Opinión

¿Quién genera las crisis sistémicas?

Foto: iStock

Los enemigos del mercado llevan siglos alertando de la gran crisis que traerá consigo el colapso final e irreversible del sistema de libre mercado. Karl Marx creía haber descubierto una serie de "leyes" económicas que conducirían inevitablemente a la caída del sistema, caso de la "tendencia decreciente de la tasa de ganancia" o el "empobrecimiento del proletariado".

Esa insistencia en una crisis que cambiará todo ha sido una fuente de esperanza para el anticapitalismo. La idea de que el libre mercado colapsará por sí sólo llena de ilusión a quienes defienden una alternativa basada en el intervencionismo. Lamentablemente para ellos, las lecciones de la historia son claras y demuestran que la esperanza de ese gran colapso ha quedado refutada una y otra vez.

En muchos sentidos, los anticapitalistas son un poco como un culto del fin del mundo. Nos anuncian impávidamente nuevas fechas para el fin del mundo (económico) e insisten en que, si bien sus profecías anteriores no se cumplieron, las cosas terminarán cambiando. Por eso, con el estallido de la crisis financiera de 2008, muchos de quienes cultivan este discurso creyeron que el ansiado fin del capitalismo finalmente había llegado. Pasó el tiempo, el libre mercado salió (renqueante) de la Gran Recesión y tocaba volver a empezar. Con el estallido de la pandemia del coronavirus, que golpeó duramente a las economías del mundo en 2020 y 2021, algunos destacados pensadores anticapitalistas volvieron a difundir sus melancólicas esperanzas de que la crisis finalmente conduciría a una "reorganización de la producción" que supondría la ansiada derrota final del capitalismo. William Davies, un destacado sociólogo británico, publicó un artículo en The Guardian en el que reconoció que "la anterior crisis global no cambió el mundo", pero añadió que "la pandemia sí puede tener ese resultado".

En realidad, las crisis son parte del capitalismo. Si bien su efecto a corto plazo son grandes problemas que afectan a empresas y trabajadores, lo cierto es que, a medio y largo plazo, estos ajustes tienen un impacto positivo para la producción. A esto se refería el economista austriaco Joseph Schumpeter cuando habló de la "destrucción creativa" que sigue a cualquier crisis.

Sin embargo, cuando los políticos intervienen para "corregir" al mercado, las crisis a menudo terminan empeorando y duran más de lo necesario. El economista estadounidense Thomas J. DiLorenzo compara el enfoque adoptado por los presidentes Martin Van Buren y Franklin D. Roosevelt ante las depresiones que sufrió el país norteamericano en 1837 y 1929. Van Buren persiguió una agenda de inequívoco compromiso con el laissez faire y resistió las muchas propuestas de intervención y acción directa del gobierno invocadas por parte de la opinión, lo que condujo a un fin mucho más rápido de la crisis económica.

En contraste, Franklin D. Roosevelt lanzó el "New Deal", basado en una serie integral de programas de gasto público, y acompañó semejante escalada de la intervención del Estado en la producción con una política económica y una agenda proteccionista e intervencionista. Contrariamente al mito difundido por los anticapitalistas, el "New Deal" no puso fin a la crisis que estalló en 1929. De hecho, la profundizó. Así, el desempleo, que apenas llegaba al 3,2 por ciento en 1929, escaló hasta el 14,6 por ciento alcanzado en 1940. La tasa de paro de 1933 a 1940 se situó, en promedio, en el 17,7 por ciento. El PIB per cápita de Estados Unidos era de 857 dólares en 1929 y apenas aumentó a 916 dólares en 1940, mientras que el gasto agregado desembolsado por las familias en bienes de consumo de uno u otro tipo bajó de 78.900 a 71.900 millones entre 1929 y 1940.

Antes me referí a la crisis financiera de 2008. Entonces, los políticos y los medios culparon a la "desregulación" de los mercados financieros. Sin embargo, los economistas británicos Paul Collier y John Kay, que argumentan (erróneamente) que el "fundamentalismo de mercado" domina la política económica de las sociedades occidentales en las últimas décadas, han reconocido que esta crítica carece de fundamento: "aquellos que culpan de la crisis financiera a la desregulación no entienden que hoy, como en 2008, hay mucha más regulación financiera que nunca antes. El Estado juega un papel cada vez más activo en las finanzas, solo que su acción es cada vez menos efectiva".

Muchos de los principios del libre mercado se han suspendido en el mundo de las finanzas, por ejemplo con "rescates" que distorsionan la competencia o decisiones monetarias que fijan el precio del dinero de forma artificial. Además, ningún sector está tan fuertemente regulado y supervisado por el Estado, salvando el caso de la industria de la salud. El hecho de que precisamente las dos áreas de la economía que están más estrictamente reguladas por el Estado sean también dos de las que generan más polémicas políticas debería hacer reflexionar a los críticos del capitalismo. Por descontado, las regulaciones son necesarias en ambas áreas... pero la idea de que "regular más es regular mejor" es, evidentemente, falsa.

La gran mayoría de las crisis son simplemente episodios propios del flujo (ir)regular de las ondulaciones económicas, sujetas a intensificaciones y desaceleraciones cíclicas del crecimiento que se corrigen si se observan a lo largo de los meses o los años. Indiscutiblemente, muchas de las crisis que han ocurrido de forma natural se han visto agravadas y prolongadas por el intervencionismo y la acción populista de no pocos líderes políticos que creen que ellos saben organizar mejor la producción que las empresas.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky