
Tras un año en vigor, Rusia rompió el lunes el pacto para poder exportar grano de Ucrania a través del Mar Negro. El cierre de esta ruta clave para el suministro del producto a la Unión Europea generó el pasado año un encarecimiento del trigo del 34%, que impulsó el alza de los alimentos.
Esta variable ha impedido poner fin a la pesadilla de la inflación en la eurozona. Muy al contrario, el IPC resiste aún a las agresivas alzas de tipos del BCE y a la normalización de los costes energéticos, con una tasa del 6,1%.
Por fortuna, los futuros del mercado descartan ahora un escenario similar, ya que otros países, como Argentina, han elevado su producción de grano para compensar y porque esperan que Putin ceda y se alcance un acuerdo en las próximas semanas.
Una posibilidad que está en seria duda en estos momentos, ya que los alimentos pueden ser la nueva arma que Rusia utilice frente a Occidente, como ya hizo en el pasado año con la energía.
Queda así claro que la ruptura del pacto supone un riesgo para los precios. Pero especialmente en aquellos países que están más expuestos al grano ucraniano, como es el caso de España.
De hecho, nuestro país es el segundo del mundo, tras China, que más grano importa de Ucrania, con casi 6 millones de toneladas el pasado año. Esta elevada dependencia coloca a España en franca vulnerabilidad tras la supresión del acuerdo de exportación por el Mar Negro, lo que supone una clara amenaza para la inflación, ahora situada en un normalizado 1,9%.
Pero más aún si se tiene en cuenta que la pertinaz sequía provoca que los alimentos presentan todavía un sólido incremento interanual del 10,3%. Un alto porcentaje que pasa factura a los presupuestos familiares y lastra el consumo.