban sin parar, en jornadas laborales extenuantes y con condiciones horribles, casi de semi-esclavitud. Era un trabajo con tasas de mortalidad enormes, donde no se aplicaban medidas de seguridad de ningún tipo, en un entorno sofocante. El trabajo infantil era habitual, con cientos de niños de menos de 10 años desarrollando toda clase de labores.

El aislamiento de estos campamentos también daba lugar a numerosos abusos. Los salarios eran rebajados sistemáticamente, dependiendo de la cotización del salitre en los mercados internacionales. Las cuotas por médico y botica, servicios que se aplicaban tarde y mal, eran arbitrarias. Las multas eran constantes. Y, por si fuera poco, la única tienda disponible era la de la oficina, donde los precios eran abusivos ante la falta de competencia.

Trabajadores del salitre
Trabajadores en una explotación de salitre a inicios del siglo XX. | Imagen: Wikipedia

Por mucho que sus sueldos, como les recordaban, fueran los más altos de todos los empleados del país, en realidad las condiciones eran horribles. Tanto que acabó desembocando en la huelga de 1890, con la que los trabajadores exigían una mejora en su situación. Sus demandas no fueron escuchadas, y la tensión fue escalando durante años, hasta la huelga general de 1907, que terminó abruptamente con la matanza de Santa María, en la que asesinaron a cientos de trabajadores.

Auge y caída

La industria, ajena a cualquier tipo de reivindicación obrera, vivió a partir de 1900 su mejor época. Muchos inversores ingleses dejaron paso a los alemanes, y aumentó la presencia de dueños chilenos. Entre 1900 y 1929, se vivió la época de mayor enriquecimiento, que redundó en la modernización del país. Los beneficios obtenidos con las exportaciones de nitrato permitieron, por ejemplo, abolir otro tipo de impuestos. Pero también financiar importantes obras públicas, como el desarrollo de la línea férrea, el alcantarillado, y otras mejoras en las ciudades como la introducción de los tranvías, los teléfonos o la pavimentación de las calles. También permitió aumentar el tamaño del Estado, con el incremento del número de funcionarios.

Por contra, los beneficios quedaban sobre todo en manos de unos pocos privilegiados, muchos de ellos extranjeros, lo que aumentaba las desigualdades. Además, muy dependientes de un solo producto, y a pesar de los recursos disponibles, Chile fue incapaz de desarrollar una industria nacional sólida.

Chile poseía recursos para seguir alimentando el mundo de nitrato durante décadas, e incluso durante siglos, según diversos estudios. Pero la I Guerra Mundial fue un punto de inflexión. La demanda de nitrato se disparó, por su importancia para la producción de explosivos, tan importantes en el conflicto. Pero el bloqueo naval a Alemania le cortó el acceso a las materias primas, incluyendo el nitrato. Este aislamiento aceleró el desarrollo de fertilizantes sintéticos, mediante el proceso Haber-Bosch, que revolucionó la industria química y acabaría marcando el principio del fin para el monopolio chileno del salitre.

En la década de los 20 la industria empezó a mostrar sus primeros síntomas de agotamiento. La demanda empezó a frenarse, muchas oficinas salitreras empezaron a cerrar. Para finales de la década, muchos ya se habían dado cuenta de que el ciclo estaba agotado. La crisis económica provocada por el crack del 29 puso el último clavo en el ataúd del nitrato de Chile.

Campaña publicitaria global

A la desesperada, a finales de la década impulsan una nueva campaña a nivel mundial, para tratar de convencer directamente a los agricultores de que sigan usando nitrato natural en lugar de fertilizantes sintéticos. Con décadas de experiencia en marketing, crean estrategias específicas para cada país. Y en España, junto con Portugal, tiene una peculiaridad: el soporte utilizado es la cerámica. Una tendencia que se había iniciado en la década de los 10, y que estuvo bastante vigente hasta el comienzo de la Guerra Civil.

El diseño del cartel utilizado era sencillo y esquemático, siguiendo los principios Art Decó tan propios de la época, representando de forma idílica a un campesino, con un jinete que recuerda a un gaucho de la pampa argentina.

Se publicó en carteles, en folletos que se repartieron masivamente, en publicidad en prensa... pero lo más icónico y lo que perdura hasta nuestros días es, como decimos, el mostrado en cerámica. La campaña se desarrolló por todo el país, que seguía siendo eminentemente agrícola, pero tuvo especial incidencia en Canarias, o parte de Andalucía, pero sobre todo en Extremadura. Raro es el pueblo de esta Comunidad que no tuvo su cartel de Nitratos de Chile.

Cartel de Nitrato de Chile en La Palma
Cartel de Nitrato de Chile en La Palma. | Imagen: Dreamstime

El diseño es obra de Adolfo López-Duran, un estudiante de arquitectura, y fueron fabricados en los talleres de cerámica valenciana de Ramón Castelló. Los cartéles se ubicaban a las entradas y salidas de los pueblos, pero también en plazas céntricas, en edificios destacados, en plazas de toros y en ocasiones hasta en iglesias.

La presencia era masiva, lo que ayudó a que se convirtiera en una publicidad icónica, a la altura de otras legendarias como la de Osborne o Tío Pepe. La campaña, de hecho, fue tan importante y tuvo tanta repercusión que muchos de esos carteles se mantienen hasta nuestros días, muchos de los cuales han sido restaurados, y en algunas regiones, como Extremadura, hasta se han protegido declarándolos Bien de Interés Cultural.

La curiosidad es que la campaña fue mucho más exitosa y longeva que el propio nitrato de Chile en sí mismo, ya que en esa década de los 30 la crisis arrasa la industria, la demanda mundial se hunde repentinamente un 90%, y la producción casi se detiene. Se mantuvo moribunda hasta que en 1960 cerró la última oficina salitrera, la de Humberstone, abandonada desde entonces y considerada hoy Patrimonio de la Humanidad.

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