Opinión

¿Es racional la exuberancia actual de los mercados?

  • Trump no está nada cerca de cumplir su propósito de equilibrar la cuenta externa de EEUU
  • Una gestión menos eficiente y una oferta más limitada subirá los precios y los tipos de interés
Donald Trump: Presidente de EEUU
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A pesar de la incertidumbre que generan las políticas de la administración Trump, las bolsas estadounidenses dan aparentes señales de normalización. Los principales índices han vuelto a donde estaban a principios de año y siguen subiendo. ¿Qué ocurre aquí? ¿Son creíbles estos nuevos máximos? En mi opinión no lo son. Para empezar, a pesar de los últimos cambios de rumbo de Trump con sus políticas, la incertidumbre se mantiene alta, lo que genera temor a una pérdida de confianza de las empresas y de los hogares que frene el crecimiento a largo plazo. Además, Trump no está cerca de completar sus tratativas comerciales y mucho menos de su objetivo declarado de equilibrar la cuenta externa de los Estados Unidos.

Para lograr semejante objetivo, sería necesario que las principales potencias del mundo ajustaran sus propias pautas de ahorro e inversión y sus relaciones con Estados Unidos. Aun suponiendo que fuera posible, sería muy difícil de conseguir. Finalmente, la agenda de la administración Trump hay que analizarla en el contexto más profundo de lo que el economista e historiador francés Arnaud Orain denomina «capitalismo de la finitud». Orain distingue «entre un mundo abierto portador de una promesa de enriquecimiento universal e ilimitado (para estados, empresas privadas o individuos) y una ideología que sostiene lo contrario: que el mundo es finito y los recursos naturales y las exportaciones globales están en cantidad limitada, lo que implica que el enriquecimiento universal es limitado e incluso imposible».

Cuando parece que el mundo exterior ofrece menos oportunidades que riesgos, se vuelve necesario defender el propio territorio. Y si la consecuencia es que el sistema económico se torna imperfecto y menos eficiente, tanto peor. En cualquier caso, frente a la persistencia de la incertidumbre y de la amenaza de presiones inflacionarias, todas las miradas estarán puestas en los bancos centrales. La Reserva Federal de los Estados Unidos ha adoptado una actitud de esperar a ver qué sucede, mientras vigila los efectos de la guerra comercial de Trump, y el Banco Central Europeo ya está enviando señales de que la nueva incertidumbre lastrará el crecimiento económico.

Los grandes países se encierran en sí mismos y la economía mundial se transforma ante nuestros ojos. Es razonable prever que una gestión menos eficiente y una oferta más limitada hagan subir los precios y con ellos los tipos de interés. Aunque será inevitable que la atención pase de la demanda a la oferta, el objetivo de la política monetaria seguirá siendo el mismo: anclar las expectativas de inflación en un «nivel suficientemente bajo» y adoptar una política que a mediano plazo reconduzca la inflación hacia la meta. De modo que hay un desafío doble: además de mantener bajas las expectativas de inflación, los bancos centrales tendrán que conseguir agilidad analítica y nuevas herramientas que les permitan controlar una situación en constante cambio. En un entorno tan incierto, la «orientación futura» no puede ser muy precisa. En vez de eso, el modo más pertinente de proveer información a los actores económicos será mediante el uso de varios escenarios, a diferencia de lo que es práctica habitual en la actualidad.

Otro factor importante es el veloz cambio de los flujos comerciales. Un hecho innegable, si se juzga por las pautas de voto en las Naciones Unidas, es una reducción de la distancia geopolítica en el comercio. Mientras Estados Unidos reduce su comercio con China, la República Popular sigue acercándose a los mercados emergentes y a los países en desarrollo, y en muchos casos se convierte en su principal socio comercial. ¿Son los mercados estadounidenses plenamente conscientes de lo que esto implica? Otra cuestión importante es la globalización financiera. Un vínculo evidente une las tensiones geopolíticas con la estabilidad financiera, y hay dos canales interdependientes que será necesario vigilar. El primero es de carácter financiero, reflejado en las restricciones referidas al capital, una mayor aversión a riesgos y otras variables con efecto sobre la liquidez.

El segundo canal es económico y tiene que ver con el grado de disrupción que puedan provocar las nuevas medidas proteccionistas en las cadenas de valor. Las tendencias actuales (en ambos canales) hablan de una disminución a mediano plazo de la diversificación geográfica en la asignación de activos, con la consiguiente posibilidad de que el equilibrio entre riesgo y rendimiento se estabilice en un nivel más bajo. Por último, en un entorno geopolítico más inestable, hay que tener en cuenta riesgos para la esfera económica y financiera que son menos endógenos, por ejemplo las amenazas a la ciberseguridad y la compleja transición a las fuentes de energía renovables.

En una economía global de este tipo, donde la lógica de la abundancia a través de la globalización está dando paso al capitalismo de la finitud, es posible que haya menos tolerancia a desequilibrios significativos en el saldo de cuenta corriente. Cuanto más perciban los gobiernos un aumento de riesgos geopolíticos y económicos, más limitarán los flujos comerciales y financieros con regiones del mundo consideradas menos amistosas. Si esta insularidad se vuelve demasiado restrictiva, habremos renunciado a los conocidos beneficios de la diversificación.Dadas las perspectivas generales a mediano plazo, los mercados financieros no podrán permanecer incólumes por mucho tiempo. Para las bolsas estadounidenses en particular, índices elevados y al alza no son sostenibles.

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