
El bloque comunitario afronta retos este 2025 con un escenario político más escorado a la derecha. La nueva legislatura de Ursula Von der Leyen, que arrancaba el pasado diciembre, tendrá que sentar este año los cimientos para elevar el gasto en defensa en Europa, replantear la política migratoria o impulsar la competitividad. Este último, uno de los deberes forzosos en un escenario geopolítico de pujante competencia contra Estados Unidos y China, requerirá de elevar la inversión al 5% del PIB de la UE anual.
La cifra la ponía el exprimer ministro italiano, Mario Draghi en su informe de competitividad publicado tras el verano. Lo que ha efectos prácticos se traducirá en unos 800.000 millones de euros anuales. Una de las principales conversaciones del bloque se articulará en torno a cómo financiar esta partida. Por lo pronto, los altos cargos comunitarios se han referido a implicar al sector privado al tiempo que participa el sector público. Y el expresidente del Banco Central europeo abría la puerta a una nueva emisión de deuda conjunta.
El horizonte se antoja complejo. Ya no se trata únicamente de que los países frugales, tradicionalmente reacios a la emisión de deuda conjunta a nivel europeo o de cualquier posicionamiento que abogue por la manga ancha. Ahora se trata también de afrontar un arco político europeo más escorado a la derecha. Una mayor penetración de las fuerzas de ultraderecha tanto en el Parlamento Europeo como en los Gobiernos de los Estados miembro aboca a un posicionamiento más euroescéptico, con una perspectiva profundamente nacional y, por tanto, dificultaría la actuación conjunta a nivel de Veintisiete.
Que la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca plantea otro de los principales desafíos para Europa es indudable. La posible aplicación de aranceles de hasta el 20% a las importaciones europeas con la que amenazaba el republicano durante la campaña pone a los altos mandatarios del bloque en guardia. Esa perspectiva, no obstante, podría posicionar a la UE frente a un desafío conjunto y, en una vuelta de tuerca más positiva, unir a los Estados miembro para apuntalar su estrategia de competitividad industrial. Es así que algunas voces como la de la presidenta del BCE, Christine Lagarde, defienden seguir comprando productos americanos para que los intereses de Washington sigan alineados con los de Bruselas.
Pero los efectos de Trump son colaterales e integran a China en la ecuación. Pekín, con quien Bruselas pide reducir riesgos pero no desacoplarse, tiene muchos números de convertirse en objetivo de las políticas comerciales de Trump. Lo que en la práctica podría propiciar que los productos que no van al mercado estadounidense inunden el mercado europeo. Tal coyuntura tensaría, aún más, la relación del bloque con el gigante asiático y, a la vez, lo forzaría a ponerse las pilas para no perder la carrera de competitividad con ambas potencias industriales.
Porque la idea de la UE es reducir dependencias, en una lección aprendida de la guerra de Ucrania. Lo que obligatoriamente pasa por impulsar su autonomía estratégica y producir en suelo europeo, más allá de diversificar el suministro con nuevos socios comerciales. La industria comunitaria debe competir con empresas dotadas de subsidios tanto en EEUU como en China, y la estrategia de competitividad se articula como base de todo este camino.
Lo cierto es que va de la mano de la industria militar. Decía Bruselas que depender de EEUU para el abastecimiento militar no era la mejor idea, especialmente con la nueva gestión en la Casa Blanca. Y llamaba a impulsar la producción en suelo europeo. El secretario general de la OTAN, también pedía, antes de terminar el año, que el gasto en defensa debía elevarse al 3% en lugar del 2% que se requería hasta ahora y que muchos de los países aliados, entre ellos España, no han alcanzado todavía.
La guerra de Ucrania será otro de los frentes que tendrá que encarar la UE este año con un apoyo de Estados Unidos que se antoja incierto ante la vuelta de Trump. Que Washington retire su apoyo a Kiev pondría al país en guerra contra las cuerdas en un momento en el que tropas de Corea del Norte se posicionan en la frontera con Rusia, lo que podría propiciar una escalada del conflicto.