Opinión

España debe liderar la reindustrialización de Europa

  • Contamos con una serie de ventajas estratégicas que se deben aprovechar con urgencia

Durante las últimas décadas, Europa, y especialmente España, han experimentado un proceso de desindustrialización relativa que ha afectado a su competitividad global. Desde 2004, la industria europea ha perdido un 6% de participación en términos de Valor Añadido Bruto (VAB), mientras que en España esta caída ha sido del 20%.

La causa raíz es la caída de la competitividad y productividad de industrial. El reciente informe Draghi subraya que la competitividad de Europa y su capacidad para cerrar la brecha de productividad frente a Estados Unidos y China dependen de manera urgente de la descarbonización y la reindustrialización de la región. Aun teniendo pendientes algunos retos, la buena noticia es que España cuenta con tres fortalezas estratégicas que la posicionan favorablemente para estar a la vanguardia de la reindustrialización en Europa: la capacidad para producir energía descarbonizada, segura y de bajo coste; una base industrial sólida en determinados sectores; y una infraestructura robusta y bien interconectada en la Península Ibérica.

España cuenta con un mix energético, seguro y descarbonizado, con algunos de los costes de producción más bajos de Europa. Este es, por ejemplo, el caso de la generación de energía renovable. Es fundamental que esta ventaja en costes de producción se traslade a la competitividad de la industria sin añadir costes externos ni sobrecargas impositivas.

En términos de base industrial, España ya cuenta con sectores bien establecidos. Por ejemplo, España es el segundo fabricante europeo de automóviles, aunque nuestro volumen de producción ha caído significativamente frente a los niveles prepandémicos, así como el tercer productor de acero y refino. Estos sectores – entre otros – ofrecen una plataforma sobre la cual expandir las oportunidades de la industria "verde" y de retener en Europa industria que se podría deslocalizar a otras regiones como Estados Unidos.

Con respecto a infraestructura, aunque existe cierta dicotomía, España tiene una infraestructura doméstica de primer nivel que podría permitir atraer nuevas industrias en expansión que tengan que anclarse y conectarse en ellas, por ejemplo, centros de datos o derivados del hidrógeno. No obstante, la infraestructura de exportación presenta ciertos desequilibrios. Por una parte, España cuenta con 18 puertos que gestionan el 20% del tráfico marítimo de mercancías en Europa pero, por otra parte, la Península Ibérica en su totalidad está muy limitada en la capacidad de exportar energía. Es decir, hay capacidad de exportar materiales y productos, pero limitaciones para exportar energía.

Encabezar la transición energética e industrialización en Europa puede generar un impacto económico de gran magnitud. Si España toma medidas inmediatas, podríamos ver un incremento del PIB de entre el 10% y el 20%, y la creación de más de un millón de empleos, muchos de ellos de alta cualificación.

Para materializar esta nueva ola de industrialización y para acercarnos al cumplimiento de los objetivos establecidos para 2030, España debe incrementar exponencialmente su producción de energías renovables. Focalizar los esfuerzos en aquellos vectores energéticos e industriales en los que España está mejor posicionada y puede liderar es otra de las piedras angulares para el futuro.

Además, será crucial activar cinco palancas habilitadoras que aborden los cuellos de botella y desafíos existentes. Primero, se antoja imprescindible acelerar la implementación de incentivos efectivos para cerrar la brecha de competitividad de costes de soluciones "verdes", mediante el despliegue de garantías públicas o préstamos blandos. Segundo, establecer marcos normativos eficaces y estables a largo plazo que aseguren la previsibilidad y solidez de los proyectos. Tercero, reducir las cargas administrativas y acortar los procesos de concesión de permisos ayudará a minimizar los extensos periodos de tramitación. Cuarto, es fundamental fortalecer la financiación de proyectos, por ejemplo, a través de alianzas y acuerdos cliente-proveedor. Y, quinto, planificar y ejecutar el despliegue necesario de la infraestructura para garantizar la asimilación coordinada entre energía e industria; por ejemplo, en electrificación.

En definitiva, España cuenta con una serie de ventajas estratégicas que la posicionan favorablemente para liderar la reindustrialización de Europa, pero es crucial actuar con urgencia para no perder la oportunidad. Aunque estamos en la dirección correcta pero el progreso es más lento de lo necesario y no tomar medidas ambiciosas y disruptivas inmediatas no solo comprometerá nuestra sostenibilidad ambiental, sino que también pondrá en riesgo la posición global de España y de Europa. Es fundamental ser pragmáticos y realistas para cumplir con los objetivos de descarbonización de 2030 y asegurar nuestra competitividad industrial y energética, enfocándonos en los vectores más consolidados y prometedores para este plazo.

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