
Los misiles de largo alcance han irrumpido en la guerra entre Rusia y Ucrania y, en el Líbano, el alto al fuego se tambalea mientras continúan los ataques sobre Gaza. Ante este escenario, es inevitable preguntarse: ¿la escalada bélica pondrá en peligro el actual mercado alcista? Lo cierto es que no. Veamos por qué.
Los mercados bajistas comienzan de dos maneras: en el punto más alto del muro de las preocupaciones, cuando reina la euforia y las expectativas son tan elevadas que hacen vulnerables a los mercados, o cuando se produce una sorpresa negativa capaz de borrar billones de euros.
Por espantosos que sean, los conflictos regionales actuales no encajan con ninguno de estos dos escenarios. Al hacer mella en el sentimiento inversor, gradualmente evitan la posibilidad de que los inversores entren en un estado generalizado de euforia, por lo que no sorprenden ni provocan una sacudida en los mercados. La guerra entre Ucrania y Rusia está a punto de cumplir tres años y ya hace más de un año que comenzó la de Israel contra Hamás. Desde que se iniciaron estos conflictos, ha cundido la inquietud por una eventual extensión de la violencia (incluso los soldados españoles presentes en el Líbano se han visto involucrados), pero todo está descontado en las cotizaciones de la renta variable. A fin de cuentas, los mercados mundiales han analizado a conciencia ambas contiendas y no han dejado de registrar máximos históricos. El IBEX 35 ha avanzado un 32,8% desde que Hamás atacó Israel y un 55,1% desde la invasión de Ucrania por parte de Putin. ¿Por qué no seguir confiando?
La guerra es horrible, una tragedia. Todos aborrecemos y lamentamos la destrucción de vidas humanas y del patrimonio.
Sin embargo, la renta variable es insensible y solo valora los costes económicos. ¿Serán estos enfrentamientos capaces de sustraer billones de euros del PIB mundial? Si no es así, no existen factores bajistas en el horizonte más próximo.
Por desgracia, esto se ha demostrado muchas veces: la guerra de Corea, la de los Seis Días en 1967, la de Bosnia en los noventa, las dos de Irak en 1991 y 2003, la de Siria en la segunda década del siglo o la ocupación rusa de Crimea en 2014. Ninguno de estos conflictos desencadenó un mercado bajista. Si bien dieron paso a cierta volatilidad, esta se disipó, por lo general, en cuanto estallaron los conflictos. Más que los propios choques violentos, lo que no soportan los mercados es la incertidumbre asociada a la escalada de las tensiones, de ahí el viejo proverbio bursátil: "Venda cuando suenan las trompetas, compre cuando suenen los cañones".
Solo las guerras mundiales han conseguido hundir la renta variable. Los datos de la época (aunque imprecisos) parecen indicar que la Primera Guerra Mundial provocó una mala racha y, según los índices S&P 500 y FTSE All-Share, la Segunda Guerra Mundial desató un mercado bajista colosal. Estas han sido las únicas contiendas que desencadenaron en mercados bajistas y provocaron estragos en las economías mundiales.
Es cierto que, cuando Putin invadió Ucrania en febrero de 2022, los mercados estaban adentrándose en una fase bajista (en dólares) o sufriendo una violenta corrección (en euros). No obstante, este conflicto fue solo uno de los muchos temores que afectaron a los inversores ese año: las sanciones, el repunte de la inflación, los problemas de la cadena de suministro asociados a la pandemia, las posibles subidas de tipos de los bancos centrales o la escasez de energía en Europa también fueron fuente de preocupación para los inversores. En España, de hecho, ya se habían disparado los precios de la electricidad en otoño de 2021. Todos estos factores fueron alternándose en diferentes momentos.
En resumen, fue ese cúmulo de circunstancias, y no la guerra, lo que provocó el mercado bajista. Asimismo, cuando empezó el nuevo mercado alcista, aún no se había firmado la paz. Pese a ello, las acciones siguieron subiendo a finales de 2022, 2023 y 2024, incluso aunque los dos bandos resistieron, aumentaron las bajas y varias ciudades quedaron arrasadas. La cruda realidad es que Ucrania apenas representa el 0,16% de los 110 billones de dólares del PIB mundial, un porcentaje insuficiente para causar una recesión.
Por su parte, la guerra de Israel contra Hamás ha tenido consecuencias similares. Las acciones prosiguieron su curso al alza como de costumbre. Si bien titubearon en la víspera de la reacción militar por la incertidumbre, más tarde, avanzaron al evidenciarse la reducida dimensión del enfrentamiento. Este se limitó a la zona, es decir, a una parte ínfima del PIB mundial. Apenas se produjeron interrupciones de suministro de gas, la economía de Israel se recuperó de la caída del cuarto trimestre de 2023 y los mercados no tardaron en repuntar.
En definitiva, las mayores fluctuaciones en los mercados se producen por la brecha entre la realidad y las expectativas. Las guerras regionales, al rebajar las previsiones, amplían esa brecha y, con ella, el margen para las sorpresas positivas cuando los hechos no confirman los peores temores. En 2024, Israel ha llegado a enfrentarse en dos ocasiones con Irán, lo que ha avivado el miedo a una escalada sin precedentes. Sin embargo, las acciones subieron poco después. Los ataques de la milicia hutí a petroleros en el mar Rojo generaron temores ante un posible colapso del suministro, pero también se revelaron infundados. El crudo Brent, que cotizaba a 87,86 dólares el 6 de octubre de 2023, un día antes del ataque de Hamás en Israel, hoy ronda los 72 dólares. Los datos hablan por sí solos. Además, esto pasó antes de que el alto al fuego del 26 de noviembre con el Líbano alimentara las esperanzas de una posible paz total.
En definitiva, aunque el actual mercado alcista no esté exento de riesgos, los conflictos regionales no son uno de ellos. Son más bien ladrillos que construyen el muro de las preocupaciones que la renta variable suele escalar. Los mercados han dado innumerables ejemplos de ello este año.