Opinión

Ética empresarial para un sector de los hidrocarburos más responsable

Foto: Istock

En el actual ecosistema económico y social, el funcionamiento y los resultados de las compañías ya no se miden solo por los indicadores financieros, sino que los aspectos englobados en la denominada Responsabilidad Social Corporativa (RSC) empiezan a ser igual de importantes de cara a la imagen pública de las mismas e incluso, en ocasiones, determinantes de cara a su valoración como actores necesarios en nuestros días.

Hoy en día, aspectos destacados como los sociales, los medioambientales y los éticos, son parte esencial de las políticas y estrategias del sector de los hidrocarburos por la propia naturaleza del sector y su impacto en el entorno en el que nos movemos.

Para las empresas del sector de hidrocarburos, la RSC se ha convertido también en un elemento esencial de su estrategia y, probablemente, de su evolución y de su supervivencia a largo plazo. Aún más si tenemos en cuenta que, actualmente, nos encontramos ante un entorno normativo y social cambiante que, de manera progresiva, es tendente a exigir el uso de carburantes alternativos en un futuro próximo.

En esa misma línea, y de manera más específica, en una cadena de valor tan amplia como la del sector, que incluye las etapas de upstream (búsqueda y explotación de yacimientos de petróleo), midstream (transporte de la materia prima) y downstream (refino del petróleo y almacenamiento, distribución y comercialización de los productos), hay muchas áreas en las que la ética juega un papel destacado.

Ética y valores

Los fundamentos de la ética de las empresas de hidrocarburos y, en general, de todas las compañías, se encuentran en sus objetivos y valores corporativos. Además de objetivos y valores corporativos comunes a toda empresa, las entidades del sector, por su propia naturaleza, deben poner énfasis en el desarrollo y mejora de algunos más específicos, como son los relacionados con la sostenibilidad, la innovación, la eficiencia energética y su papel en la transición energética.

La concienciación y los planes de acción empresarial que tienen que ver con la responsabilidad ambiental de las empresas del sector de hidrocarburos se han convertido en una tendencia en el día a día de nuestra sociedad. Como consecuencia, la adopción de prácticas que minimicen el impacto ecológico y la tan ansiada reducción de emisiones de gases de efectos de invernadero, en conjunción con la eficiencia energética y la innovación tecnológica han pasado a ser una prioridad para todos los operadores que forman la cadena del sector de hidrocarburos.

La ética en este contexto requiere cumplir con, no solo las regulaciones existentes (cada vez más restrictivas con el sector), sino adaptarnos a la evolución energética que la sociedad en la que nos vemos inmersos en estos días está experimentando, lo que implica asumir un rol proactivo que garantice la sostenibilidad del planeta a largo plazo y la subsistencia del sector. Por eso mismo, en un momento como el actual, la ética en las industrias de hidrocarburos no puede olvidar la necesidad de la transición hacia fuentes de energía más sostenibles, apostando por la I+D+i y por la diversificación de esas fuentes. No cabe duda de que el objetivo final es anticiparse y adaptarse a las demandas del mercado y contribuir a la lucha contra el cambio climático, en un equilibrio que no resulta fácil de manejar y en el que confluyen intereses de muy diversa índole.

Es innegable la importancia, dentro de la gestión de la ética empresarial, del trato y gestión que se le deben de prestar a las conductas fraudulentas y malas prácticas (tanto internas como externas) asociadas al negocio, capaces todas ellas de generar responsabilidades, tanto penales y civiles como reputacionales, de difícil solución o con consecuencias de alcance desconocido.

El protagonismo de la sostenibilidad, la carga impositiva de los hidrocarburos, la volatilidad de los precios de los productos o el uso frecuente de los combustibles por una amplia parte de la población, pueden facilitar la proliferación de comportamientos dentro de este sector que desvirtúen el papel protagonista de las compañías del sector. Además de las sanciones legales y económicas correspondientes, los fraudes y las malas prácticas afectan a la reputación y la confianza de clientes y proveedores y generan una cultura interna poco deseable.

El componente necesario que debe prevalecer en el desarrollo y fortalecimiento de la ética empresarial es, sin duda, la existencia de valores empresariales, alineados con las buenas prácticas, que actúen como guías esenciales de los comportamientos de todos los agentes que actúen dentro del sector de hidrocarburos. Solo así será posible que este sector pueda ser considerado como factor clave y determinante en la evolución de la sociedad hacia metas más sostenibles y adaptadas a las nuevas corrientes de pensamiento.

Ética, riesgos y transparencia

Como ya hemos comentado, resulta evidente que el desarrollo empresarial en cualquier actividad requiere de un permanente seguimiento, control y mitigación de los riesgos inherentes a cada sector, entorno y momento. Solo de esta forma, consiguen las compañías construir relaciones sólidas con las comunidades y los grupos de interés con los que interactúan, así como alcanzar el cumplimiento de sus planes de crecimiento y, al mismo tiempo, de sostenibilidad. En esta línea, el sector de los hidrocarburos demanda una minimización proactiva y continua de los riesgos que le son inherentes por su actividad, y la priorización de las prácticas éticas y la transparencia en los procesos (sobre todo en las áreas de compra) resulta decisiva.

Los riesgos a los que se exponen las compañías del sector de hidrocarburos provienen de diferentes ámbitos, y condicionan de manera directa o indirecta los precios y la disponibilidad en el mercado de los hidrocarburos. En este sentido, podemos ejemplificar dichos riesgos en los derivados de factores externos, tales como las posibles crisis geopolíticas, la evolución de los tipos de interés y el cambio monetario y las modificaciones legislativas, sin olvidar los propios criterios o postulados de la transición energética en la que vivimos. Del mismo modo, existen riesgos con origen en factores internos o propios de las compañías del sector, que atienden a la gestión de la cadena de

valor, la eficiencia de los procesos, las políticas de compliance y buen gobierno alineadas con la observancia de las normas aplicables, la seguridad de las personas o de las instalaciones o la protección del medio ambiente.

Asociado al concepto de ética, y como elemento complementario, se encuentra la transparencia. Este elemento ha pasado de ser una acción voluntaria que las empresas ponen en valor dentro de sus procesos e iniciativas, y que va más allá del cumplimiento de las leyes, a convertirse en un elemento necesario e identificativo del ADN de cada una de ellas. El resultado de su aplicación permite generar confianza en todos los ámbitos de la empresa, confianza tanto interna como externa, que redunda en mejoras de la productividad y competitividad.

Para poder conseguir esas mejoras, las empresas deben fomentar e incentivar continuamente la transparencia, evitando cualquier práctica que pueda dañar la confianza depositada. En el caso específico del sector de hidrocarburos, la relación entre ética empresarial y transparencia es especialmente importante, puesto que es la conjunción de ambas la que permite alcanzar cotas de confianza imprescindibles para conservar y potenciar el papel de agente transformador del sector de los hidrocarburos.

En definitiva, para las empresas del sector los principios de buen gobierno, el cumplimiento normativo, las acciones asociadas a la transición energética, la ética corporativa y la transparencia deben ser aspectos fundamentales en el desempeño de sus actividades y áreas de influencia, debiendo estar alineados con la misión y los valores propios de cada compañía.

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