
El pasado viernes 28 de julio, la EBA, Autoridad Bancaria Europea, publicó los resultados del test de estrés a la banca europea del año 2023. En esta ocasión, tras nueve ediciones, participaron 98 entidades de crédito bajo la supervisión directa del Mecanismo Único de Supervisión (MUS).
En primer lugar, sería conveniente entender que son estas pruebas de resistencia: se trata de una técnica financiera para la medición de riesgos, basada en proyectar diferentes escenarios futuros posibles que muestren las principales masas de balance y cuenta de pérdidas y ganancias de los bancos. De estos distintos escenarios, uno suele ser una estimación plausible o escenario base, una situación de normalidad, y otros son escenarios bajo diferentes medidas de estrés con mucho menor probabilidad de ocurrencia, pero con un impacto muy severo.
La principal medida para evaluar los resultados de estas pruebas es a través de las ratios de solvencia -al menos en el caso que nos ocupa, podría elegirse cualquier otra dimensión, como por ejemplo la liquidez y estresar otro tipo de escenarios- que ponen en relación los fondos propios de las entidades con sus activos ponderados por los diferentes riesgos, en concreto los reconocidos como Pilar I: crédito, mercado y operacional. De entre las posible ratios de solvencia se hace referencia en particular a la ratio "CET1 fully loaded", que considera exclusivamente el capital de mayor calidad por lo que aplica las disposiciones normativas más exigentes en la normativa actual, sin que las entidades puedan beneficiarse de disposiciones transitorias más ventajosas.
Los resultados obtenidos en el resultado adverso mostraron unas pérdidas combinadas de 496.000 millones de euros, cifra que, a pesar de ser muy llamativa, es contenida, si tenemos en cuenta de que se trata de 98 grandes bancos que parten de una posición de solvencia robusta, un ratio CET1 medio del entorno de un 15% y que las citadas pérdidas llevarían a un 10,4%, muy por encima del 4,5% mínimo exigido por la regulación.
Esta situación de partida es muy meritoria si consideramos que recientemente el sistema financiero se ha enfrentado a una pandemia, un proceso de aceleración muy rápido de la inflación y una guerra en Europa. Algo positivo habrán aportado la regulación y supervisión financiera refundadas tras la gran crisis financiera de 2008. Además, reiteramos que esto sería un escenario muy poco probable y muy adverso, se desarrollaría entre el 2023 y 2025 en un entorno macroeconómico que podríamos tildar de catastrófico.
Entre las entidades españolas, cabe destacar que parten de una ratio inicial en torno a un 1,5%, inferior al de sus contrapartidas europeas, considerando valores medios y todos los problemas que esto puede acarrear cuando queremos llevar a cabo comparaciones; a priori, esto podría evaluarse de forma negativa si realizásemos un análisis apresurado, pero hay varios factores que explican esta situación.
Los bancos españoles suelen tener una mayor dependencia de los llamados modelos estándar de cálculo de capital regulatorio, estos modelos son menos complejos de implementar a coste de ser menos sensibles al riesgo, por lo que generalmente exigen un mayor consumo de capital. Esto no es necesariamente ni bueno ni malo, afecta a la llamada densidad de "Activos Ponderados por Riesgo", mientras los desarrollos normativos actuales van en la línea de que este tipo de modelos, más conservadores y homogéneos entre entidades, sean más relevantes en el cómputo del capital. Lo que a futuro favorecerá la posición de la industria bancaria española.
Desde la óptica de reguladores y supervisores, la solvencia y la prudencia son el eje fundamental en la evaluación de un banco, pero no podemos olvidar que no son ONGs y necesitan generar valor a sus accionistas. Así, la banca española optimiza mejor el binomio rentabilidad riesgo.
Además, el modelo de negocio de las entidades españolas se ha desarrollado muy exitosamente en las últimas décadas buscando oportunidades y diversificación en economías emergentes, de manera muy paradigmática en Hispanoamérica. Este caso de éxito tiene aparejada una mayor percepción de riesgo de los supervisores europeos, lo que puede penalizar el cómputo de capital en comparación con entidades que desarrollan su actividad exclusivamente dentro de las fronteras de la Unión Europea.
Cuando consideramos correctamente las causas de por qué la banca española parte de un ratio relativamente modesto en el contexto europeo, no es de extrañar que los resultados de los bancos españoles están muy en línea de la media europea en los escenarios adversos, lo que demuestra que su resistencia relativa es mayor, debido a que penalizan en menor medida sus balances como consecuencia de los motivos esgrimidos anteriormente.
En conclusión, un entorno de tipos de interés más favorable para la banca, con una situación de solvencia y liquidez robusta hoy y -previsiblemente- en situaciones estresadas y con un marco normativo y supervisor bien estructurado. Desde Accuracy, somos muy optimistas con el futuro a corto y medio plazo de las entidades del país. Esto no quita que deberán perseverar en la búsqueda de la excelencia y en afrontar los desafíos que vienen por delante como los nuevos estándares de Basilea, la sostenibilidad, la tecnología o la gestión de riesgos.