Opinión

Donald Trump: del dicho al hecho hay un trecho

  • Este gobierno tendrá que enfrentarse al propio partido y a las élites

Todos hemos contado los días que faltan para que Trump se sentara en la Casa Blanca. Como si del lanzamiento de una misión espacial se tratara, la cuenta atrás ha disparado nuestras pulsaciones. La expectación está siendo enorme. Ahora bien, también lo es la incertidumbre, ya que nadie conoce cuál será ni la trayectoria ni el destino final de la nave.

Y ¿cómo es eso posible, si Trump viene desvelando sin tapujos todas sus intenciones? En efecto, llevamos meses conociendo e interpretando todas las medidas anunciadas durante su campaña y algunas semanas escuchando con atención y escalofríos muchas de sus propuestas más controvertidas. Hay quien resumen estas iniciativas con tres palabras: maganomics, tecnofeudalismo y aranceles. ¿Por qué entonces esa elevada incertidumbre? ¿No es acaso esa incertidumbre una expresión de nuestra voluntad más optimista e interesada de que muchas de esas medidas sean sólo ocurrencias y poco más?

Hay analistas sesudos que sostienen que Trump va a hacer precisamente lo que ha dicho que va a hacer, pues es un hombre de negocios, directo, pragmático, fuerte y transaccional que buscará el cumplimiento de sus objetivos e ideales por el camino más corto y rápido posible.

Ahora bien, muchos pensamos que siendo cierto que Trump responde a ese perfil asertivo, existirá un largo trecho entre lo dicho y lo que finalmente termine ocurriendo. En primer lugar, porque hay medidas que podemos tildar directamente de ocurrencias, en segundo lugar, porque hay iniciativas cuyo anuncio responde más a la voluntad de encarar una negociación con una posición de partida que augure un mayor éxito en la negociación. Por último, porque entre las medidas con mayor contenido económico, una mayoría tendrán efectos negativos sobre la economía americana, resultando su aprobación y posterior ejecución muy compleja y su vida muy poco longeva.

Empezando con estas últimas, me incluyo entre los que consideran que algunas medidas son contrarias a los intereses del establishment económico que gobierna Wall Street, contrarias incluso al bolsillo de las clases medias americanas, a las posiciones tradicionalmente defendidas por el Partido Republicano e incluso a las convicciones de algunos demócratas disidentes. Por ello, vemos serias dificultades para que terminen aplicándose conforme al plan inicialmente previsto, así como que puedan prevalecer en el tiempo.

Me refiero a cuestiones como la masiva expulsión de migrantes, a la subida indiscriminada de aranceles, a la reclamación de soberanía sobre territorios de otros países miembros de la OTAN, así como al apoyo y desarrollo de criptomonedas. Me refiero, a renunciar a ser líder y defensor del orden internacional basado en reglas nacido tras la Segunda Guerra Mundial, del que EE.UU. ha sido el principal valedor y convertirse, en cambio, en el principal disruptor del sistema, abandonando sin tapujos un pretendido liderazgo moral y la teórica defensa del interés general de la comunidad internacional a cambio de la prevalencia absoluta de los intereses de EEUU.

Por lo que se refiere a las subidas arancelarias, los analistas anticipan que provocarán subidas de los precios, menor relajación de la política monetaria, mayores tipos de interés de los deseables y, en última instancia, un dólar más fuerte, limitando así el crecimiento del output potencial de la economía americana. Igualmente, la expulsión de millones de trabajadores inmigrantes, en una economía con una tasa de paro del 4.2%, sólo anticipa mayores tensiones salariales y una inflación también mayor. Y en relación las criptomonedas, el FMI lleva tratando de limitar la extensión de las mismas en países emergentes y díscolos años, no sólo por su opacidad, sino porque son una amenaza para el control de las bases monetarias, la efectividad de las políticas monetarias y el consiguiente control de los precios. ¿Interesa a EEUU debilitar la OTAN o alianzas como Aukus o Quad, que permiten limitar la expansión de China en el Indo-Pacífico? Evidentemente no. Rotundamente no.

Entre las medidas anunciadas y que responden a una estrategia previa a la negociación cabe citar una mayoría de las previstas en materia de política exterior. Por ejemplo, la ruptura del acuerdo Carter-Torrijos, la exigencia de destinar en el seno de la OTAN un porcentaje del PIB a defensa cada vez mayor, la suspensión por completo de la ayuda a Ucrania o la amenaza de aplastar Gaza si no se liberan los rehenes. En este último caso, los resultados de dicha amenaza podrían explicar el vigente acuerdo de cese del fuego. En el caso de Ucrania, la anunciada suspensión de la ayuda americana precipitaría un rápido fin del conflicto.

Por último, quedan esas otras iniciativas que apenas merecen un análisis y parecen simples ocurrencias pasajeras. Son inquietantes, por decirlas quien las dice, pero seguramente no llegarán siquiera a despegar. Frente a quienes advierten que Trump va a hacer aquello que ha dicho que va a hacer, algunos nos acordamos de su recomendación de combatir el COVID inyectando lejía a los pacientes. Resulta más sencillo y barato ganarse el apoyo de los 57 mil habitantes de Groenlandia en un eventual referéndum o llegar a un acuerdo con Dinamarca que propicie a EEUU el acceso a sus tierras raras, que iniciar un conflicto armado.

Aunque la victoria de Trump ha sido contundente y los republicanos gocen de mayoría en ambas cámaras, el gobierno tendrá que enfrentarse a resistencias dentro de su propio partido y en las élites económicas. Por otro lado, la composición de la cámara se renueva en un tercio cada dos años y muchos atisban incluso diferencias dentro del propio equipo de gobierno, con personalidades muy fuertes y que fácilmente podrían romper un idilio solo pasajero.

Esto no significa que no asistamos a una frenética firma de órdenes ejecutivas frente a las cámaras televisivas durante las primeras semanas del mandato. Ahora bien, siempre será más fácil proceder con aquellas medidas con menor impacto económico y elevada carga ideológica, como el cierre de fronteras a la migración y las relativas a la desregulación de redes sociales y que son el fruto de la cohabitación sin rebozo en el gobierno de responsabilidades públicas con intereses privados tradicionalmente sujetos a regulación.

Existen, muchas razones para que el sentido común impere. El sentido común en política es como la fuerza de la gravedad. Constante y persistente. Confiemos que su persistencia termine doblegando, aunque sea a la postre, cualquier medida equivocada, por muy populista y original que esta haya nacido.

Mientras, nosotros no debemos reaccionar a hipótesis, sino solo a las acciones que efectivamente tengan lugar, siendo este el momento de tender puentes, pues debemos y queremos seguir manteniendo una relación colaborativa con EEUU. Al fin y al cabo, ya hemos trabajado en el pasado con la administración Trump.

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