
El afán por presionar fiscalmente a las empresas ha sido una de las banderas de los gobiernos presididos por Pedro Sánchez. Así lo demuestran las continuas subidas en figuras impositivas ya existentes, Sociedades o cotizaciones, por ejemplo, y la creación de nuevas tasas, como fue el caso de los impuestos temporales a banca y energéticas. Estas iniciativas solo empeoran una fiscalidad opresiva desde hace años para las empresas, como revelan las comparativas con el resto de la UE o con la OCDE. En concreto, nuestro país se encuentra entre las economías desarrolladas que más penalizan los costes de capital empresariales. El Fisco español ofrece una deducción máxima del 61,3%. Un porcentaje que sitúa a España a casi 10 puntos respecto a la media de la OCDE. En cuanto a las grandes economías europeas, España está claramente a la cola frente al 76,3% de Italia, el 74,2% de Francia y el 64,4% que proporciona Alemania.
Así lo indica un informe que cada año publica Tax Foundation, en el que también destaca que la bonificación fiscal a las empresas por invertir cae dos puntos en el último año. Los costes de capital están directamente relacionados con aspectos medulares como los desembolsos en maquinaria, inmuebles o mantenimiento. Si el margen de las deducciones fiscales es estrecho en esta rúbrica, también lo será la capacidad misma de las empresas para elevar su músculo inversor. Es más, los analistas alertan de que también se resentirá la productividad de las plantillas. Puede así vaticinarse que, si esta situación tributaria no se atenúa, seguirá sufriendo la capacidad de crecimiento de las empresas, y también sus posibilidades de incrementar o, al menos, mantener sus plantillas actuales.