
Las expectativas de inflación a tres años en la Unión Europea han subido en julio por primera vez desde el mes de marzo, al tiempo que el informe Nomura anuncia nuevas subidas de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal de EE UU (FED) para combatir una inflación que siguen sin doblegar. Subidas que, por tanto, anticipan también una decisión similar en la Unión Europea.
Y es en este contexto cuando la vicepresidenta Nadia Calviño se dirige a los presidentes de los grandes bancos urgiéndoles a subir la remuneración que pagan por los depósitos de sus clientes. Demanda que la responsable en funciones de la economía en el gobierno justificaba por el incremento de los beneficios de las entidades financieras derivado de las nueve subidas consecutivas de los tipos de interés. Y dicho así, lo cierto es que la letra suena bien. Lo que ocurre es que al conjuntarla con la música que cantan los números y el compás de las reglas de funcionamiento del libre mercado, el resultado desentona y no concuerda.
La señora Calviño, que parece más preocupada por intentar dar la vuelta a los pronósticos que auguran un fracaso en sus aspiraciones por presidir el Banco Europeo de Inversiones (BEI), debería recordar que en las democracias donde impera la economía de mercado los precios y los costes se deciden por la competencia. Competencia que es también inherente al sector financiero como elemento fundamental para el crecimiento económico de los estados y el aumento de la inversión y del empleo.
Cierto que los números en la mano los bancos españoles están cobrando un 58% más por las hipotecas que lo que pagan por los depósitos. De hecho los últimos datos del Banco de España muestran que el interés hipotecario medio que cobraron los bancos en julio pasado fue del 3,75%, más del doble que hace un año cuando el BCE comenzó con las subidas continuadas de los tipos. Pero siendo esto incuestionable, también lo es que, los mismos datos del supervisor confirman que el interés medio de los depósitos a 12 meses se ha elevado hasta el 2,36%, el nivel más alto desde el año 2013. De todas formas, bien está que la vicepresidenta económica recuerde a los bancos que también tienen una función social y que esa mejora en la remuneración por los depósitos de los clientes se debe ir produciendo escalonadamente. Claro que, como suele ocurrir, la señora Calviño volvió a hacer bueno ese aforismo de nuestro refranero que dice "a Dios rogando y con el mazo dando". Porque junto a su exhortación a subir la remuneración de los depósitos les avanzó también su intención de mantener el impuesto temporal a la banca más allá del horizonte de 2024, con la amenaza de convertirlo en permanente.
Un impuesto que ha costado ya 1.120 millones de euros a los bancos sólo en el primer semestre, que inevitablemente terminamos pagando los clientes y cuyo anuncio viene a confirmar la intención del gobierno de Pedro Sánchez de convertir a la banca en el chivo expiatorio de los errores del Ejecutivo y en una fuente de ingresos para sufragar el gasto público y las subvenciones populistas.
Por cierto que en ese ramalazo de solidaridad social que le dio a la todavía vicepresidenta primera del gobierno se olvidó de exigir a Ana Botín, Goirigolzarri y compañía que faciliten el acceso de las personas mayores a las oficinas bancarias. Una asignatura pendiente tras el clamor de la campaña "soy mayor no idiota" lanzada Carlos San Juan, con la que este médico jubilado consiguió repicar los oídos del gobierno y la foto con la propia ministra Calviño que, como es costumbre, se quedó sólo en palabras sin una sola acción. Y mucho nos tememos que este es el mismo destino que espera a la urgencia de subir la remuneración de los depósitos.