Opinión

La deuda socava la credibilidad

  • Una política fiscal expansiva por el lado del gasto conduce a la pérdida de credibilidad
Hombre de negocios cargando a hombros con una deuda estadounidense, las cuales gracias a Moody´s se ha rebajado
Madridicon-related

Moody's ha rebajado la calificación crediticia de la deuda estadounidense debido a la elevada acumulación de deuda durante la última década, rebajando un peldaño su calidad. De esta forma, es la última de las tres grandes agencias de rating que rebaja la deuda estadounidense, corroborando que ya no la consideran del nivel excelente de solvencia del que gozaba antes.

Es cierto que la guerra arancelaria no ayuda, porque introduce incertidumbre; la incertidumbre genera inseguridad; la inseguridad incrementa el riesgo; y a mayor riesgo se pide una mayor rentabilidad; pero el gran problema inicial es la acumulación de endeudamiento, que no se circunscribe sólo a Trump, sino que, realmente se extiende en el tiempo, por supuesto a la última década que señala Moody's -que engloba al primer mandato de Trump- pero también más allá. El dinamismo de la economía estadounidense no es suficiente para sujetar el cociente de deuda sobre el PIB, al desbordarse el gasto, elemento que produce un importante déficit, que hace que se alcance un nivel de deuda de alrededor de 35 billones de dólares, que supera el 120% del PIB. Ese incremento exponencial de deuda lleva a que en intereses del endeudamiento Estados Unidos tenga que dedicar más de un billón de dólares al año, que constituye un elemento que drena recursos para otras actuaciones esenciales, pero que se consume en dicho pago de intereses. Trump presiona a la Fed para que rebaje tipos, para reducir la factura de pago de intereses de cada año, pero el problema originario es el principal de la deuda, que es lo que hay que reducir. Gasto ilimitado, déficit estructural y deuda exponencial son un problema de Estados Unidos, pero no exclusivo de Estados Unidos, sino que es una actuación que se ha vuelto costumbre en los últimos años a nivel mundial.

Definitivamente, el mundo ha vuelto a girar hacia posiciones de gasto público expansivo, fuertemente intervencionistas, si es que alguna vez ha abandonado dicha posición, porque ha habido destellos de liberalismo clásico económico, sí, especialmente a través de las rebajas de impuestos y la eliminación de trabas en la economía, como llevaron a cabo el presidente Reagan en Estados Unidos, la primer ministro Thatcher en el Reino Unido o, en España, el presidente Aznar, pero incluso en sus mandatos, por uno u otro motivo, no dejó de haber partidas importantes para el gasto público -aunque ligadas a Defensa, cosa lógica aunque, por ejemplo, el presidente Aznar logró rebajar el peso del gasto público total de manera importante, del 44,10% de gasto público sobre el PIB de 1995 al 38,40% de 2003 -último año completo de su mandato-. No obstante, incluso en los mejores momentos del liberalismo clásico en el contexto internacional, aunque se redujo el gasto superfluo, que no es poco, el nivel de gasto ha continuado siendo excesivamente elevado, a mi juicio, para que pueda ser soportado a medio y largo plazo por cada economía.

Tantos años después -y tantos fracasos del intervencionismo público después- los principales dirigentes políticos se empeñan en errar, al aplicar las recetas que Keynes diseñó para salir de la depresión económica del período de entreguerras. Los amantes del intervencionismo se empeñan en defender estas ideas de Keynes sin estudiar en profundidad su obra. Es conocido que Keynes dijo que había formulado su teoría para un momento muy concreto, pero que la corregiría y adaptaría para contemplar los elementos comentados -cosa que los intervencionistas siempre ocultan-.

Su fallecimiento poco después lo hizo imposible y sus seguidores, los keynesianos -que hay que distinguir del propio Keynes-, llenaron de dogma inamovible lo contenido en las teorías de Keynes. Tras la II Guerra Mundial, el gasto público se expandió como nunca, trasladando con fuerza a Europa la práctica de intenso gasto implantada por el presidente Roosevelt en Estados Unidos. El Estado del bienestar avanzó a pasos agigantados, elemento que consolidó unos niveles de gasto muy elevados que, con independencia de que algunas medidas o actuaciones puedan constituir un avance como sociedad, que nadie pone en duda, como una sanidad y educación universales, por ejemplo, el fomento de otro tipo de actuaciones no imprescindibles hace que ese gasto vaya volviéndose cada vez más insostenible. Y así, de esta manera, llegamos al problema actual, que ha hecho que Estados Unidos pierda su calificación y que el conjunto de los países occidentales estén también sobre endeudados.

La política económica tiene consecuencias, y una política fiscal expansiva por el lado del gasto conduce a la pérdida de credibilidad. Se necesita, tanto en Estados Unidos como en el conjunto del mundo, limitar el gasto público, bajar impuestos y aplicar reformas que dinamicen la economía con más apertura, no con más proteccionismo. Si no, el horizonte será preocupante, con consecuencias todavía peores que esta rebaja de calificación de la economía estadounidense. No quiero terminar sin agradecer a elEconomista.es la colaboración semanal que inicio hoy, que me permitirá compartir con sus lectores, a quienes saludo, un artículo cada miércoles, si Dios quiere.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky