Los resultados del 23-J arrojan un escenario de dífícil gobernanza. Ello pese a que tanto Núñez Feijóo como Pedro Sánchez tienen opciones de liderar el país.
Ahora bien, para lograrlo necesitarán hacer malabares. Respecto al PP, sus 136 escaños más los 33 de Vox se quedan a solo siete de la mayoría absoluta. El problema para Feijóo es que encontrar los apoyos necesarios se antoja muy complicado ante el rechazo del resto del arco parlamentario a un Gobierno que incluye a Vox. De hecho, necesitaría la abstención de Junts para llegar a La Moncloa. Asimismo, el PSOE y Sumar obtienen 155 diputados, a 21 de la mayoría. No obstante, la posibilidad de reeditar un Ejecutivo como el de la pasada legislatura, con el apoyo de nacionalistas vascos y catalanes, es real. Pero al contrario que entonces, dicho Ejecutivo lo tendría muy complicado para sacar adelante cualquier iniciativa. Para empezar, depende de ERC y Bildu que pedirán un alto precio por cada voto a favor. Sánchez, por tanto, estaría en manos de estas formaciones independentistas y volvería a incumplir su palabra, ya que tendría que gobernar con Bildu. Por si fuera poco, la mayoría absoluta del PP en el Senado impediría ratificar cualquier reforma que supere el Congreso.
Un Gobierno débil y en manos del independentismo deberá hacer frente a la inflación y el control de déficit y deuda
A la vista está que el 23-J ha dejado un escenario de incierta gobernabilidad. Esto siempre es negativo pero más aún en un momento en el que el próximo Ejecutivo deberá enfrentarse a grandes retos económicos, como el impacto de la inflación y las alzas de tipos, el desequilibrio de las pensiones, el reparto de los fondos europeos y el control de déficit y deuda tras la vuelta de las reglas fiscales a la UE. Unos desafíos que serán mucho más difíciles de superar con un gobierno frágil y preso de las ambiciones de las formaciones independentistas.
