
El alto IPC que Japón afronta ahora lleva a su banco central a adoptar políticas inusuales en un país en el que la norma durante décadas la marcó una persistente deflación.
Esa nueva política monetaria propicia un alza del rendimiento de la deuda del país asiático, que ahora se vuelve más atractiva a los ojos de los propios inversores japoneses.
Se equivoca quien vea en esta evolución un fenómeno puramente doméstico. No se debe minusvalorar el hecho de que los japoneses tienen en cartera más de un billón de dólares en bonos estadounidenses y europeos.
Si deciden vender esos bonos y toda esa liquidez vuelve de forma precipitada al mercado local de deuda nipona, se producirá un fuerte efecto desestabilizados sobre la renta fija e incluso en otros tipos de activos.