
Como la primera ministra británica Liz Truss, que en 2022 se vio obligada a retirar sus planes fiscales pocos días después de hundir el mercado de bonos británico, Trump también cedió a la presión y anunció el miércoles una tregua de 90 días en los aranceles recíprocos, excepto para China, tras una semana de caos financiero y bursátil.
El presidente hizo esa mañana comentarios alentadores en sus redes sociales : "¡Tranquilos! Todo va a salir bien", publicó a las 9:33 a. m. Y cuatro minutos después, tuiteó en mayúsculas, "¡¡¡ESTE ES UN GRAN MOMENTO PARA COMPRAR!!! DJT". El tuit generó polémica, aunque los funcionarios estadounidenses aseguran que en ese momento aún no estaba decidida la prórroga, que se llevaba discutiendo desde el fin de semana. El presidente jugó al límite de lo legal, habría que ver si su entornó no lo aprovechó personalmente.
Trump, ávido consumidor de noticias por cable, había visto esa mañana la entrevista que Maria Bartiromo hizo en Fox Business a Jamie Dimon, CEO de JP Morgan, en la que calificó como "probable" una recesión y advirtió que la situación "podría empeorar". En los últimos días, ejecutivos del mundo financiero neoyorquino se habían puesto en contacto con su jefa de gabinete, Susie Wiles, para expresar su preocupación, al igual que habían hecho los líderes mundiales. "Los mandatarios de todos los países nos están llamando, besándome el culo", proclamó Trump.
El S&P 500 alcanzó su punto máximo el 19 de febrero y comenzó a caer con los aranceles a Canadá, México y China. La ola de ventas cobró fuerza el 2 de abril con los aranceles "recíprocos" a casi todos los países y la respuesta de China, hasta alcanzar el 19% el mediodía que se anunció la prórroga.
Pero fue el comportamiento de los bonos lo que provocó el volantazo. Normalmente, cuando los inversores están asustados buscan seguridad y nada es más seguro que el dólar y la deuda del Tesoro. Pero a pesar del creciente temor a una recesión, en esta ocasión, la huida a la seguridad no se produjo.
En un primer momento, el rendimiento de los bonos del Tesoro sí bajó un poco, pero desde la entrada en vigor de los aranceles se revalorizaron un cuarto de punto, al pasar del 3,99% al 4,38%. El martes por la noche y el miércoles su precio se aceleró. «La gente está un poco inquieta», admitió Trump. Este es un comportamiento inusual.
La deuda y la inflación abonan una subida de tipos, que pueden dañar más Wall Street
El mercado de deuda es generalmente silencioso, pero cuando ruge es como un volcán fuera de control. El efecto contagio es peligroso. La subida de tipos de 1987 desató el lunes negro de Wall Street. Su encarecimiento pone contra las cuerdas la refinanciación de los más de siete billones de dólares de deuda , cuyo precio es la referencia para los préstamos a empresas y las hipotecas.
El plan de Trump se estaba yendo al garete. Sus asesores esperaban que los aranceles elevarían la inflación y perjudicarían la demanda y el crecimiento, lo que impulsaría a la Reserva Federal a bajar los tipos de interés para reactivar la economía. Pero estaba ocurriendo justamente lo contrario. La Fed se vería obligada a subirlos, en vez de bajarlos, para atraer financiación al dólar.
Las fuerzas que impulsaron el alza de los tipos proceden de varios frentes. El más evidente es el temor a mayores presiones inflacionistas. Pero hay razones más sutiles, como que los inversores asiáticos empezaron a desprenderse de deuda, después de que Trump elevara hasta el 125% las tarifas sobre el gigante asiático.
Asimismo, el desplome de los precios de los activos obligó a los hedge funds ó fondos especulativos a vender para cubrir con garantías adicionales sus carteras ó para satisfacer los reembolsos. Los fondos de cobertura podrían haberse visto obligados a liquidar sus tenencias de bonos.
La desconfianza se asienta en EEUU. El dólar sigue a la baja y los costes de la deuda se encarecen
Sin embargo, los factores técnicos no pueden explicar por qué los bonos y el dólar comenzaron a comportarse de forma extraña. La explicación más preocupante es que los inversores globales podrían estar cambiando su perspectiva sobre EEUU.
