
El PIB per cápita español es un 13% inferior a la media de la eurozona. Una brecha que es similar a la que había antes de la crisis de 2008 y parecida (15%) a la que nuestro país presentaba en la década de los 70 del siglo XX. Estos datos dejan patente que España sigue siendo una rara avis en la Unión, donde el crecimiento de la riqueza ha sido la tónica generalizada en las últimas décadas. De hecho, la parálisis española en esta variable provoca que países del Este de Europa, como Lituania, Estonia y Eslovenia ya rebasen el nivel de PIB per cápita de nuestro país, y que Polonia esté próximo a dar el sorpasso. El problema reside en el gran peso que en nuestro sistema productivo tienen sectores de menor valor añadido. Un ejemplo de esta baja productividad histórica de nuestra economía se ve claramente en la época del milagro económico nacional, en los años previos a la crisis de 2008-2013.
Entonces, el alto número de personas ocupadas y el crecimiento no vino acompañado de una mejora del PIB real por hora trabajada, lo que impidió que se pudiera revertir en gran medida la distancia que separa a nuestro país del resto respecto a la riqueza de sus habitantes. Por si fuera poco, la política fiscal basada en la voracidad recaudatoria sigue perjudicando a los que tienen menores rentas y va en contra de la necesaria alza de la productividad que el país necesita. Lo mismo ocurre con medidas como la reducción de horas trabajadas prometida por PSOE y Sumar en su pacto de Gobierno sin que ello incluya otras iniciativas que impulsen la productividad. Solo con reformas, incentivos y rebajas tributarias se conseguirá que las empresas aceleren la creación de empleo que el país necesita para mejorar su competitividad y, con ello, la riqueza de las personas.