La receta que se planteó en la última reforma de pensiones consistía en una subida de cotizaciones que incluye, entre otras medidas, la creación de una cuota adicional, llamada Mecanismo de Equidad Intergeneracional (MEI). Dicha tasa se aplica ya sobre todos los salarios y va del 0,6% de este año, al 0.7% en el próximo y así hasta llegar al 1,2% en 2029. Pero su recaudación no sirve para pagar las prestaciones ni tampoco el cotizante verá recompensado su mayor esfuerzo cuando se retire ya que no es una aportación contributiva. Muy al contrario, esta recaudación extra sirve para llenar el Fondo de Reserva, la famosa hucha de las pensiones. De hecho, el Gobierno prometió que la hucha alcanzará 130.000 millones en 2030.
El problema es que el sistema es deficitario desde 2011 y la Seguridad Social necesita año a año los traspasos del Estado dentro de los Presupuestos para pagar las prestaciones (más de 40.000 millones en 2023). Es decir: el sistema requiere las cuotas del MEI para abonar las pensiones actuales. Pero el Gobierno cierra los ojos a la realidad y prefiere incrementar la deuda de la Seguridad Social. Ello pese a que el pasivo de esta administración se ha quintuplicado desde 2016 hasta superar los 106.000 millones. Es evidente que con la hucha llena, el Gobierno 'venderá' todo va bien, creando una falsa sensación de ahorro. Un flagrante maquillaje estadístico que no responde a la realidad de los desequilibrios de un sistema que la reforma de pensiones no solucionará. De hecho, la AIReF prevé un alza del déficit del 1,1% en 2050 por el mayor gasto generado por la jubilación de la generación del baby boom y por una normativa que incluye medidas tan costosas como ligar la subida de las pagas al IPC.