El dólar ha sido durante mucho tiempo la moneda de reserva mundial. Los inversores y los bancos centrales lo utilizan para defender sus propias monedas, pagar importaciones, saldar deudas y afrontar emergencias. Empresas de todas las nacionalidades realizan transacciones fronterizas en dólares. Todo esto crea una enorme necesidad de dólares, que suelen invertirse en bonos del Tesoro y sostiene sus gigantescos déficits comercial y fiscal. Sin embargo, desde principios de 2022, el oro supera ampliamente a los bonos del Tesoro como activo contra la inflación, lo que sugiere que el metal amarillo ahora es el verdadero refugio.
Una tendencia que se aceleró tras la invasión rusa de Ucrania, cuando Rusia y China abandonaron las transacciones en el billete verde. En los últimos meses, las políticas de Trump reducen su papel en el comercio mundial, lo que recorta la importancia del dólar y complicará la financiación del endeudamiento masivo de Estados Unidos.
Aún no está claro cuál es su estrategia y la de su secretario del Tesoro, Scott Bessent, con la prórroga ni con China. ¿Desean que los 600.000 millones de dólares en comercio bilateral desaparezcan ó provengan de otros destinos? Es lo que sugieren los arancelas del 145%. Pero eso implicaría una gran perturbación a corto y medio plazo.
La guerra comercial puede transformarse en financiera. Durante mucho tiempo se asumió el estatus del dólar como moneda mundial de reserva. Los acontecimientos de las últimas semanas sugieren que Trump puede acabar con este principio.
En los siete episodios anteriores, cuando el S&P 500 cayó con fuerza, el dólar subió. Ahora, hasta la prórroga de los aranceles se devaluó el 4,5%y un 3% adicional en los dos últimos días frente al euro y otras monedas, que ahora actúan como refugio. Asimismo, el coste de la deuda escaló al 4,5%, lo que apunta a que la desconfianza en las políticas de Trump, en máximos de una década, será difícil de erradicar y seguirá dando sorpresas desagradables, aunque se evite una recesión económica en EEUU.
¿Cómo nos afectará?
España está entre los menos afectados por los aranceles, porque es un país de servicios y estos, de momento, no están bajo la lupa de Trump. El titular de Economía, Carlos Cuerpo, realizará evaluaciones permanentes y comparecerá en el Parlamento cada tres meses por el impacto confuso. Un indicativo de que el daño puede ser serio, siempre que se confirmen los aranceles anunciados.
Cuerpo evaluó en sólo 14.800 millones las exportaciones de bienes españoles a Estados Unidos, menos del 1% del PIB. Hasta aquí las buenas noticias, porque el ministro advirtió que puede haber efectos de segunda ronda. Si Francia y Alemania, que son netamente exportadores se hunden, nosotros iremos detrás por doble motivo. El 70% de las exportaciones se dirige a estos dos países, que junto junto al Reino Unido, copan las visitas de turistas a nuestro país. Asimismo, el estadounidense es el que más gasta junto al chino, y la onda expansiva de Trump rebajará entre uno y dos puntos el PIB de ambos países.
Diferentes casas de análisis, desde BBVA Research a Funcas, cifran en medio punto el impacto en el PIB español. Pero las estimaciones podrían cambiar. Un análisis apresurado enviado por Bankinter a sus clientes advierte del gran cambio en la estructura en el comercio y la economía mundiales desde la Segunda Guerra mundial, que mermará el crecimiento e impulsará la inflación durante años. La entidad, por primera vez en su historia, redujo a cero la exposición a bolsa en sus carteras conservadoras.
La diferencia con la subida arancelaria de 2017, en el anterior mandato de Trump, es que los fabricantes tendrán mucho más difícil encontrar mercados alternativos, ya que todo Asia, con especial énfasis en China, sufrirá un castigo mayúsculo y el resto del mundo se sumergirá en un estancamiento.
La visita de Pedro Sánchez a China servirá para poco, porque, aunque lograra atraer inversiones en baterías o en otro tipo de industria, sería a costa de desplazar a los fabricantes europeos.
El Gobierno intentó adelantarse con un paquete de 14.000 millones, del que aproximadamente la mitad es dinero nuevo, para proteger a las empresas. De estos, el 70% (10.000 millones), son avales ICO y préstamos Next Generation. Los préstamos, si se otorgan en buenas condiciones como ocurrió en la pandemia, proporcionar un alivio temporal, pero no son la panacea. Ante una caída de la demanda la única solución pasa por reducir la oferta y eso requiere un recorte de costes laborales y fiscales, que la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, se niega en redondo a aplicar.