
El cambio de política del Banco de Japón que se anunció la semana pasada, por el cual el organismo suaviza las condiciones de su estrategia de "control de la curva", y empezará a permitir que el bono llegue a cotizar en el 1%, como tope, se ha dejado notar en la rentabilidad de los bonos del país en los últimos días, y también en el coste de financiación que ha tenido en la última emisión de deuda.
En concreto, la operación que tuvo lugar este martes, por la cual se colocaron 2.180,9 millones de yenes en bonos con vencimiento a 10 años, terminó con la salida de estos títulos a una rentabilidad del 0,594%, la más elevada que se ha visto desde el año 2014.
La demanda en esta operación no fue lo suficientemente fuerte como para conseguir que el país coloque estos títulos a niveles más atractivos para el emisor. En esta ocasión, la demanda fue de 7.930 millones de yenes, la segunda más baja del año, detrás de la que se produjo en el mes de mayo, y supone una sobresuscripción de la emisión de 3,64 veces, también, la segunda más baja desde mayo.
A pesar de que las débiles cifras de demanda en la última emisión, el mercado de deuda japonesa no dio ningún susto. De hecho, el bono a 10 años cerró la sesión con compras netas, y una bajada de la rentabilidad a vencimiento de -0,4 puntos básicos. "Los resultados de la subasta fueron débiles, pero mejores de lo que se esperaba, y por eso no ha habido un colapso en el mercado de renta fija japonesa", explica a Bloomberg Katsutoshi Inadome, estratega del Sumitomo Mitsui Trust AM.
También hay que recordar que el Banco de Japón comenzó la semana interviniendo el mercado de deuda del país, con compras de bonos orientadas a tratar de suavizar el impacto de su decisión de la semana pasada. La rentabilidad a vencimiento del bono se estabilizó entonces en el 0,59%, un nivel en el que se mantuvo ayer al cierre de la sesión. Ahora, los expertos japoneses encuestados por Bloomberg pronostican que el título cerrará el año en el entorno del 0,7%-0,8%, y no esperan ver el 1% hasta 2024.