
Europa se enfrenta una encrucijada histórica en su tejido industrial. Durante décadas, el continente ha sido un referente global en sectores estratégicos como la automoción o la aeronáutica, pero los últimos años han evidenciado una pérdida significativa de peso industrial. En 2022, la contribución del sector manufacturero al PIB de la eurozona se situó en un modesto 14,1%, según Eurostat. En el caso de España, con un sector manufacturero que representa solo el 11,6% del PIB, estamos aún muy por debajo de la media europea. Esta realidad refleja una pérdida de competitividad frente a otras regiones industrializadas, como Estados Unidos, donde el diferencial de productividad supera el 20%. Este desfase no solo compromete la competitividad, sino que limita el potencial de crecimiento económico y la creación de empleo en sectores clave.
Entre las causas de esta brecha destacan la falta de inversión tecnológica, los elevados costes energéticos y una fragmentación normativa que dificulta la coordinación entre países. Según el Informe de Competitividad Europea 2024, Europa tiene un déficit de inversión tecnológica de más de 270.000 millones de euros respecto a Estados Unidos. Esta carencia no solo impacta la productividad, sino también la capacidad de atraer talento y generar innovación local, además de poner en riesgo la capacidad de Europa para competir en los sectores emergentes del futuro, como la fabricación aditiva o la electrificación de la movilidad. No es casualidad que más del 30% de los unicornios europeos hayan trasladado su sede a regiones más favorables.
Cerrar esta brecha requiere adoptar la tecnología, en concreto la IA generativa, como eje central de la transformación industrial, abordando sus tres dimensiones clave: los productos, las fábricas y las personas. En los productos, herramientas como los gemelos digitales permiten simular y optimizar todo el ciclo de vida de un bien antes de su implementación física. Este enfoque no solo reduce tiempos y costes, sino que también abre nuevas oportunidades de negocio, como servicios avanzados basados en datos. En las fábricas, la conectividad avanzada mediante tecnologías como 5G, IoT y sistemas MES/MOM facilita la sincronización entre máquinas y operarios, mejorando la eficiencia y reduciendo los tiempos de parada de máquina. Un ejemplo claro es su aplicación en la industria aeroespacial, donde permiten simular escenarios críticos, optimizar cadenas de suministro y garantizar la calidad antes de producir físicamente. Por último, cuando hablamos del talento, la inteligencia artificial generativa está transformando funciones tradicionales en áreas como la ingeniería y el mantenimiento, automatizando tareas repetitivas y liberando tiempo para ampliar las capacidades de las personas hacia un mayor valor añadido.
Además de la modernización tecnológica, Europa debe afrontar desafíos críticos como la transición energética y la disponibilidad de talento cualificado. El coste energético, hasta tres veces superior al de Estados Unidos, continúa lastrando la competitividad. En España, este sobrecoste impacta especialmente a sectores clave como la automoción y la agroindustria, que ven limitada su capacidad para competir a nivel global. Acelerar la construcción de infraestructuras para energías verdes y desarrollar redes de distribución más eficientes es esencial para una transición energética competitiva y sostenible. En paralelo, la escasez de ingenieros especializados, estimada en más de 500.000 profesionales según el Observatorio de la Ingeniería en España, es un obstáculo que compromete tanto la innovación como la ejecución de proyectos estratégicos. Es imperativo adaptar los programas educativos a las demandas tecnológicas actuales e invertir en formación continua para retener y desarrollar talento en la región. La colaboración entre empresas, universidades y centros de formación técnica será crucial para preparar a la próxima generación de profesionales en tecnologías avanzadas como la inteligencia artificial y el diseño computacional.
Por último, garantizar la soberanía industrial en sectores estratégicos como la defensa, los semiconductores o la sanidad es fundamental. Las recientes crisis globales han demostrado los riesgos de depender de cadenas de suministro internacionales para productos críticos. Resolver estos desafíos pasa por fomentar la colaboración público-privada, adoptar políticas más ágiles que incentiven la inversión, y aprovechar las economías de escala que ofrece una estrategia común a nivel europeo.
Europa tiene la oportunidad de liderar una nueva era industrial, apostando por la tecnología como motor de cambio y priorizando la sostenibilidad y el talento como pilares fundamentales. Apostar por la reinvención industrial no solo permitirá a Europa recuperar su liderazgo, y a España a coger fuerza, sino también atraer inversión extranjera, impulsar el empleo en sectores estratégicos y fortalecer la resiliencia económica del continente. La clave para garantizar un futuro próspero y resiliente en Europa está en nuestra capacidad para reinventarnos, actuando con decisión y ambición.