"¿Me pone una Águila, por favor?". Es la frase que se vuelve a escuchar en bares, restaurantes y tabernas madrileñas y que tiñe de blanco y negro los reencuentros tras la etapa más dura del coronavirus. Porque El Águila fue, hasta finales de los años 60, la cerveza que dominó el mercado de la capital así como el panorama nacional, pero a la que la llegada del europeísmo acabó por cortarle las alas. Sin embargo ha sido 50 años después, con la moda de las cervezas artesanales, cuando esta popular marca ha vuelto a tomar el vuelo con el fin de regresar a la cúspide de las ventas del sector.
No había dado sus primeros coletazos el siglo XX cuando el empresario y diputado por el Partido Liberal Augusto Comas y Blanco decidió fundar, en el madrileño barrio de Delicias, la compañía S.A. El Águila. En un emplazamiento que poco a poco iría convirtiéndose en referencia de la industria capitolina, hoy en día la antigua fábrica alberga la Biblioteca Regional Joaquín Leguina y el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid, esta cerveza fue creciendo hasta que en los años 30 ya lideraba el mercado nacional en número de ventas.
Líder indiscutible de las tabernas de Madrid, solo la catalana Damm podía asemejar sus números en toda España, la clave de su temprano éxito fue el gran poder adquisitivo que tenía el grupo. Mientras otras cervezas como Mahou o Moritz, con más años de historia, tenían que ser prudentes por su carácter familiar, El Águila podía permitirse un desarrollo empresarial digno de otra época.
Hasta 1940, el consumo cervecero menguó por la falta de materias primas. Pero, con una posición fuerte, Él Águila consiguió un 20% del negocio estatal, lo que relanzó de nuevo sus ventas hasta el punto de expandirse con fábricas en Córdoba o Valencia.
Heineken y una desaparición europeísta
Un modelo de éxito que se consolidó hasta los años 60, cuando ya tenía el 30% de la cuota de mercado de toda España hasta que Mahou comenzó a comerle terreno. Con pérdidas constantes en los años 70, a pesar de intentos de relanzar la marca como la creación de una de las primeras cervezas sin alcohol de España, en 1984 Heineken se hizo con el 32% de su accionariado. Potenciando a favor del grupo neerlandés la idea de introducir una cerveza con carácter europeo, poco a poco se fue centralizando su producción en las fábricas de San Sebastián de los Reyes (Madrid) y Cuart de Poblet (Valencia) en pro de cierres como el mítico de Delicias.
El Águila fue perdiendo su nombre y logo en favor de Amstel hasta su desaparición con la llegada del siglo XXI
Pero los números no terminaban de llegar, y en esa idea aperturista llegó el fin de El Águila (a principios de los años 90 ya le habían superado Damm, Mahou, Cruzcampo y San Miguel). Para entonces, Heineken, que en 1996 se haría con el 100% de la compañía, decidió ir sustituyendo poco a poco la marca tradicional por la de Amstel. Primero fue el logo, luego la denominación hacia Águila Amstel, para luego llamarla Amstel Águila y finalmente solo Amstel.

El Águila ya había desaparecido de un grupo que en el año 2000 se fusionaría con Cruzcampo y pasaría a llamarse Heineken España. Todo hasta que la llegada de la segunda década del siglo XXI le despertaría de su letargo.
El renacer con un crecimiento del 35% en el último año
En medio de un boom por las cervezas tradicionales y locales como Turia (Valencia), La Virgen (Madrid) o Victoria (Málaga), Heineken decidió apostar su estrategia hacia el renacer de El Águila. Con dos formatos (1900, por el año de su nacimiento, y Sin filtrar, porque así se vendía en sus inicios), el logo además recuperó al ave dibujado a mano y el color azul que recuerda al azulejo de la fachada de Delicias.
En la actualidad ya ha llegado a más de 600.000 hogares, gracias a su presencia en la mayoría de cadenas de supermercados, y 50.000 puntos hosteleros, lo que se traduce en un crecimiento del 35% en el último año, según datos de la propia cervecera.

Además, la variedad Sin filtrar alcanza una tasa de repetición del 37%, lo que significa que casi cuatro de cada diez consumidores que la prueban la vuelven a comprar, escenificando ese aleteo que resurge con el fin de volver a ser lo que hace 100 años era la cerveza de referencia en España.