
En caso de obtener el visto bueno del Gobierno, la inversión de STC en Telefónica permitiría a Arabia escalar 10 posiciones y colocarse entre los 22 principales inversores en España. Pese a que la operación refleja el atractivo de la operadora y de nuestro país, la operación despierta lógicos recelos. Para empezar, la cooperación del país árabe con Rusia en el tema del petróleo genera alarma en Occidente. A ello debe sumarse que la propia STC ha dejado la puerta abierta a solicitar autorización para entrar en el consejo de la operadora. Sin duda, el Ejecutivo tiene que analizar el desembarco de la saudí con ojos de mercado. Pero también debe pedir garantías a Arabia de que STC no aspirará en el futuro al control de una empresa estratégica, como es el caso de Telefónica.
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